EL MISTERIO DE LAS ISLAS
Cuando en el recorrido que habitualmente repetía año tras año, el “Ángel de las Madres”, posó su vuelo en la República Argentina, a principios del mes de marzo del año 2012, se encontró con que, la tristeza velaba la mirada de varias mamás. Pero por sobre todas, una de sus protegidas, lloraba mansa y amargamente.
El Ángel, al verla, se corporizó ante ella con todo su esplendor y dulcemente le dijo: _ ¿ Mujer, qué es lo que te acongoja de tal forma?_
Ella, deslumbrada ante la luminosa aparición, como queriéndose aferrar a la energía que de ella irradiaba, balbuceó: _¡ Ay, Ángel mío! ¡ Qué tremendo dolor me lacera!
El alado ser, mirándola intensamente, le preguntó:_ _¿Qué te lastima así, mujer? ¿No eres acaso poseedora de innumerables tesoros?... Tienes hijos y nietos sanos y fuertes. Tienes la dicha inmensa de tener a tu lado al compañero de tu vida, tu esposo. Sí... ya sé, has perdido a un hijo, pero solo terrenalmente. Eso fue hace ya muchos años y si bien ese dolor jamás se borrará, no creo que sea en este momento eso, lo que te angustia de tal forma, como para que lo llores así. ¿Qué otro dolor se te ha sumado, qué te sucede ahora? _
La mujer, alzando sus ojos enrojecidos hasta la sutil y luminosa figura, le respondió:
_ ¡Ya sé que muchos son los dones con que me ha premiado Dios, Ángel mío! Lo que me sucede es que, como bien sabes, los humanos somos signados por las fechas. Que aunque quisiéramos borrarlas, nuestro inconsciente las martillea obstinadamente en nuestro cerebro. Y justamente, este año, se cumplirán tres décadas de que mi hijo menor, la alegría de nuestro hogar, desapareciera en combate allá, en nuestras lejanas Islas_
El Ángel al principio, no le entendió muy bien a qué islas se refería, pero enseguida recordó: Tal como había sucedido infinidad de veces, desde que el hombre era hombre. El deseo de poder usurpador de tierras, había fecundado a la locura… y ésta, había parido otra guerra.
En esa oportunidad la cuna del engendro se había situado en las Malvinas, esas islas que estaban ubicadas al sur del Mar Argentino, en el Atlántico Sur. Y allí justamente había caído en acción, el joven mencionado.
_ Bueno_ acotó el protector _ Recuerda siempre que tu hijo fue un héroe. Trata de secar tus lágrimas, ríndele el merecido homenaje. Rézale una oración, te aseguro que le llegará. Colócale una flor en su tumba, él percibirá sus colores y su perfume _
La madre, tristemente musitó:_ Es que mi adorado hijo, ni siquiera podrá contar con una flor ese día… ¡ Ni siquiera sabemos exactamente el lugar donde moran sus restos, ni podemos ir. ¿ Entonces, cómo y dónde le ofrendo una flor? _
El Ángel, sonriendo con dulzura, respondió: _ ¡Déjalo por mi cuenta! Te prometo que no sólo tu hijo, sino todos los caídos en esas tierras, tendrán sus flores en la fecha oportuna._ Y sin agregar palabra, en un haz de luz, desapareció.
Para cumplir su palabra, el mensajero de Dios, sobrevoló las escarpadas tierras de aquellas islas y distribuyó sobre toda su superficie millares de semillas de “nomeolvides”, que es esa flor celeste y pequeñita de las madres, como un homenaje para ellas. También arrojó simientes de claveles blancos, como símbolo de la pureza de sentimientos de los hombres inmolados y algunas de rosas rojas, como representantes de la pasión por la Patria, que habían tenido todos aquellos héroes.
Al comenzar el mes de abril, en las ventosas y frías islas comenzaron a florecer las simientes dejadas por el Ángel, quien desde lo alto, sonrió contento de ver el efecto de su obra.
Al promediar los siguientes meses de ese año, en los diarios ingleses se destacaba la siguiente noticia: “Los pilotos de las líneas aéreas que vuelan al sur, no le encuentran explicación alguna, al misterio sucedido desde principios de abril hasta la fecha. Los mismos han observado que, al iniciar los aterrizajes en las islas del Atlántico Sur, un raro fenómeno hace que las mismas se vean, como si una inmensa bandera argentina, salpicada de sangre… las abrazara en toda su extensión”.
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