El niño de barro
Durante una semana llovió. Los relámpagos viboreaban en un cielo desordenado. Día y noche se escuchó el chasquido de la lluvia sobre el pueblo. El arroyo que se deslizaba tímido entre las piedras, se enfureció. Las aguas cambiaron de color y corrían enmarañadas, desfondando las calles, arrastrando animales, árboles y la pobreza de los que vivían a la vera del arroyo.
Doblegando las paredes de adobe, el agua entró en la casa de María. Ella quiso ganarle a la desgracia, levantó al niño a horcajadas en su cadera, manoteo algunas ropas y salió. El cerro no se cansaba de escupir barro, una oleada turbia le arranco al niño de los brazos, quiso gritar y estaba muda, cuando reaccionó, su grito fue un aullido y el llamado fue eterno.
---Negrito!!, Negrito..
Pasó tiempo y ella seguía buscándolo, arañando el lodo seco, cuarteado. Los años le encanecieron los cabellos, la mirada. La piel se le se resquebrajó como el barro.
La encontraron con la mirada fija en el horizonte, una sonrisa le ensanchaba el rostro.
Abrazaba un montículo de tierra con la cara del niño
2 comentarios:
Que doloroso Etel!!! triste, pero muy bien contado.
besos Jóse
Etelvina, qué sentido relato!!!. Los ojos se quedan secos de mirar el barro y un horizonte sin respuesta. Bello. Un abrazo,
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