CUANTO
EXISTE Y OBSERVO
Sábado.
Agosto. Dos mil veinte.
Me
siento a contemplar el sol que ya se extingue.
Hay
un rumor de casa en todo el pueblo.
En
tardes como esta bulle algo muy hermoso
semejante
a la vida.
La
hora del regreso, la casa acogedora,
el
olor de la cena.
La
candidez del día ya oscurece.
Todo
desprende mansedumbre y oro.
Todo
es inaprensible, grandioso, casual.
Nada
a mi alrededor menos endeble.
Me
sobrepasa cuanto existe y observo,
cuanto
calla y me ignora.
Y
entiendo que soy yo el que apenas conoce
el
por qué estoy aquí, tan sin sentido a veces.
Todo
es muy superior.
Me
aventaja el gorrión
que salta
hasta las migas que pongo en el alfeizar.
La
higuera que, tranquila, espera hasta septiembre.
La
abeja que recorre las corolas del alba.
El
perfil de la noche con sus viejos contornos.
Las
hebras de la brisa que pasa suave y leve.
Todo
posee arraigo y entereza. Todo es continuidad,
respuesta
y testimonio.
El
pozo y el brocal. El poste y la alambrada.
El
fuego, la ceniza. Los tallos y la rosa.
La
espina que protege.
Fluye
en todo más voz que en mi palabra.
En
todo más verdad que en mi presencia,
porque
todo es impulso y situación.
Todo
un mínimo afán de lo aparente.
Son
más estas hortensias que cada año retoñan.
Más
esta telaraña perfecta como un día, tan breve y consistente.
Estos cuervos
que cruzan la altura del verano.
Este
suelo donde hunden su eternidad los robles.
El libre
camachuelo, con su lamento grácil.
Más,
son
mucho más los grillos,
las
chicharras y estas solas luciérnagas que prenden.
Más
que yo en esta noche,
bajo
esta magnitud de estrellas
que
salpican el cielo inabarcable.
Más
que yo que no ofrezco
ni
un poco
del
misterio y el aplomo que ofrecen.
Dicen
más.
Significan
y asumen su tenor y sus límites.
Constituyen
mejor la entidad que los nombra,
el
cuerpo que los finge, la tez que los contiene.
Cualquier tramo
de luz, cualquier gesto de roca,
cualquier
tímido musgo,
cualquier
fruto carnoso me fascina y excede.
Porque
son lo que indican su quietud y su inercia,
lo
que mira la tierra, lo que lava la lluvia,
lo
que el frío transita, lo que el amor intenta.
Son
lo que acaricia el aire,
lo
que carga el vacío, lo que conforma el todo,
algo
que yo no puedo casi nunca por siempre.
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