Luis Benítez responde
“En cuestión: un cuestionario” de Rolando Revagliatti
Luis Benítez nació el 10 de noviembre de 1956 en Buenos Aires,
ciudad en la que reside, capital de la Argentina. Es miembro de instituciones
de su país, Estados Unidos, Grecia y la India, y ha recibido el título de
Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la
Université de La Sorbonne, París, Francia. Obtuvo, entre otros, el Primer
Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, Uruguay, 1996), el
Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996), el Primer Premio de Novela
Letras de Oro (Buenos Aires, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra
Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). De entre los ensayos,
antologías, etc., a propósito de su obra citamos “Sobre las poesías de Luis Benítez”, de Carlos Elliff (1991), “Conversaciones con el poeta Luis Benítez”,
de Alejandro Elissagaray y Pamela Nader (Tomo 1, 1995; Tomo 2, 1997), “Poemas reunidos” (antología en e-book,
introducción, selección y notas de Elizabeth Auster, 2006), “La poesía es como el aroma. Poética de Luis
Benítez”, de Camilo Fernández Cozman, “La
novelística de Luis Benítez. Aproximaciones críticas a la historiografía, la
mitología y la masculinidad patriarcal”, de Assen Kokalov (2015). Publicó a
partir de 1980 los poemarios “Poemas de
la tierra y la memoria”, “Mitologías
/ La balada de la mujer perdida”, “Behering
y otros poemas”, “Guerras, epitafios
y conversaciones”, “Fractal”, “El pasado y las vísperas”, “La yegua de la noche”, “El venenero y otros poemas”, “La tarde del elefante y otros poemas”, “Manhattan Song. Cinco poemas occidentales”,
“La tierra permanece”, etc. Su libro “Amores patrios (las más conmovedoras
historias de amor de la Argentina” fue editado en 2012. Publicó a partir de
1997 las novelas “Tango del mudo”, “El metro universal”, “Hijo de la oscuridad”, “Sombras nada más (una novela del peronismo
mágico)”, “Madagascar” y “Los amantes de Asunción”. De su
dramaturgia se socializó en 2006 la pieza “18
whiskies”, así como de su cuentística fueron dándose a conocer, por
ejemplo,“Zapping”y“Las ciudades de la furia”. Algunos de
sus libros de ensayo son los titulados “Juan
L. Ortiz: el contra-Rimbaud”, “El
horror en la narrativa de Alberto Jiménez Ure”, “Jorge Luis Borges: la tiniebla y la gloria”, “La novelística de Teódulo López Meléndez: escribir desde la fisura”,
“Carl Jung: un chamán del siglo XX”, “Sigmund Freud. El descubrimiento del
inconsciente”, “Erich Fromm. El amor,
el psicoanálisis y el hombre”, “Digresiones”,
“Historia de la poesía argentina”.
1: ¿Cuál fue tu primer acto
de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
LB: Un cuento, a los doce años, horrible, titulado “La rata verde”, con el que
gané un concurso en el colegio. Afortunadamente no conservé ese texto.
2: ¿Cómo
te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
LB: Me encantan la lluvia y las tormentas, en especial el olor del ozono y el
de la tierra mojada. Ver sangre no me gusta, especialmente si es la mía. La
velocidad me parece detestable, sobre todo porque les agrada a la mayoría de
los tontos que conozco, y en cuanto a las contrariedades me revientan pero,
viviendo en la Argentina, me tuve que acostumbrar a sobrellevarlas.
3: “En
este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro
rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He
oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
LB: La inspiración es algo que hay que acostumbrarse a invocar a voluntad, para
poder arrancar con el trabajo de escritura. En poesía cumple un papel
fundamental, pero en narrativa la cosa es muy distinta: hay que disciplinarse
uno mismo y también disciplinar a la inspiración, caso contrario no podés
escribir una novela de 528 páginas.
4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la
obra?
LB: De ninguno. Detesto que se ponga en primer plano lo que un tipo padeció,
dijo, hizo o intentó, cuando lo que me interesa primordialmente es su obra.
Sobre todo cuando la subrayada referencia alude a sus vicios y miserias, que
parecen empaparse de grandeza solamente porque le corresponden a un genio.
Siempre es más fácil imitar de algún grande las flaquezas que los méritos. Pero
aunque Dylan Thomas era un borrachín, no cualquier borrachín puede ser Dylan
Thomas.
5: ¿Lemas,
chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
LB:
“El buey
solo bien se lame”, ese es mi favorito.
6: ¿Qué obras artísticas
te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís
quedando, en estado de perplejidad?
LB:
“El Jardín de las Delicias”, de El Bosco, la
primera vez que lo vi en el Museo del Prado. Yo estaba dando vueltas por la
sala contigua y como quien no quiere la cosa, mi mujer me llamó desde la
siguiente, sin decirme de qué se trataba. Fui hasta donde ella estaba y me lo
señaló, sin agregar nada. Fue un shock ver las tres tablas allí, cubiertas de
tanto universo. Y también, en Roma, las ruinas del palacio de Augusto, rojas
sobre el Monte Palatino. Y el Palacio de Cnosos, en Creta, con sus 4.500 años
de antigüedad, pimpante y absoluto a un costado de la ruta. Y Micenas, en
Grecia continental, con la “tumba de Agamenón” (donde nunca fue sepultado
Agamenón) junto a la Puerta de los Leones. Todo lo que desde niño leí sobre
estos sitios y esa pintura, vinieron a mi mente en esos sendos momentos y cada
vez que los recuerdo, como ahora cuando escribo sobre ellos, me sacude algo
maravilloso, no hecho de palabras sino de sensaciones poderosas.
7: ¿Tendrás por allí alguna situación
irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras
contar?
LB:
Papelones protagonicé mil, como todo el mundo,
pero algo gracioso y que todavía me causa mucha risa fue lo que me sucedió en
1979, yendo por una calle del centro de Buenos Aires. Años antes yo había
escrito un folleto sobre trabajo manual para un sello editorial muy importante
en aquel entonces, bien conocido porque, además, era tacaño y demorón para
pagarle a los escritores. Iba distraído yo por ahí, cuando una mujer madura me
llama y me vuelvo hacia ella y no la reconozco. Era la jefa de la colección
donde esa editorial me había publicado el fascículo, en mi caso puntualmente
pagado. La señora, tras darse a conocer, me pregunta si me habían pagado
entonces aquel trabajo. Yo francamente ni me acordaba de él, conque le dije que
no. Inmediatamente me citó en la sede de la empresa, para al día siguiente
abonarme lo correspondiente. Antes de acudir a la cita recordé que sí me lo
habían pagado, pero de todas maneras fui y muy seguro de que me sacarían de
allí a patadas. Eso no sucedió y así fue que me pagaron dos veces. Con ese
dinero y algo más que había ahorrado, pude editar mi primer poemario, que como
la mayoría de los autores, tuve que financiar de mi bolsillo… y gracias a la
mala contabilidad de aquellos sujetos.
8: ¿Qué
te promueve la noción de “posteridad”?
LB:
La seguridad de que yo no estaré allí para ver de
qué fue la cosa con mis obras. Eso también puede ser una suerte para uno, bien
mirado el asunto.
9: “¿La
rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
LB:
La rutina es imprescindible para un autor. Ayuda a ordenar el mundo y
ubicar en él ese lapso destinado sola, exclusivamente a la escritura. Si no
existiera esa rutina —y debe de existir cada día— sería imposible escribir obras
de largo aliento. En cuanto a la rutina que sí me aplasta, es la que tiene que
ver con gente que hace siempre lo mismo, dice cosas similares, piensa de modo
invariablemente parecido, y que, por causas de fuerza mayor, debemos tolerar a
nuestro lado. Eso me agobia y me resulta absolutamente insoportable.
10: ¿Para
vos, “Un estilo perfecto es una
limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus
Barga? Y siguió: “…un estilo es una
manera y un amaneramiento”.
LB:
El estilo debe ser cambiante y plástico, o se corre el peligro cierto de
la autofagia. La perfección a repetición —como en Borges y tantos otros— es un
defecto. Hay que hacerse de un estilo y luego cambiarlo y luego a ese segundo
transformarlo en otro y así siempre. Te quedás muy contento con un modo de
escribir y estás ya muerto. A lo sumo serás lo suficientemente aburrido como
para que te den el Premio Nobel.
11: ¿Qué
sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de
violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
LB:
Me indignan y me ponen violento casi todas las noticias que leo en los
medios de comunicación, porque describen un mundo signado por la hipocresía, el
interés sectorial, la mala fe y la falta más absoluta de compasión. Me hartan
de inmediato los pedantes, una fauna que abunda por todas partes, cuando tan
evidentemente se transparenta en ellos la pequeñez y la estupidez más concretas
y groseras. Me indigna el abuso de poder, precisamente porque sé que el poder
no corrompe, simplemente delata.
12: ¿Qué postal (o postales)
de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
LB:
La de un niño feliz, en los años sesenta, subido a un burrito en La
Falda, Córdoba. Dichoso meramente por estar subido a un burro en La Falda, sin
mayores necesidades que seguir allí, sobre el lomo de aquel animalito.
13: ¿En los universos de qué
artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que
te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
LB: Me hubiese gustado
estar en una borrachería de Madrid, en el siglo XVII, donde cada tarde se
reunían a molestarse mutuamente, pelearse y tomarse el pelo Miguel de Cervantes
Saavedra, don Luis de Góngora y Argote, Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Se
querían tanto que casi no se podían ver. En cuanto a la segunda posibilidad, me
hubiera gustado ser un personaje secundario en alguna de las narraciones de
Cesare Pavese, por ejemplo,“La casa en la
colina”.
14: El
silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la
desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías
lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
LB: Son
elementos sustanciales en muchas de mis obras, tanto en narrativa como en
poesía, pues expresan al hombre y el hombre es el protagonista de cuanto
escribimos. Es en los textos donde intentamos sentar sobre ellos —y muchos
otros elementos más— algún criterio, darles una orientación, adivinarles un
sentido. Eso solo sucede en la ficción, que invariablemente obedece a la
premisa de ser un universo ordenado, así su temática sea el caos. En lo que
llamamos “la realidad” todo sucede de modo diferente, sin criterio, orientación
o sentido, simplemente sucede y, por lo general, no conduce a ninguna parte, no
tiene ninguna necesidad de ello. En la ficción sí, obligadamente.
15: ¿A qué artistas en cuya obra
prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la
causticidad… destacarías?
LB:
Al Erasmo de Rotterdam que escribió sobre la
montura de su caballo el “Elogio de la locura”
y terminó de revisarlo en la casa de su amigo, Tomás Moro. En una semana dejó
para siempre escrito uno de los textos más actuales… redactado en 1515.
16: ¿Qué
apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
LB:
Las reseñas literarias escritas por conveniencia,
a sueldo de un avisador, abundantes en adjetivos vacíos, lobbistas, y aquellas donde al que escribe solo le interesa
“lucirse” como un marmota, en vez de introducirnos en la obra de un tercero,
que es lo que de veras queremos conocer. Prefiero las imprecisiones del hombre
común, que no sabe que es parte de una especie que puede muy bien ser definida
como “el animal que narra”, porque todo el tiempo estamos contando algo, a los
demás o a nosotros mismos. Y quien no sabe que está narrando lo hace de un modo
exquisito, pleno de alusiones y elusiones que ignora que está empleando, pero
que si le prestamos la adecuada atención a lo que dice, se tornan evidentes e
inmejorables.
17: ¿Viste
que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que
en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te
entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
LB:
La contradicción casi permanente es una de las
características que nos define como humanos. Eso generalmente me perturba, en
ocasiones me entristece y siempre me asombra. No lo resuelvo nunca.
18: ¿El mundo fue, es y será
una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en
su tango “Cambalache”?
LB:
Sí, lamentablemente sí. Creo que es una
consecuencia de nuestra misma condición de humanos. Somos un experimento
fallido de la naturaleza y la hemos suplantado por un ámbito artificial,
imposibilitados como estamos de volver al natural. Lo que hemos construido en
torno de nosotros, para habitarlo, fue hecho “a nuestra imagen y semejanza”: es cruel, hostil e irracional, como
el mono agresivo e inescrupuloso que no admitimos que somos en realidad. Mas
como todo experimento fallido, albergamos en nosotros mismos la fuente de nuestra
propia destrucción. El “mundo” que creamos desaparecerá con nosotros y a pesar
del destrozo que hagamos, la Tierra a lo sumo demorará cinco mil años en
restaurarse, como ya sucedió antes con extinciones masivas y sucesivas que
tuvieron lugar. Alguna vez desapareció el 95% de la vida en el planeta y allí
sigue estando todo él, esperando a que desaparezcamos de una buena vez.
19: Por
la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
LB:
Nelson Mandela. Veintisiete años recluido por sus
verdugos en una mezquina habitación de pocos metros cuadrados de superficie,
privado de acceso a cualquier tipo de información acerca de lo que sucedía
fuera de esas cerradas paredes. De esa celda que hubiese enloquecido a
cualquiera salió para dirigir los destinos de su país, demostrando que el
cuerdo era él.
20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
LB:
La imbecilidad, el lado idiota que todos tenemos,
como lo especifica Paul Tabori en su libro “Historia
de la estupidez humana”, lectura memorable. Tabori muestra y demuestra en
ese volumen no solo que la bobería existió en toda época y cualquier lugar,
sino que también, como ajustadamente afirma este autor rumano, es invencible.
Recuerdo lo que dice de una plaga medieval, una oruga que se estaba comiendo
todas las vides de Francia: la urgente medida fue excomulgarla y luego pasada
al juzgado civil. Desde ese fuero se mandó apresar a una de las orugas para
colocarla en el banquillo de los acusados; se le asignó un defensor letrado
pero el discurso del fiscal del reino pudo más y el insecto fue condenado a la
pena capital. El hacha del verdugo lo partió en dos, en solemne acto ante el
rey, los obispos y el pueblo vociferante. Ese año las orugas devoraron cuanto
quedaba de las vides y cientos de miles de personas murieron de hambre.
21: ¿Cómo
afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
LB:
Con una dosis adecuada de resignación,
entendiendo dos cosas: que en la mayoría de las cuestiones uno no tiene arte ni
parte en el rumbo de lo que finalmente sucede, lo que está en manos de terceros
y sin que medien en absoluto las actitudes ni las aptitudes de uno. En segundo
lugar, sabiendo que la perfección es una muy ambiciosa unidad de medida griega,
apenas un punto de comparación y no una meta, por lo inalcanzable que resulta
ser. Entonces, ¿a qué apesadumbrarnos si terminamos a varios kilómetros de lo
que nos proponíamos ser o hacer?
22: El
amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido
relacionando con esos tópicos?
LB:
Como pude en cada etapa de mi vida, a veces bien,
a veces mal, generalmente terminando en tablas la partida. En el amor solamente
ya en la edad madura tuve la fortuna de alcanzar la felicidad conyugal de la
que ahora disfruto. La contemplación siempre fue adecuada para “detener el
mundo” y mirarlo cara a cara, para intentar nuevamente comprenderlo: siendo
parte de todo lo que da vueltas en el lavarropas es imposible entender cómo
funciona el aparato. El dinero es cosa utilísima si nosotros lo utilizamos a él
y no él a nosotros, pero conseguirlo sale caro, por lo que es más inteligente
racionalizar la búsqueda y limitarse a bregar exclusivamente por la cantidad
necesaria. Más allá de ella, quien toma las riendas no somos nosotros y eso es
bien peligroso y hasta mortal. Se vende el alma por dinero —los ejemplos nos
rodean— y a los cincuenta o sesenta añitos un buen infarto de miocardio viene a
coronar una vida de traiciones, zancadillas, mentiras y simulaciones. Llegamos
antes, detrás del bendito dinero, al destino que nos espera a todos, héroes y
villanos, justos e injustos, réprobos y santos: nos convertimos en 15 ó 20
kilos de osobuco tirados en una fosa repleta de gusanos. En cuanto a la
religión y sus alrededores menos reputados, yo respeto por método todas las
creencias, inclusive las supersticiones más estúpidas, porque a fin de cuentas
es un rasgo más de lo humano y porque la razón, tan primitivos somos, apenas
tiene unos trescientos años de historia, tal como la conocemos ahora. El resto
del tiempo estuvieron siempre, la mayoría de las personas, en manos del pensamiento
mágico, con los resultados que ya conocemos. Y no por eso la suposición de la
existencia de lo sobrenatural dejó de existir, sino que aprendió a convivir con
la razón formando un cóctel desconcertante. Hay estudiantes de lógica que van a
un examen llevando en el bolsillo una pata de conejo y científicos hincados
frente a un pedazo de yeso pintado. Así de contradictorios somos. Respecto a la
política… soy francamente escéptico en cuanto a que la humanidad alguna vez
pueda organizarse de un modo más justo, equilibrado e inteligente. Tuvo muchas
oportunidades, desde la polis griega,
la república romana y otras intentonas fallidas. Todas fracasaron y no hubo
revolución que no terminara en una monarquía plebeya, lo que permite deducir
que el apetito de poder y supremacía de unos cuantos termina por someter a
cualquier principio que esos mismos individuos digan albergar en favor del
resto de la humanidad. A lo sumo, lo que se puede lograr en el actual estado de
evolución de nuestra especie es un sistema que permita llevar una vida sin
excesivas estrecheces y eso, como objetivo extremadamente máximo.
23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas,
música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.—
calificarías de “insufribles”?
LB:
El término “artístico”, tan tergiversado por la
cultura de masas, ha terminado por albergar, para el consenso, también a las
formas que implican lo paraartístico, aquello que clásicamente ubicábamos bajo
la definición de kitsch: lo que está colocado en el lugar del arte sin ser el
arte. Así, en nuestro tiempo, aberraciones como la paraliteratura, eso que
llaman “teatro comercial”, la pseudopintura y la pseudoescultura (llevadas
adelante para ganar dinero en base a un mecanismo de marketing que sobrevalúa
esas supuestas “obras” en función de generar prestigio para quien posee la
chequera suficiente para adquirirlas); toda esa enorme pila de basura y sus
beneficiarios, intermediarios, ejecutores y burócratas me resultan insufribles
y desde luego, extremadamente peligrosos para el pensamiento y la sensibilidad
contemporáneos. Quien colabora directa o indirectamente con esta labilidad de
los valores humanos y el sentido no es tan inocente como se excusa, diciendo
—por ejemplo— que “lo mío es entretener”.
Ese agente de la premeditada inducción a la idiotez a lo que aspira —objetivo
que no pocas veces logra— es a ser reconocido como “literato” o “artista”. La
literatura cabal hace evolucionar, amplía los horizontes de nuestra consciencia
y el conocimiento de nosotros mismos; en cambio, la paraliteratura nos lleva a
involucionar, a aceptar paulatinamente estrechas y convencionales nociones de
la realidad, que además tienen por misión domesticar la imaginación, narcotizar
el despliegue posible de la inteligencia, retrasar y adormecer las capacidades
latentes de la consciencia. Eso es lo que me resulta insufrible, no el arte
cabal en cualquiera de sus formas.
24: ¿Qué calle, qué
recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu
adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...
LB:
No siento nostalgia por ningún sitio transitado
por mí en esos períodos etáreos y, en general, la nostalgia no es un estado de
ánimo que yo albergue. La nostalgia es el onanismo de la memoria.
25: ¿Cómo
reordenarías esta serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el
sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar,
por ejemplo, una microficción.
LB:
El desajuste de la visión es el bosque y su
ceremonia y el pensamiento la autenticidad, cuando el azar de la muerte se
traduce en la danza de la ciudad, la lengua del sufrimiento y el sacrificio,
con todas sus miniaturas. Lo anterior parece un “cadáver exquisito” jugado en solitario.
26: “Donde mueren las palabras” es el
título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por
Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...
LB: En el impreciso límite que les impone su
reducida capacidad de expresión. Lo inexpresable, lo inefable, lo que
llamaríamos “lo real real” está más allá de las fronteras que alcanza el
lenguaje. La poesía es capaz, en sus logros más acertados, de aludir a lo que
está más allá del poder de las palabras, aunque, paradójicamente, esté hecha
enteramente de palabras.
27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que
te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
LB:
Siempre disfruté, por suerte, también de las
obras de señoras y señores cuyas afinidades electivas estaban definitivamente a
un año luz de las mías, aunque conservando la consciencia de que en muchos
casos sus autores eran unos reverendos hijos de puta. Para ello, hay que romper
definitivamente con el cuento romántico de que la autora, el autor de una obra
memorable, por ser tales resultan lo más excelso en todas sus facetas de lo
humano. No es así, nunca lo fue y seguramente nunca lo será. Una cosa es la
obra y otra su creadora o su creador. Un campo no impregna necesariamente al
otro.
28: ¿Cómo
te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la
persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo
hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple sino que jamás alude a la
promesa?
LB: Como una
demostración más de lo primitivo y bajo que albergamos como parte constitutiva
de nosotros mismos, mal que nos pese. Por supuesto que esta comprensión del
asunto no quita que jamás vaya a perdonar u olvidar tamaña bajeza y siempre la
tenga presente, como es mi estilo en las relaciones personales.
29: No concerniendo al área
de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
LB: A las mujeres y los
hombres comunes, los soldados rasos de la humanidad, que viven en un mundo que
no tiene piedad por nadie, que no intenta ni por asomo comprender a nadie, que
no respeta la existencia ni las necesidades más básicas de nadie, y siguen
esforzándose por seguir con vida, ignorando generalmente el grado de heroísmo
que eso implica.
30: ¿Tus pasiones te
pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
LB: Es fundamental
tener bajo control al animalete que somos, o dejaríamos detrás de nosotros un
sendero cubierto de cadáveres. Es algo que se aprende, una capacidad adquirida.
Ante una afrenta de cualquier tipo, el primer impulso es masacrar al atrevido,
pero allí está la cultura y también levanta la mano la experiencia, que nos
enseñaron que eso no debe hacerse. De todas maneras siempre sentimos la falta
de aquellos tiempos bravos en que se podía rajar a un tipo de un hachazo, desde
la coronilla hasta el ombligo, una satisfacción inmediata, el privilegio de una
época donde era desconocida la úlcera gástrica y la ingesta cotidiana de
batracios. En cuanto a los entusiasmos, me encantan, así duren muy poco. La
raíz griega del término es por demás maravillosa: significa “el dios en mí”.
31: ¿Qué artistas
estimás que han sido alabados desmesuradamente?
LB: Ningún artista
genuino es alabado lo suficiente.
32: ¿Acordarías,
o algo así, con que es, efectivamente, “El
amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito
lindo” de Luisa Futoransky?
LB:
La gran Luisa es de una precisión quirúrgica en
sus textos. El amor, efectivamente, es desigual, y por ello existen, perduran y
desarrollan tranquilamente sus respectivas patologías el sujeto que ama y el
que es amado. Pero, en el amor pasión —la forma más prestigiosa— ello no es
obstáculo alguno, sino incluso todo un mérito. ¡En latín “pasión” —passio— significa sufrimiento, y encima
viene del griego pathos! Tomemos a
Dante Alighieri, por ejemplo: vio solamente nueve veces a Beatrice, quien tal
vez observada por otros ojos que los del divino hijo de Firenze era
objetivamente una abombada. Ella nunca le dirigió siquiera la palabra y Dante
se vengó del destino de amar y no ser amado escribiendo para siempre la Divina
Comedia. ¿Qué hubiese pasado si la cosa se hubiera resuelto de manera distinta,
si la Bea le hubiese dado bolilla al narigón talentoso, hubiesen establecido
una rotisería o un maxiquiosco a las orillas del río Arno y criado unos veinte
hijos? Fue la asimetría del amor la que disparó las tres secciones de la Divina
Comedia, aunque para el autor significó vivir continuamente en el Inferno. Lo malo es que podés ser —estadísticamente
lo más probable es eso— alguien que ama y no ser el Dante. Suena tontuelo lo
que digo, pero es rigurosamente cierto. Y trágico. Y millones de veces
repetido.
33: ¿El
amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
LB: La franca mañana,
siempre: nunca se llevan tan bien un adjetivo y un sustantivo como en esa
instancia.
34: ¿Qué dos o tres o cuatro
“reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las
artes nos propondrías?
LB: Dylan Thomas, Jimmy Page, Joe Cocker y François Rabelais en un billar de La
Boca, bien cutre.
Salvador Dalí, Amedeo
Modigliani, Pablo Picasso y Xul Solar en el Cementerio de Flores, al fondo de
la calle Varela, cada uno provisto de pinceles y latas de Albalatex, a ver qué
hacen.
Enrique Molina, Francisco
Madariaga, Élida Manselli y Genoveva Benedit, en la que era mi casa de Palermo,
otra vez, otra vez y otra vez, como cuando nos reuníamos en los ’90 a comer
homéricos asados y por unas horas la vida era bella y nosotros eternos.
35: Seas
o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...
LB: La misma de siempre, con una señora huesuda que usa una capa negra con
capucha echada sobre la brillante calavera: ella intenta por todos los medios
darme el jaque mate y yo me las voy ingeniando, hasta ahora, para robarle otro
peón y arruinarle la partida.
*
Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Luis Benítez y Rolando Revagliatti, octubre 2019.
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