EL INADAPTADO
A Emilio le reprochaban sus padres que nunca terminaba nada. Sus progenitores habían matriculado al hijo, al margen de los estudios reglados, en los cursillos de ajedrez, cocina, fotografía y macramé y los dejó todos a medias. En judo, en cambio, no llegó ni a ceñirse el kimono. Tras mucha insistencia paterna, Emilio logró acceder a la universidad en donde comenzó tres carreras sucesivas sin llegar a licenciarse en ninguna de ellas. Abandonados sus inconclusos estudios se puso a trabajar, pero no había empleo del que no se despidiera esgrimiendo las más peregrinas excusas. Su padre cogía unos berrinches de aupa y le gritaba a la cara toda su decepción: “¡Eres un inadaptado!”.
Emilio murió joven, de un coma etílico en un botellón. Al parecer tampoco supo morirse al completo o puede que no se adaptara al más allá, la cuestión es que pasó a ser un alma en pena, un fantasma que sigue amargando la vida a sus padres en siniestras apariciones en las que les promete que este año sí, aprobará las oposiciones.
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