LOS OTROS DÍAS
Por la
abierta ventana respiro con avidez el aire matinal. Ante mis ojos se
desenvuelve otro día. Pleno de afanes, salpicado de pequeños hechos que se
suceden uno tras otro como esos vehículos que ya comienzan a desfilar bajo mi
ventana. Todos. Absolutamente todos, presurosos hacia el centro, las oficinas ,
el comercio, la banca, la vida entera de la gran ciudad que pronto comenzará a
hervir, hacer ruido sacudir papeles, ventilar cifras, números, billetes,
valores, acciones, dinero, mucho dinero. El mismo que acciona las máquinas, las
importaciones. El que vuelve deslumbrantes las vitrinas, el que alfombra el
ruido, el que impacta con trajes, joyas, amoblados, cristales, porcelanas,
obras de arte. El que hace surgir un negocio, una empresa, una industria, o la
estrella en el fracaso hundiéndola despiadadamente en la quiebra...Dinero es el
que hace avanzar vertiginosos esos automóviles bajo mi ventana. El que llena de
bullicio la avenida y la anima jaspeándola de colores. Una policromía vibrante
de ruidos, calor y gases que intoxican el aire y los pulmones de los
ciudadanos, en nombre del progreso...
Micherardo,
mi Micherardo, ha partido también en su Mercedes. También él maneja con su impulso,
su cerebro, su inteligencia la danza de los negocios. Moviliza seres,
maquinarias, intereses, impuestos, leyes, utilidades. Sobre él gravita una
porción, quizás no observable, pero parte importante del complejo industrial
que la moderna tecnología denomina “Mercado de Capitales”. El elabora,
proyecta, ejecuta y moviliza el proceso tecnológico, industrial y comercial.
¿Cómo no sentirme orgullosa.
Todo eso y mucho
más es Micherardo. ¿Cómo no gritar al aire por esta abierta ventana que si todo
eso es para los demás, para mí, la fidelidad de su cariño constituye el resguardo
a mi protección, la previsión de mis necesidades, la satisfacción de mis caprichos,
el dichoso encanto de esta lujosa vivienda frente a la avenida y, lo más
importante para una mujer, el calor de su abrazo y el fuego de sus besos?
¡Oh,
Micherardo! ¡Mi vida está llena de ti! Antes de tenerte era sólo un vacío
cascarón. Vibrando está aún en la habitación el calor de tu voz y cada frase
tuya va conmigo, me acompaña todo el día y tu mirada está dentro de la mía y
por esa circunstancia todo lo que veo lo capto a través de ti...Y has moldeado
tan primorosamente mi arcilla que mis sensaciones son las tuyas y cuando estás
preocupado siento yo el peso de tu angustia y, si estás nervioso, mi organismo
está tenso como cuerda al cortarse... Y, si plácido en la tarde, está tu ánimo
en tren de confidencia, la quietud abre la paz en mi espíritu y conversamos con
la serena suavidad de dos vidas paralelas...Y cuando la risa y alegría
estremecen tus hombros, se hace franca y ancha la puerta hacia la felicidad...
Y hoy y mañana
y pasado mañana te tengo y te tendré. Pero llegará el domingo, Micharardo...
¿Por qué tendrá qué llegar? Y tendrá que venir también otra Navidad y Año
Nuevo... ¿Por qué Micherardo? Una amalgama de sentimiento me aplasta cada día
de fiesta. En la semana floto en una ingrávida atmósfera de irrealidad.
Compartimos trabajos, preocupaciones, afanes, distracciones, afecto, amor,
cariño, amistad...El sábado ya tiemblo...Y el domingo...¡Oh, Micherardo!
Debería sentirme ya totalmente adaptada a esta situación. No en vano han
transcurrido veinte años entre nosotros, pero Micherardo. nunca te lo he dicho
y jamás lo sabrás, mi tristeza nunca ensombrecerá tu vida, pero envidio a la
humilde mujercita que en el centro puede mirar vitrinas colgada del brazo de su
marido...
Se han
perdido en mi memoria las veces que los domingos entro a un cine para acortar la
tarde...Y si los árboles del parque hablar pudieran, contarían de una solitaria
mujer que los sábados en primavera, contempla nostálgica las parejas
bulliciosamente abrazadas a plena luz, frente al mundo...
Prejuicios no
tengo y sé lo que hago. Siempre lo supe. Conocía tu condición y no me he
arrepentido de haberte ofrendado mi juventud, mi nombre y mi vida. Pero, me
ahogo en el vacío de los domingos. Una inmensa nostalgia apaga mis velas cada
Nochebuena y al dar las doce campanadas cada año que termina, no están tus
brazos para estrecharme... Y los niños que cantan y gritan felices con sus juguetes
nuevos no son los nuestros...
Porque yo soy LA
OTRA. La de los OTROS DÍAS. La que no se exhibe. La que
disipa preocupaciones. La que siempre está mimosa, arreglada, atenta y
obsequiosa. La que no fastidia con desagradables problemas domésticos, chismes
de familia o enfermedades. Suave discreta, oportuna, solícita, amante y
cariñosa. Endulza y agrada... Satisface sed de amor, ternura y afecto. O
simplemente acompaña...
¡Sí! Yo soy
esa, Micherardo... ¡La de LOS OTROS DÍAS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario