jueves, 21 de julio de 2016

Julio César Corvalán-Chile/Julio de 2016

La Antártida llora cascadas de sangre
Vestigios de un tiempo que no volverá
Glaciares eternos, monumentos e iceberg…
Gigantes de hielo en un campo austral.
La Antártida llora su clamor abatido
Un llanto de siglos, más salado que el mar.
Donde emerge la vida en cauces rojizos.
Preñados del  eco, de tiempos atrás.
La Antártida llora y hay sangre en su nieve
Hay fuego en sus sienes, derritiendo su edad,
El valor del progreso se ha cobrado con creces…
Recaudando el suceso del calentamiento global.
La Antártida llora cascadas de sangre
Al desleír sus instantes,  al abolir su fanal.
¿Dónde irán los pingüinos y los osos polares?
¿Será solo un gran mito la Aurora Bolear?
La Antártida llora, un pesar, un suplicio,
su impoluto estrato, lo ha cruzado un puñal,
las venas del mundo han llorado en un río…
Ustible y viscoso, ansiado y voraz.

Diamantes de luz, carámbanos de estío…
Se derrumban inertes, en campo polar.
Se apaga el fulgor de todos tus bríos
Se diluye tu estipe milenario en el mar.
Pareciera que el hombre no escuchara sus gritos,
Pareciera que el frío, escarchara su afán.
Las voces del mundo y todos sus vicios,
Acallaron el grito de auxilio  final.
La Antártida llora cascadas de sangre,
Se respira en el aire, lo que causa su mal…
Cada vez que el progreso muestra sus fauces
y se alza en ostentos, se derrumba aún más.
Ecos de un mundo silente,
Alaridos de un minuto final
Ante los ojos del mundo, la Antártida muere…
Mientras el mundo,  le ayuda a expirar.
Si el cosmos conspira y se mueve,
Si el destino está escrito y vendrá,
Si en la vida, los milagros florecen…
No dejes morir  el tesoro crucial.


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