RAFAGA DESLUMBRANTE
Abrí el armario y descolgué la escopeta.
La decisión había sido tomada hacia mucho tiempo, tiempo que hoy era una naturaleza muerta, inscripta que algún lugar de mí.
Naturaleza que fue despierta con un golpe de sangre desconocida cuando me enteré de forma casual que ella había muerto.
Era algo esperado desde la noche que desperté sobresaltado, sintiendo que me arrancaban un pedazo de mí.
Limpio la escopeta, su carga esta intacta, como esperando ser usada.
Camino hacia la puerta de entrada. Por las ventanas veo que el sol es intenso, aún después de la lluvia que menguo su fulgor por un momento.
El espejo escupió mí imagen de hombre viejo, de espaldas cansadas, aspecto desaliñado, cargando una escopeta
Un viejo que no iba a cazar patos, pero que todas maneras, suelta a su perro para que lo acompañe.
El campo huele a tierra seca, apenas humedecida por la lluvia. Voy por la calle de tierra, hacia una casa cercana a la esquina.
La otra, la que la arranco de mi vida y me dejó solo y danzando con la muerte, también estaba tan vieja y destruida como yo. Y avanza hacia mí por el sendero estrecho al borde de la canaleta, su andar torpe acomoda el paso en al suelo desparejo y resbaladizo. Los sauces lloran sobre su rostro.
Levanto el arma y apunto pero como una ráfaga deslumbrante sale de la casa una muchacha, idéntica a la de mí recuerdo, agitando algo en sus manos
“toma Cela, lleva esto para que tenga un recuerdo de mamá,
decile que mañana voy yo, para que me conozca, hoy ustedes tienen mucho que
hablar”
Icé la escopeta hacia el cielo, la bala se perdió entre las nubes que otra vez volvían a juntarse.
Esther Moro oct.009
2 comentarios:
Esther: todo un mensaje en tu relato, para reflexionar. Un abrazo,
Delante de cada relato te plantas con todo Esther. Muy bueno. Un abrazo. Lilia
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