LAS LLORONAS (Oficios)
Se acercaba el
medio día, en un día de verano. Recuerdo que lentamente, junto a mi madre,
caminábamos por las polvorientas calles de Mulchén, mi pueblo sureño. El calor
era sofocante, por eso mi alivio fue grande cuando ella me invitó a visitar a
su comadre Juanita, más conocida como la “llorona”. Era tema de muchos
comentarios y pelambres entre los vecinos, lo que acrecentaba mi curiosidad por
esta mujer. De ahí que, para recabar todo acerca de su trabajo, lo fui juntando
como lo permitieran las circunstancias y mis diferentes fuentes de información.
Primero supe que
las lloronas necesitaban de la muerte para existir, vestían de negro y eran
contratadas para ir de muerto en muerto, de velorio en velorio y de entierro en
entierro. Llorando y lamentándose ruidosamente, por la insoportable pérdida de
un ser querido que, la mayoría de las veces ni siquiera conocían.
Este cruel oficio,
pensé que era cruel, porque ellas adoptaban voluntariamente el sufrimiento, el
luto y la tristeza del suceso, aunque sus servicios fueran cobrados. Los
dolientes pensaban que mientras más se llorase por la partida del fallecido,
era porque la vida de éste, había sido más relevante. También se especulaba que,
las lloronas eran contratadas para que sus llantos limpiaran de pecados el alma
del muerto, facilitando de esta manera un alcance rápido a la eternidad. Además
de derramar lágrimas, estas lloronas servían para que los deudos pudieran
atender, de manera adecuada, a quienes habían venido a la ceremonia de
despedida.
Recuerdo que mi
madre nos comentaba que, la comadre Juanita comenzó a dedicarse al oficio de
“llorona”, como la mayoría de las mujeres que reunían ciertas características.
Generalmente eran de clase humilde, de mediana edad y se habían quedado solas
por diversas razones, algunas viudas como su comadre, pero que en definitiva
esta actividad la ejercían más por necesidad que por obtener satisfacción
moral.
Una vez finalizado el entierro, la
llorona recibía el pago de sus honorarios por el trabajo. Esta retribución
podía ser en dinero o víveres, como trigo, yerba o harina.
El origen de la
palabra llorona proviene del verbo plañir, es decir gemir y llorar
sollozando. Esta tradición se realizaba en los velorios donde había escasa
presencia de personas y sus orígenes están en el antiguo Egipto. Sus servicios
eran variados, tales como lamentos que podían convertirse en gritos desconsolados,
golpes en el pecho, tirarse de los cabellos o echarse tierra en el cuerpo. Manifestaciones
que a la postre permitían teatralizar el profundo dolor que conllevaba la
pérdida de un familiar querido.
Otros textos
señalan que “la llorona” es un oficio de origen hispánico que, se arraigó en
algunas regiones de México, como en el estado de Oaxaca. Generalmente se
llevaban de 3 a
4 plañideras. Para cada difunto la familia contrataba a estas mujeres, para que
sus llantos y gemidos amenizaran el velorio. Propiciaban un espacio en donde el
sentimiento trágico se revelaba como parte del componente de una cultura, donde
la muerte es un elemento determinante.
Finalmente ir de
muerto en muerto, de velorio en velorio, de panteón en panteón y siempre vestir
de luto, es un oficio casi olvidado que necesitaba de la muerte y con ella
murió. (Grupo Literario LiteRatis)
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