lunes, 30 de diciembre de 2013

Victoria Baez-Chile/Diciembre de 2013

RETORNANDO

Cuando apareció en su oficina, Katalina no lo reconoció, pasaron unos segundos para que su mente y su corazón lo hicieran. Sorprendida y titubeante, exclamó: - ¿Vicho?... ¿Eres tú, Vicente Andrade?- era él, con los mismos ojos de mirada triste que ella recordara, le respondió melancólicamente:- Sí, soy yo, pensé que no me reconocerías.- ¿Cómo podría ella olvidarlo? Mirándolo con los ojos al borde de las lágrimas, esforzándose en disimular su emoción, sólo respondió.- Imposible no reconocerte en tus eternas camisas de lino sin cuello.
Tiernamente se fundieron en un largo abrazo.- ¿Sabes Katalina? , llegué solo ayer, ansiaba verte. Mi hermana me dijo dónde encontrarte.-  Catalina recordó, en ese momento, que también su hermana le había dado la noticia ese año setenta y tres. Llorando le había comentado:- Amiga, Vicho tuvo que dejar el trabajo. Abandonó el país para ir a la Argentina, allí tiene amigos que lo recibirán. Acá lo están buscando.- Todas las ilusiones de ambos habían sido tronchadas. Pero, la vida había continuado.
El ingreso sorpresivo de la asistente de Katalina, los hizo zafarse de aquel abrazo.- Disculpe señora, las personas citadas ya llegaron, ¿las hago pasar?- Vicente con una encogida de hombros entendió que debía retirarse, no sin antes decirle:- ¿Nos podremos ver uno de éstos días?, tenemos tanto que contarnos, por favor no me digas que no.- Ella le sonrío, mientras abría la cajita que se encontraba sobre su escritorio, sacó una tarjeta de presentación y con su delicada pluma de tinta color violeta, agregó un número, diciéndole:- Te apunté mi número privado, puedes llamarme cuando quieras. - Al despedirse Vicho le susurró al oído, “estás muy linda”.
Al día siguiente recibió el esperado llamado:- Katalina ¿dispones de tiempo hoy en la tarde? - Se oyó de parte de ella un fuerte y repetido.- ¡¡¡SIII, SI!!!  - como respuesta- Una colega me reemplazará, nos vemos en el Café de siempre, aún sobrevive.
Antes de ir a su gran cita, Katalina se probó muchas tenidas, buscaba alguna prenda que les trajera recuerdo. Sólo encontró su viejo y atesorado cintillo que había guardado celosamente. Lo colgó en su bolso, ahora ya no lo podía usar atado a su frente, no luciría bien, los años habían pasado, los hippies que fueron, casi estaba olvidado.
Al entrar al café lo pudo ver en el fondo del largo y angosto salón, sentado en el lugar de siempre, lucía como en aquellos tiempos, con su barbilla y bigotes que lo hacían tan especial. Curiosamente no habían encanecido, como su pelo, que le daba un aspecto aún más interesante y atractivo. Al levantarse para saludarla, acercó su mano al cintillo que adornaba el bolso de ella, mirándola tiernamente le dijo:- Veo que aún lo conservas, no sabes cuánto me agrada y cuántos recuerdos llegan a mi mente.
Ya sentados, uno frente al otro, sin dejar de mirarse, Vicho continuó enrollando entre sus ágiles dedos el papelillo con tabaco con el que liaba un cigarrillo: - Me doy cuenta que no te has modernizado Vicho, sigues confeccionando tus propios cigarrillos.- Sí, me acostumbré, me parecen más sanos, los de hoy contienen mucho alquitrán y otros químicos. Por lo demás, me he convertido en un fumador ocasional.- Tomándole las manos entre las suyas le preguntó:- Catalina, tenemos tanto de qué hablar, son muchísimos años los que han pasado. ¿Te parece si luego de tomarnos el café, nos vamos a un lugar más tranquilo?- Era lo que ella estaba esperando, quería saber de él, de su vida, de sus planes. Inmediatamente fue ella quién le respondió.- Sí, pienso lo mismo. ¿Te parece si nos vamos a nuestro pueblo?- Era precisamente lo que Vicente había programado, su hermana le había pasado las llaves de la cabaña.
Mientras Katia conducía su vehículo, preguntó.- ¿Vicho, quieres conducir tú?- un poco dudoso le respondió:- No estoy seguro, ya me acostumbré a manejar al revés, quiero decir con volante y pista a la derecha. Aunque la verdad es que esta cuesta la puedo manejar con los ojos cerrados. Más de alguna vez lo hice cuando conducía mi moto, ¿la recuerdas?- Por supuesto cómo podría olvidar a la noble Gitana, que a tantos lugares nos llevó y recuerdo también que la bautizaste así por tu amigo, el Gitano Rodríguez.
Katalina le cedió el volante, bajaron la culebrosa cuesta, aunque ahora más moderna con doble pista y barandas de contención. Más allá, el profundo acantilado, recibiendo en sus rocosas orillas el constante golpetear de las olas del bravo mar. Vicho, suspiró profundamente, alargó su mano izquierda y dio unos suaves golpecitos en la pierna de ella. Se miraron tiernamente con inmensa melancolía:- Ya llegamos Catalina. ¿Recorremos primero nuestros antiguos y secretos lugares de hace tantos años?- Claro, pienso que ya presienten nuestra cercanía, también han sufrido tu partida y nuestra ausencia. Se alegrarán de volvernos a ver juntos. Yo vine muchas veces a solas, a buscar recuerdos en estos acantilados, a llorar desconsolada y gritar enrabiada tu nombre por si aparecías, pero solo el eco lo repetía y lo devolvía burlonamente a mis oídos.
Los recorrieron uno a uno, sin decir nada, solo permanecían unidos el uno junto al otro. Aferrados a esos hermosos recuerdos. La emoción se les hacía muy fuerte. Las silenciosas lágrimas de Katalina humedecían  sus mejillas. Vicente las secaba con las palmas de sus manos. Entre suspiros Katalina le preguntó.- ¿Nos podemos ir? Creo que es suficiente, hace mucho frío:- Sí, vamos, el viento tan especial de este lugar nos calará los huesos y pronto caerá la tarde, el sol ya se está escondiendo.- En esta ocasión el eco no se había burlado de Katalina, no había ido a gritar su nombre, se encontraba junto a él.
-¿Sabes Vicho?, no había vuelto a entrar en esta cabaña. Nunca tuve las fuerzas para ello, está igual, sólo han cambiado el piso, ya no crujen las viejas tablas enceradas, que nos delataban al entrar. Se ve bien este cerámico, aunque moderno es rústico.- Calmadamente, Vicente acoto:- Sí, no está mal, pero me resulta un poco frío, la tabla era más cálida. Ahora ya no podremos caminar descalzos como antes. Encenderé la chimenea para temperar la sala.- Mientras tú haces eso, yo prepararé algo para comer - le señaló Catalina - y por favor, también algo para beber. - le gritó Vicente mientras caminaba hacia la leñera.
Luego de encender los leños, Vicho acercó el viejo sofá cerca de la chimenea. Al llegar Katalina con la bandeja con sándwiches y café le dijo: - El café viene con malicia. -Él le quitó la bandeja de sus manos y la dejó en una mesita cercana. Acercándola hacia él la beso suavemente y en un susurro le preguntó:- ¿Kati, quieres que estire el sofácama?- La había llamado Katy, ella inmediatamente reconoció ese llamado, sólo le respondió con una tierna sonrisa de asentimiento. La ropa de ambos se dispersó por toda la sala, se encontraban nuevamente amándose en ese viejo y cálido sofácama. Los leños chirriaban en la chimenea, señal de que el fuego comenzaba a temperar  la sala.
El canto de un búho los despertó muy acurrucados, ya había oscurecido, no era tan tarde, tenían tiempo para tomar el café malicioso y contarse sus vidas  de los últimos veinte años.
-Katalina - le comentó Vicho - yo me casé con una mujer argentina, ella me ayudó mucho, siempre ha solidarizado conmigo, tuvimos  hijos, nos fuimos a Inglaterra como refugiados. Al principio fue muy duro, pero luego  de aprender el idioma, las cosas fueron mejorando para nosotros, logrando desarrollar actividades relacionadas con mi profesión. La vida allá es muy diferente, se extraña la tierra y la gente de uno. ¿Sabes?, el destierro resulta muy cruel, te corta las raíces. Yo me siento chileno, mi mujer argentina y mis hijos que son mitad chilenos, mitad argentinos, se sienten ingleses. La relación con mi mujer, con los años se ha ido enfriando, pero ya hemos formado una familia, veo muy difícil que eso se arregle y también muy difícil que se rompa… Pero cuéntame de ti Katalina, quiero saber más de ti, por mi hermana algo supe, cuando viajó  a visitarnos. Dime ¿por qué estás sola, qué ha sido de tu vida? –Katalina, un tanto incómoda le respondió:- Mi vida, mi vida eras tú, la proyectaba contigo, pero no pudo ser. Me costó entender todo lo sucedido, me dolió esa separación. Afortunadamente en un momento de cordura pude seguir la carrera que tanto me apasionaba, ¿lo recuerdas? Profesionalmente me he sentido realizada. Apareció en mi vida un príncipe azul, pero al poco tiempo la relación cambió, se deterioró a tal extremo que terminó en una separación. Desde entonces no hubo nadie importante, soy feliz con mis hijos y he vivido para ellos.
Vicho, le tomó las manos diciéndole:- Katalina, no imaginas cuánto deseé regresar, volver a estar junto a ti, nunca te he olvidado, en momentos de tristeza tu recuerdo me acompañaba y reconfortaba. Ahora que he vuelto a verte,  prometo que regresaré todos los años, cada verano te visitare, incluso me gustaría vivir meses acá y meses en Europa, no quiero alejarme de ti nunca más.
Katalina, aún más incómoda, respondió tranquilamente: – ¿Sabes Vicho?, también yo te he recordado, mi corazón estaba herido, pero aunque esa herida ya no sangra, frecuentemente me señala su cicatriz. Nunca entendí ¿por qué después de largos años no intentaste ubicarme? sólo para hablarnos, para acabar algo que no terminó, eso me ha dolido mucho. Este encuentro ha sido maravilloso, por muchas razones, principalmente porque cierra un capítulo inconcluso de mi vida ligada a ti. Lo que pueda venir ahora es incierto. Has regresado, pero volverás a partir una y otra vez, siempre será así.
Por lo que fuimos alguna vez, siempre yo dispondré de tiempo para ti cuando aparezcas como un cometa, porque el cuarto de mi corazón herido te pertenece, pero debes saber que después de oír tu promesa, no me cierro a la posibilidad de recibir, en mi vida, a un hombre que merezca las tres cuartas partes sanas de él, solo el tiempo y la vida lo dirán.


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