El cantor de tango
Cuando vuelvo de la escuela, tomo la leche
y me voy a la puerta , me siento en el escalón del zaguán con alguna
muñeca o las figuritas que guardo dentro de un libro. Al ratito nomás empieza
la música en el Club que está justo, justo enfrente de la casa de la abuela, sí
de mi abuela, la Nona,
porque cuando nació mi hermana, yo, que tenía seis años me puse rabiosa de
celos, parecía que me había agarrado una enfermedad de celos y me quise ir a
vivir con la Nona,
el Nono y mi tía soltera, porque ellos
me dan todos los gustos. Yo puedo comer a las tres de la tarde el risotto frío
del mediodía, sentada en el piso del corredor de madera con la olla entre las
piernas. Todos los fines de semana me hacen un vestido nuevo bordado,
porque mi tía es bordadora, y en el verano tomo helado todas las
tardes.
La música del Club no es la que más me
gusta, pero de tanto escuchar ya me sé muchos tangos de memoria. Hay
palabras que en realidad no sé qué quieren decir, por ejemplo: percanta,
amuraste, pelandruna. Mi papá se los canta todos y el vecino los silba. Lo que
me encanta es el vals, ése de una “Palomita blanca” lo canto y lo bailo
hasta quedar mareada.
Hace como tres semanas que en el Club
anuncian un baile con una orquesta y un cantor de tango muy famoso. Todo el
barrio está alborotado, no hay uno solo que no quiera ir, los escucho hablar
cuando voy al almacén o a la panadería.
La
Chola, mi prima que ya es grande, quiere ir a la
peluquería a alisarse el pelo, que lo tiene enrulado, requete enrulado como
motitas, pero el tío Ernesto, su papá, le dice que para qué va a gastar plata
si cuando llegue el cantor las motas le habrán vuelto y habrá gastado un montón
de plata al “divino botón”. Mi tía en cambio no quiere ir porque tuvo mucho
trabajo con el bordado y no se pudo hacer ningún vestido nuevo, y dice:- Yo, no
voy a ir a un baile con un cantor como él, con un vestido que ya me lo vio todo
el barrio…
Marta, la vecina, la del marido que silba
todos los tangos, está como loca ensayando el tango con cortes…Yo al principio me asusté cuando ella le contaba a la
Nona, pensé: ¿será peligroso un tango con cortes?, porque los
compadritos usaban tanto los cuchillos en la cintura y se armaban tantas
peleas…lo vi en una película en el cine Hispano de San Fernando, mi tía me
lleva cuando va con el novio, bah, me tiene que llevar, si no, la Nona no la deja ir sola. Bueno
ya me voy para adentro, empezaron los mosquitos, la Nona debe tener la comida
lista.
Hoy estoy en la vereda jugando a la
rayuela, la marqué con un pedacito de ladrillo.
Escucho la música del Club y voy saltando.
Están pasando una divertida: “Por cuatro días locos” ¡Qué risa!
El frente del Club está lleno de gente,
para mí que están sacando entradas para el baile de mañana. ¡Qué suerte mañana
no voy a la escuela! ¡bah! no es que no me guste estudiar, pero también me
gusta hacer otras cosas… ayudarle al Nono a sacar las orugas de las plantas de
tomate, o tenerle el canasto a la
Nona cuando corta los racimos de uva, o bajar los caquis con
la caña…
¡Uy! qué tango tan triste, parece que a un
lorito lo abandonaron porque dice: “Al cotorro abandonado…” y para colmo “ el
perrito que no comía…” Mejor me voy para adentro, ese tango me va a hacer
llorar.
Hoy es el día del baile, hay gente por
todos lados, salen y entran llevando cosas, bajan mesas, sillas, cajones con
bebidas, lo mismo que cuando hay un casamiento. La plazoleta está repleta, en
el Club empezaron con la música temprano y pararon sólo un rato a la hora de la
siesta. La abuela me dijo -Hacé una siestita porque si no te vas a quedar
dormida antes de que empiece el baile, -así que todos dormimos para poder
ver lo que pasa en el Club, desde
nuestra vereda. Comimos temprano unos “sanguches” de mortadela, que a mí, es el
fiambre que más me gusta. La Nona
no tenía ganas de ponerse a cocinar con el acontecimiento. –Por un día que
comamos liviano, no nos vamos a morir… -dijo.
Sacamos las reposeras a la vereda y
prendimos una espiral para ahuyentar a los mosquitos. Dejamos una cervecita al
frío para la noche tarde.
El Club encandila de tantas luces, me hacen cerrar los ojos. Todos
los socios colaboraron para pintarlo y
se ve como nuevo.
Mi tía dice que le duele el estómago de los
nervios, le dan ganas de cruzar y pararse en la puerta del Club para cuando
llegue el cantor, pero la Nona
le dijo: ¡Estás loca! una chica de su casa no hace eso. Ella cruzó a la
plazoleta y se quedó sentada en un banco como una estatua.
¡Uy! llegó un colectivo raro, cómo corren
los vecinos, no falta nadie, la
Kuky, mi amiga, un poco más grande que yo, está con la
abuela, a ella la crió la abuela, porque dicen que la madre se fue un día a una
Milonga y no volvió más, no sé por qué a la gente le gusta tanto la Milonga si los atrapa y no los deja volver a la casa. Yo cuando sea
grande ni pienso ir a una Milonga porque no podría vivir sin mi familia.
¿Será el cantor? no se ve nada, tendrían
que haber puesto un farol bien grande en la vereda del Club. ¡Ah! es la
orquesta, están bajando los instrumentos. Ahí viene mi tía corriendo, dice que
son los músicos ¡Ah! qué gracia, ¡chocolate por la noticia! ya me había dado
cuenta, pero ¿y el cantor? Parece que él viene aparte, por la fama que tiene. Me
estoy aburriendo…voy a buscar la soga así salto un poco.
¡Ah! Ahí sale la vecina Marta, toda
emperifollada, casi no la reconozco, parece una estrella de cine. Lo que me
gustaría verla bailar los tangos con cortes…y Jacinto el marido, el que silba,
tiene un traje como de casamiento, ¡ah! se puso un pañuelo grande en el
bolsillo del saco ¿estará resfriado? ¡humm! desde acá se siente el perfume Citrus
que se pusieron…
¡Ah! mi tía se cruzó de nuevo, -¡Qué
engrupidos! -le dijo a la Nona-,
casi ni saludaron la Marta
y el Jacinto.
¡Cómo tarda el cantor! Ya le pregunté como
diez veces a la Nona
¿cuándo viene el cantor? , tengo sueño… -Te dije que hicieras la siesta…me voy
a buscar la pañoleta que está refrescando, vení ponete el saquito.
-No, no tengo frío, -yo en realidad no
quiero taparme el lindo vestido que me puse: el de plumetí rosa con cintitas de
seda.
¡Ahora sí!, llegó un auto enorme, negro
brillante, los curiosos de la puerta del Club que son como mil, corrieron de nuevo, el auto ni se ve ahora, me paro en
la silla, ¡ah! Nona le veo el jopo…y la corbata rayada bien gruesa… ¡cómo lo
están apretando pobre hombre!, hasta pusieron un policía para que no le
arruguen el traje…
¡Lo veo Nona, lo veo, es el que vi en la
película! Por suerte le ayudaron a entrar al Club, parecía que los vecinos lo
querían atrapar y llevárselo a la casa.
¡Ah! cerraron las persianas …ahora ya no
podemos ver para adentro, bueno pero podemos escuchar. ¡Qué griterío y cómo
aplauden! Yo no sé por qué no lo dejan cantar tranquilo…¡Ah! Este tango me lo
sé, es de una chica que nació con el pelo mota como mi prima Chola. Ella al
final fue al baile pero no se alisó las motas en la peluquería, le hizo caso al
padre. La hermana le envolvió la cabeza con el pelo bien, bien mojado y con
gomina, se lo re estiró y le puso un
pañuelo apretado, durmió así toda la
noche y se lo sacó antes de ir al Club, ella estaba contenta, pero las hermanas
tenían que taparse la boca, de la risa que les daba.
¡Uy! se volvieron todos locos, me había
quedado dormida a upa del Nono. Este tango es el que más gusta, mi tía dice que
es dedicado a la Porota
y su marido Raúl, porque son dos “pitucos”.
¡Ah! cómo me quedé dormida anoche, no pude
ver cuando salían todos del baile.
Hoy, cuando fui a comprar el pan, seguían
hablando de lo mismo. El más chico de
los Salas decía: A mí me tocó la cabeza…
Don Juan el sastre: a mí me dio la mano…
Pirucha, la peluquera casi llorando contaba:
a mí me saludó ¿cómo está la buena moza?
Miguelito, el canillita contó que le
preguntó: ¿cómo va la venta pibe?, que para mí es mentira. Yo, entonces les dije:
¿saben que yo lo vi, bien, pero bien de cerquita? y le pregunté: ¿cómo está don
Alberto? Y él me miró, me alzó, me dio un beso y me dijo: ¿qué querés que te
cante linda?
Y…sí, dije una mentirita, pero podría ser
verdad, total ninguno de ellos le puede ir a preguntar a Alberto Castillo,
porque él nunca está en la casa, se la pasa recorriendo sus cien barrios
porteños.
Muy buen texto; gran calidad narrativa.
ResponderEliminarLilia!!!!!! que bueno tu cuento !! me encantó!!!, tan bien relatado y la picardía final de la niñez, genial. Felicitaciones
ResponderEliminarbeso Josefina Fidalgo