miércoles, 21 de julio de 2010

Marcos Polero Vélez-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2010



Carlitos y el Ángel Rubio




A esta historia la recopilé de a pequeñas piezas como un enorme rompecabezas. Pido perdón por haber rellenado los espacios en blanco con especulaciones literarias (espero capturar su esencia sin pretender la rigurosidad de una crónica).

Yo a él lo llegué a conocer en el club Patria, en un torneo barrial. Ya se vislumbraba su genialidad para la gambeta y el gol. En ese momento Carlos tenía catorce y era el mayor de cuatro hermanos.

Carlitos había quedado huérfano muy chico y lo criaban sus tíos que poco podían hacer para controlarlo. La escuela era una actividad obligatoria pero solo de concurrencia. Después: Fútbol y tarde de amigos, donde corría la birra, el faso y la merca. Algunos pibes iban en hordas a afanar estereos, los más arriesgados calzaban fierros y salían a apretar. Era muy difícil zafar de esa vida, había todo un folclore alrededor de la delincuencia y la automarginación. Se probaba la hombría portando, como mínimo una treinta y dos, y se llegaba a la consagración con el primer fiambre propio.

Así, el pibe estaba atrapado entre dos vidas: Su pasión por el fútbol por un lado y sus amigos, el alcohol, las drogas, el afano y el “honor” de ser marginal por el otro.

El barrio tiene sus propios dioses, con altares alzados en el lugar donde la policía hizo justicia por mano propia, y donde el muerto se transforma en leyenda. Innumerables relatos son abonados día a día con adornos que la gente va añadiendo. Las historias trasmitidas de boca en boca rayan en el realismo mágico y la mitología.

Una de ellas es la del “ángel rubio”, especie de Robin Hood marginal, que secuestraba camiones y repartía los productos en el barrio, hasta que fue abatido por la brigada de San Martín, hacía varios años, cuando Carlos aún no había nacido.

Dicen por ahí y sin ninguna certeza que cuando Carlitos cumplió los dieciséis, sus tíos le habían preparado una fiesta familiar con torta y velitas que se extendió hasta muy de madrugada. Al terminar, el chico salió al pasillo y no encontró a sus amigos, que se habían ido de ronda. Sin embargo, alguien estaba sentado en las escaleras.

—Buenas ¡Feliz cumpleaños! ¿querés un trago? —dijo el desconocido, mostrándole una botella.

— ¿Y vos quién sos?

—Soy alguien como vos. Yo sé que estás parado entre dos caminos, que tenés que elegir. Yo también fui muy bueno en el fútbol. Quería ser famoso, jugar en River, en la selección, y estuve muy cerca…

— ¿De que jugabas?

—Al arco, y si me hubiera dedicado hubiera sido como Fillol.

— ¿Fillol?

—Era el mejor de su tiempo junto con Gatti. Jugó en River y en Racing. Estuvo en la Selección. Ganó el mundial 78. Hasta le atajó un penal a un polaco, un tal Deyna, que si se lo hacía casi quedábamos afuera; pero vos sos muy chico, ni sabés…

—Y vos ¿cuantos años tenés? Yo más de dieciséis o diecisiete no te doy.

—Diecisiete tenía cuando el sargento primero Martínez me dio el tiro de gracia, acá, delante de esta escalera.

— ¿Vos sos ese de la foto?... ¡Sí! si sos igualito.

—Me decían “el ángel rubio”, por los rulos amarillos y porque repartía entre la gente del barrio la mercadería de los camiones que robaba. ¿Sabés que pasa?, yo quería hacer cosas por los demás, que me admiraran. Si hubiera sido un arquero famoso, los hubiera hecho delirar en las tribunas, sin embargo elegí mal.

—Pero acá te tienen como un santo, siempre te ponen flores, se cuenta tu historia.

—Una fama de pasillo que me duró poco, y una muerte segura. Vos no te podes equivocar igual. Dedicate al fútbol, probate en un club, hacelo ya mismo, no pierdas el tiempo, no salgas a afanar, no te falopées, haceme caso, te lo digo por experiencia.

—Pero ¿y los pibes?

—Olvidate. Esos son carne de cañón. Vos tenés un don, aprovechalo, pensá en las tribunas, imaginate con la camiseta de la Selección Nacional, jugando en un equipo grande, Independiente, River, Boca…

—Yo quiero jugar en Boca.

—Y después, Europa, el mundo…

— ¿A vos te hubiera gustado?

— ¿Qué te parece?, no sabés cuanto.

— ¡¿Qué se yo?!

—Hagamos una cosa: Vos me pateás un penal. Si te lo atajo, me hacés caso; si metés el gol, te dejo de joder.

—Hecho.

Fueron los dos a la canchita, que a esa hora estaba desierta. De algún lugar apareció una pelota número cinco, con una rara inscripción nunca vista por el pibe: “Tango”.

El rubio se puso al arco, tratando de disimular las alas de ángel que cargaba en las espaldas y que le daban ventaja en cada volada. Carlitos contó los once pasos en el piso de tierra pelada. Acomodó la “Tango”. Amagó patear a la izquierda pero con el empeine le dio comba hacia la derecha. El ángel pareció comerse el amague pero en el aire rectificó su dirección y de un puñetazo desvió el balón que se perdió por encima del travesaño. El chico quiso reclamarle al rubio por la rara maniobra, esa no era forma de atajar, nadie podía volar así, pero se acordó de gol que le hizo Diego a los ingleses en el 86, que él había visto en un documental, esa también era una jugada de otro planeta. Decidió felicitar al arquero, pero cuando alzó la vista ya no lo encontró, ni a el ni a la “Tango”.

Al otro día, con los dieciséis años a cuestas y con la incertidumbre de haber vivido o haber soñado su aventura, fue decidido a anotarse en un club.

Hoy, ya consagrado como estrella de un equipo europeo hace estallar a las tribunas, detiene el país en cada presentación con la Selección y hasta parece hacer sonreír a una vieja foto de un altarcito improvisado en un rincón del Fuerte Apache.





9 de mayo de 2009.

3 comentarios:

abel dijo...

Amigo Marcos , tu paleta está plena de colores de lo que es un barrio o una villa humilde .En este caso a Fuerte Apache , lo conviertes en el milagro de no ser tierra,agua estancada ,droga ,armas,muerte,etc....sino el génesis del soñar de un pibe que hoy -puede ser él o otro-se pasea con la 5 por El MUNDO .Lo logrado -en tu caso-es porque lo conoces.

Abel Espil

Marta Díaz dijo...

Marcos: Me imaginé las letras que faltaban a la derecha del cuento.
¡Pero no podía dejar de leer!
Es hermosa tu historia. Y tan cierta...Un ejemplo, que demuestra que en el agua sucia también crecen plantas que dan flores.
Felicitaciones.
Marta Díaz

Cecilia Pesce dijo...

Marcos:linda historia! Parece un cuento de hadas en el escenario suburbano de nuestro lugar, nuestro tiempo y nuestra gente.
Cecilia Pesce