miércoles, 20 de abril de 2016

Isidoro Gómez Montenegro-México/Abril de 2016



Añoranza


El pintor no pinta, lo que no imagina.
El que escribe no puede iluminar con sus palabras
lo que crea, menos sin luz; en una noche.
No habrá lugar donde puedan amarse los amantes,
lejos del mundanal ruido.
Mientras no pronunciemos sin prisa la palabra amor.
Ni tú, ni yo, podemos hablar entonces de soledad,
cuando entre tanta gente caminamos.
No nos miran, ni escuchan nuestras pisadas.
Sus ecos templan la prisa de vivir.
Otros viandantes; otros viadores.
No es habitable, no es apacible;
para una pareja que se ama
unas veces con ansiedad; otras con ternura.
Todo nos confunde…
ésta soledad fortuita de tardes solitarias.
A menudo, cuando cerramos los ojos
y no podemos pronunciar palabra,
se derrama una lágrima, se derrama silencio.
A nuestro lado pasan vehículos,
como si les faltara tiempo para llegar a su destino.
Es el mismo de siempre.
Pronto comenzará a llover,
es invierno y sentimos frío en la piel.
Dilacerante destino de sentirnos solos.
El filo del viento nos  hiere profundamente…
Los perros orinan las aceras,
siempre en el mismo sitio
y nuestras pisadas  se yuxtaponen
a otras, de otro tiempo,
que han caminado otros viandantes.
Cuando el agua clara empieza a gotear
se vuelve azul como el cielo.



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