jueves, 22 de julio de 2010

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2010


Cálzate mi niña                                                

Caminando bajo el sol
que enciende la calle
sus pies se queman al andar.
Cuidado con los cortantes
sueltos por el camino
te harán sangrar.
Cálzate mi niña.
                
                   En tanto el sol se escondió
                        y la lluvia arreció
                        enfriando el pavimento
                    Cálzate mi niña

Sus pasos se dirigieron
hacia los vidrios iluminados
donde unos zapatitos de charol
brillaban como encantados.

Gustaba ir todos los días
a soñar que los compraba.
Cálzate mi niña.
                                   
                             
                              En el cordón de una casa
                                    junto a la basura,
                                    encontró abandonados
                                    unos zapatos marrones
                                    desteñidos y un poco ajados
                                    Le iban algo holgados
                                    pero igual se los llevó.

Con ellos fue corriendo
hacia los vidrios iluminados
pero los zapatos encantados
ya no estaban.
Se los habían llevado.

                                Miró sus pies cubiertos
                                por los zapatos gastados
                                y una lágrima corrió por su mejilla
                                   Hoy niña, ya te has calzado



El paso de los días


Bueno, ya pasó el domingo. Hermosa la película aunque lo mejor fue estar con Anita.

Luisa entra a su habitación. No quiere pensar que es el geriátrico.
Prefiere creer que aún está viviendo en su casita de Flores.
Hoy amaneció lluvioso pero tenemos al muchachito esmirriado con su guitarra. Jovencito, pero encantador. Complace todos los pedidos.
Luisa sentada junto a los demás  también pide un bolero de aquellos que hicieron furor en su época, cuando los chicos eran pequeños. Anita, la más remolona, siempre pegada a su pollera.
Hoy ya no llueve. Hubo un inconveniente. Se llevaron a mi vecina de cuarto. No se sentía bien. Es comprensible, jamás vienen a verla.
Luisa se detiene junto a la ventana. Mira su potus, el que le regalara Anita. Lo riega y se para ante el almanaque. Ya pasó la mitad de la semana. Sonríe esperando el último día.

Alguien golpea a su puerta. Es la enfermera rubia, la que tiene los ojos siempre sonrientes. Le recuerda que va a comenzar la película de los domingos.
Luisa se arregla el cabello. Hoy no, estoy esperando a Anita.
Vamos querida. Anita hace un año que se marchó a Córdoba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lindo poema Nely, y el cuento, si bien es triste, está muy bueno.

Besoss Jóse