viernes, 19 de febrero de 2016

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Febrero de 2016



EL ALBATROS

La espuma juguetea traviesa por la extensa orilla, pero en el farallón escarpado, el soplo violento de Eolo lava incesante la fría superficie oscura, inclemente, como un torbellino.
     El albatros se ha posado en aquella cresta irregular. Debe descansar de tan largo viaje. Regresa de soledades heladas, de largos inviernos y cortos veranos. Mas, este lugar es conocido, fue en otra vida, sin alas ni plumas. Allí estuvo, pero con larga cabellera y vestida de mar. Lo conoció entre algas y moluscos que él recolectaba para su familia, ellos lo convertirían en dinero para sobrevivir. El adolescente era casi un Dios griego, hermoso y de profunda mirada de cielo.
Ella lo conoció, mientras flotaba blandamente sobre el oleaje y, él buscaba afanoso aquellos frutos del mar. Ambos se descubrieron en su soledad y se comunicaron con el lenguaje de los enamorados. Los encuentros entre sol y luna los acercó aún en sus diferencias.
     Hasta que un día su padre, el rey de las profundidades, lo supo. El castigo fue severo, convertida en un hermoso ejemplar abrigado con plumas, grandes alas y un poderoso vuelo que podía devorar grandes distancias, fue desterrada a lejanos lugares.
     Sin embargo, deseaba verlo una vez más, y volvió a detenerse muchas veces en ese lugar sin conseguirlo.
     Hasta que un día, avistó a un hombre de andar cansino apoyado en su bastón. Un gorro negro cubría el blanco de su cabello. Supo que era él en cuanto se acercó, y se dirigió directamente hacia el farallón.  
     El transcurrir de sus tiempos había sido diferente, para ella unos días. Para él, casi toda la vida. Pero ambos prendidos a un recuerdo.           
La voz de un niño se escucha a lo lejos:- ¡Abuelo, regresa, no vayas a caerte entre las rocas!

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