lunes, 23 de noviembre de 2015

Agustín Alfonso Rojas-Chile/Noviembre de 2015



UN AMIGO
Con amigos como éste amigo
¿Para qué quiero enemigos?

Al galope, las sombras de la noche se acercan desde el océano. El sol escapando de la oscuridad, se oculta lentamente tras el horizonte envuelto en el rojo carmesí de las nubes. Desde el mar se levanta una mojadora llovizna, envolviendo con su manto gris la exclusiva comarca. Sólo se escucha en el silencio de aquel húmedo atardecer, el murmullo del mar al lamer las suaves arenas de la playa privada, llegando atenuado a los oídos del enigmático visitante. Hay varias viviendas en el condominio, al interior de un bosque de pinos, cipreses y otras especies, hermosos jardines rodean los senderos adyacentes.
            El hombre empinado en la punta de sus zapatos, sujeto con la yema de los dedos al alfeizar del ventanal, ubicado más alto que su estatura, a través de los vidrios escudriña el interior de la vivienda. Pronto abandona su incómoda posición. Rodea la casa, manipula la cerradura y ésta cede; finalmente entra. Conoce bien la distribución de muebles y ornatos. Con sigilo, en medio de la oscuridad, recorre el largo pasillo que lleva a la escala de acceso al segundo piso. Allí están ubicados los dormitorios. Sube con precaución, lentamente. Transpira copiosamente. Las piernas le tiemblan, sin embargo, va decidido.
            A su paso coge desde una mesa de arrimo, un pesado “Buda” de bronce, que usará como arma, si es efectiva la información que semana a semana ha llegado a su Blackberry:
            -Los miércoles a las 19 horas, Mariela recibe en tu casa al primo Manuel y éste se retira pasada la media noche….Un amigo.
Su trabajo como vendedor viajero le lleva por largos períodos lejos de su hogar. Esta vez su regreso estaba programado para el domingo siguiente. Sin embargo, dado el texto del mensaje, decide adelantar el viaje y enfrentar la situación de una vez por todas. Hoy es miércoles, y él va al encuentro de la verdad. Mira su reloj, son las 22 horas. En este momento el primo Manuel debe estar en brazos de ella. Sigue avanzando silencioso. Las venas de su cuello las siente henchidas de sangre. Su respiración se acelera mientras se acerca al dormitorio. Por la ranura inferior de la puerta se filtra un fuerte resplandor de luz. Apoya el oído a ésta. Se escucha una suave melodía. Un romántico bolero le llega desde el interior…Abre la puerta lentamente, con temor, odio y deseos de venganza. Con el Buda aferrado en su mano, termina de abrirla bruscamente.
            ¡Sí, ahí está ella, tendida en la cama! Sostiene en sus manos la novela “Cumbres Borrascosas” de Emily Bronté. La mujer sorprendida lanza un grito.
    -¡Me asustaste¡ Te esperaba para el próximo domingo. – dijo después que se hubo repuesto de la sorpresa.
     El hombre perplejo, deja el Buda sobre el velador, se acerca a su mujer, la besa suavemente en la frente, y se tiende a su lado sollozando. Mariela no logra comprender las lágrimas de José Ignacio.


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