Desocupados
Se encuentra despierto debajo de la cobija. Agudiza el oído. Su mujer no ronca, pero su respiración tiene un leve sonido. Por momentos se sobresalta, pero nuevamente cae en el sueño. Los problemas son muchos y los estómagos están vacíos. Sólo los chicos duermen.
Apoya un pie en el piso frío, se desliza de la cama sin hacer ruido, llega sin problemas a la cocina y corre la cortina. Una mañana brumosa le anticipa un día duro. Intenta encender la hornalla, duda, no sabe si ya le cortaron el gas. Tiene suerte, aparece la llama azul, acerca sus manos heladas. Calienta el agua y busca la yerba.
"Papá y mamá se la pasan tomando mate", comentan con inocencia los chicos. "A nosotros nos gusta la leche y el pan casero que nos hace mamá. La sémola, la lenteja, son ricas, pero lo que más nos gusta son las salchichas, por eso... todos los días comemos salchichas"
Se viste en silencio, recurre al monedero de la patrona, saca dos de las cinco monedas, tapa a los chicos, los besa y sale.
El viento frío como un castigo más, lo sacude. Camina sin rumbo en el barrio desierto. Descarta al colectivo que viene buscando pasajeros, y recala en el mercado de frutos de Avellaneda. Allí siempre le fue bien. Los puesteros lo conocen y lo llaman.
- García, llevate estos cajones a la camioneta.
- García, hay un semi para descargar.
No era lo suyo, pero un pesito se llevaba. A la diez se toma un descanso, las propinas ya están haciendo ruido en su bolsillo. Piensa en un choripán pero también en la pollerita de la nena. Se decide por una fruta, hay muchas en el suelo. Es mediodía, el trabajo se aquieta, llegó la hora del almuerzo.
Lee la pizarra - milanesa $ 2.00 - fideos con estofado $ 3.00 - carne al horno con papas $ 3.00 -. Se decide por la milanesa. ¿Vino o agua?. Se juega por un tinto. Es un peso más pero, ¿milanesa sin vino?
Se termina el día. No está contento pero se siente digno. Recuenta la plata, - diecinueve pesos con ochenta y cinco centavos. Tiene que devolver las dos monedas, - si no, la patrona no le da más crédito - Separa trece pesos para pagar el gas. Le quedan cuatro pesos con ochenta y cinco. Para la pollerita no le alcanza, pero sí para los aros de ella. Seguro que le va a protestar, ¡porqué gastás en esto! Pero después, - él lo sabe - lo acepta, lo mira, lo besa. Le gusta que la recuerde.
Va llegando cargado con la bolsa de frutas picadas que fue recogiendo durante la mañana y con la yerba para el mate. Le queda la plata del gas y los aros. La "negra" que siempre está triste se va a poner contenta. No es mucho, pero se lo ganó trabajando y eso ella lo reconoce.
La noche echa sombras en el camino de tierra, los perros ladran, su casa está cerca. Hace un alto, acomoda los bultos, esconde el dinero en la media y sigue.
Son dos. No hay palabras, solo el caño que intimida y paraliza. Un estampido feroz retumba en la noche, los perros chumban asustados y de los refugios brotan despavoridos los pájaros.
Rueda la fruta y desaparece el dinero del escondite. Los aros, apretados en su mano izquierda se salvan.
Cae lentamente. En su agonía sólo una pregunta lo tortura, ¿habrán cortado el gas?
3 comentarios:
Víctor: MUY BUENO !!, un retrato real, sentido. Una situación muy bien analizada y transmitida. Te saluda,
Triste historia, lamentablemente frecuente en los tiempos que corren.
Muy buen cuento
beso Josefina
Historia real.
Sin pesimismo , nos llevas a un presente que esconde mucho de futuro .
Asusta observar en tu cuento la realidad de tantos .
Acaso vivimos en un país disfrazado?
FELICITACIONES por las palabras justas ,prudentes y respetadas ;frente a tanto dolor.
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