MONÓLOGO DE LA
ESTATUA DE CRISTOBAL COLÓN
Sobreviví al bombardeo del 55; pero esto es el colmo…
Si
Arnaldo, gentil-hombre, que con
tanta maestría me creó, estuviera aquí,
no habría soportado semejante afrenta…
¡Desalmados!
Atreverse a bajarme de mi pedestal y dejarme recostado aquí, como si fuera
un ignorante sin estirpe.
Me
duele la espalda…Esta cama de madera y hierro, es incómoda…
Me
preocupan mis vestidos. En esta
posición, se irán deteriorando con las lluvias, el viento y el sol abrazador de
Buenos Aires, que no perdona…
Algunos
turistas me miran con asombro…
Dicen
que fueron a Génova; que visitaron el
museo…
He
pensado en volver a mi casa natal, pero eso no será posible por obvias razones…
He
de ser sincero conmigo mismo. Me estaba
mareando, arriba de esa bendita columna.
Y
esos grupos que habitan en el sur, allá abajo… Han agotado mi paciencia con
tanta habladuría…
Extraño
mi vida de navegante… La majestuosidad del mar; la inquietud por lo
desconocido…No he sido hombre de quedarme quieto…
Es
jueves. Integrantes de la colonia italiana, en este extraño paraje, han
venido a protestar por mi situación.
Están
alterados. …
¡Por
las barbas de Neptuno! ¡Esas mujeres
gritan como demonios!
¡Qué
hermosa noche! Con la gracia de Dios
no han de llevarme a Mar del Plata… ¿Será un lugar peligroso?
Las
gentes han dejado la plaza… Un poco de silencio…
El
palacio rosado y yo, nos hacemos compañía…
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