MIGUEL ANGEL
ASTURIAS
Poeta, Narrador, dramaturgo,
periodista, y diplomático de franca tendencia izquierdista. Nació en Guatemala
en 1899 y falleció en Madrid en 1974. Sus restos están sepultados en el
cementerio Pere Lachaise de París. Se graduó como abogado en la Universidad de
San Carlos, en Guatemala, participando activamente en la lucha contra la
dictadura de Estrada Cabrera. Estudió lingüística y antropología con Raynaud.
Entre sus premios más importantes figura el Premio Lenin de la Paz en 1966 y el
Premio Nobel de Literatura que le fue conferido en 1967. Su primera obra
importante es Leyendas de Guatemala (1930) con un prólogo de Paul Válery, Señor
Presidente (1946) y Hombres del Maíz (1949) donde se puede advertir el Realismo
Mágico que está presente en toda su creación literaria con un claro sentido que
se acerca del desarrollo de la humanidad, desde el concepto de una sociedad
primitiva y analfabeta, conjugado con el mundo que le tocó vivir, liberal y
capitalista.
EL ALHAJADITO
(1961)
Si bien es cierto, esta obra no
figura entre las más importantes de Asturias, dentro de su nutrida producción,
sin embargo es muy interesante conocer el lenguaje mágico y poético que la
caracteriza. En esta novela nos enfrenta a los sueños infantiles de un pequeño
apodado el Alhajadito, cuya realidad es simple, modesta, solitaria en el
pequeño mundo que se lo proporciona, su “corredorcito”; parte posterior de una
vivienda que está en ruinas, la naturaleza que lo rodea y sus fantasías de niño
pobre. El título posiblemente sea un término propio del país y tenga relación
con la palabra “alhaja” (pieza de adorno, joya).
Es importante el lenguaje poético y
reiterativo de las ensoñaciones de este pequeño, cuyos personajes van
apareciendo lentamente según el desarrollo de la historia; predominando ante
esos ojos curiosos que llevan, también al lector, a observarlos junto con él. Los
habitantes de su corredorcito son: ratones, arañas y otras alimañas, hasta las
historias de aquellos personajes que rondan en toda mente infantil.
Su vida solitaria se la proporciona
el hecho de vivir con dos mujeres, sin poder saber cuál de las dos es su madre,
ambas lo cuidan, miman y protegen, pero en distintos sentidos, sin llegar a
proporcionar al niño un acercamiento real para saber acerca de su origen.
Conocemos una laguna llamada El
Charco del Limosnero, donde en su profundidad se aloja un cementerio y en la
superficie humildes pescadores viven de su quehacer. Un circo y sus diferentes
personajes, que hacen presente sentimientos que van desde el amor, hasta odios
y brutalidad. También está entre sus sueños: la muerte y personajes que de
pronto se transforman en otros, en este mundo metafórico y simbólico, tan
irreales como un sueño.
También conoceremos a un niño ciego,
a quien nuestro protagonista debe proteger y mostrar todo aquello que él puede
ver. A Eduviges, un anciano que le narra fábulas donde interviene el mundo de
los conceptos a través de historias de animales.
Nos habla de la fe a través del Mal
Ladrón, una especie de Jesús, que es sólo imagen, no llega a ser el hijo de
Dios, solamente es reflejo de la virtud de probidad. Desde luego hay una
marcada religiosidad de creyente, pero decepcionado de la administración de la
fe. Lo definen párrafos muy decidores tales como: “-¡Párroco, nosotros
quisiéramos ser felices, que no existiera el Diablo!”, otro - “La liturgia es
porosa como un terrón de azúcar”- y – “¡Qué fácil es la vida cuando se tiene el
cielo adentro y qué difícil cuando afuera dejamos el cielo y el mundo ocupa nuestro
interior!” Estas y otras reflexiones nos
hacen pensar que a veces es un adulto quien razona como un niño o viceversa.
Finalmente concluyo que esta novela
de magia, de pensamientos y conceptos, esconde ese clamor interno que siempre
está presente en nuestra mente. Y sobre todo en este caso
cuando está de por
medio una causa que ocupa toda la vida del autor, la causa de sacar a su país
de la incultura, la pobreza, el sometimiento y la religiosidad tergiversada.
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