Y se puso a pensar
“No basta compartir las ideas con el prójimo; se ha de compartir
la vida” (Rabindranath Tagore)
El reportaje había
terminado. Lo último que escuchó Beto en
su automóvil fue Hospital Salaberry. El pequeño reporteado se quedó callado.
Había dicho todo y mucho más. Si hasta faltaba que entregara sus lágrimas. El
reportero también se quedó sin palabras. Si hasta faltaba que cambiara el
micrófono por un pañuelo. El automovilista manejaba mirando el camino pero
metido metafóricamente dentro de la radio, puertas adentro de la emisora. Si
hasta faltaba que aplaudiera. Pero no quiso dejar el volante. Ni tampoco estaba
seguro que el aplauso fuera lo correcto en ese momento. Quizás sí como elogio a
la voluntad y valentía. Quizás también por la corrección y falta de golpes por
parte del periodista. Pero el hecho era muy grave como para aplaudir. Había que
limitarse a rogar y analizar porque a veces la sociedad llega a extremos
ridículos, retrógrados, miserables, injustos. Pero que se tapan con un manto de
hipocresía. Y al otro día, si te he visto no me acuerdo. Aunque quede un llanto
grabado, una voz escuchada por miles, un duplicado de la nota en una página de
periódico del día siguiente.
Y se puso a pensar.
Beto, el conductor
del automóvil que manejaba hacia Campana, creía a veces ( o casi siempre ), que
las cosas le pasaban solamente a él. Hasta que aquél programa del cual se había
hecho oyente consuetudinario le mostró historias de otros, de muchos. O de uno
sólo, que bastaba por mil. Como el chico de ésta tarde. Y se dio cuenta
entonces que era un egoísta que priorizaba sus problemas, olvidando que los
demás también los tienen. Y mucho mas graves que los suyos.
Ese día la nota había
sido muy fuerte, caló hondo en sus entrañas, la voz del chico que pedía sangre
para su hermanito – a las puteadas limpias - aún le caminaba por sus oídos.
Estuvo una hora andando por la autopista y en ese ínterin no entró a la radio ningún llamado preguntando por la
hora, el día, el lugar, donde se podía hacer la donación en forma directa,
porque la gravedad del caso asi lo requería. Eso sí, muchos llamaron para
asegurarse “si el próximo lunes era feriado largo” o si ya había fecha fijada
para “el partido de fútbol suspendido la noche anterior por agarrarse a
trompadas los hinchas de un mismo club”. Los imbéciles siempre tienen tono
disponible para ingresar al conmutador de los medios.
Y se puso a pensar.
Frenó de golpe. Por
si acaso miró antes su carnet de conductor para confirmar su tipo de sangre.
Cruzó del otro lado de la Panamericana y volvió rápido hacia la Capital.
Atravesó el peaje, tomó Avenida General Paz hacia el Riachuelo, bajó en Juan
Bautista Alberdi rumbo al centro, Hasta la calle Pilar. Había una plaza. No
entendía nada. Allí siempre había estado el Hospital Salaberry, Averiguó. Le
dijeron que cerró en 1981. Se ve que hacía mucho que no iba por el barrio.
Ahora se llama Hospital Santojanni, pero que muchos le siguen diciendo ex
Salaberry ( esa es la última palabra que escuchó por radio) y queda en la
calle Pilar , a diez cuadras de allí.
Aceleró y entró corriendo a la Guardia. Preguntó por Ricardo Yanpur. No sabía
si era con LL o con Y, porque lo había escuchado por radio, le dijo a la
enfermera. “El hermanito de un chico de 7 años que necesita urgente sangre
“factor B - RH negativo“aclaró. Lo llevaron enseguida a una habitación del
primer piso. Lo acostaron al lado del rubiecito que lo miraba con ojos casi sin
vida. Se llamaba Ismael. Los enfermeros y el médico de guardia hicieron
rápidamente las maniobras previas a una transfusión directa, luego de comprobar
que la sangre de Beto era la necesitada, un tipo de sangre difícil de hallar
entre la población. Habrá estado allí tres cuartos de hora. Al rato se acercó
Ricardo. “¿Usted vino porque me escuchó por la radio?” preguntó. –Si, le
contestó Beto, vine por los dos, por tu hermano
y por tu coraje para recorrer todo Buenos Aires y lograr un micrófono
para salvar una vida. No te podía fallar… “Gracias, señor…¿cómo se llama usted
?”. -No importa ahora. Llamáme Beto.
Y se puso a pensar.
Beto – mientras
tomaba un descanso de media hora y comía una medialuna, recomendada por los
médicos –se dio cuenta que no estaba allí de casualidad. Y precisamente en ese
Hospital, aunque ahora hubiera cambiado de nombre y de lugar, pero era el ex
Salaberry, para el caso era igual . Y justamente el mismo tipo de sangre.
Muchas coincidencias para que los recuerdos no afloraran Hace muchos años, ni
él mismo podía precisar cuantos perounos cincuenta, hubo un accidente entre un
micro estudiantil y un tren, en una barrera de….algo así como Villa Celina o
Mataderos o Villa Madero…Él era un adolescente que ese día estaba casualmente
en lo de su amigo Coco y pasó algo que lo marcó, como suele pasar con las
grandes tragedias. Por una radio igual a la de hoy, seguramente menos moderna,
se anunció el terrible hecho y que una gran cantidad de heridos eran llevados
al Hospital Salaberry. La madre de Coco – él cree que se llamaba Inés o
Beatriz, no podía precisar – al escuchar que el tipo de sangre pedida coincidía
con la suya, se puso un sacón gris, ni
se peinó casi, tomó la cartera y sin pensarlo dos veces le dijo a Coco que se iba a donar sangre al Salaberry. Nadie
se la había pedido. No fue necesaria “una cruzada nacional” ni “un premio
especial” para que ella tomara la decisión. Nunca iba a olvidar la escena y a
esa mujer. Que seguramente ya estará muy viejita o quizás haya fallecido.
¿Alguien habrá donado sangre para ella si fue necesario? Beto no puede
contestarlo porque lo desconoce. Pero lo que sí puede afirmar – y está
orgulloso que aquel recuerdo lo hiciera hoy retomar la Panamericana – que una
vez conoció a una mujer – llamada Inés o Beatriz, el nombre es lo de menos –
que no se quedó sentada frente a la radio esperando que la llamaran o la
vinieran a buscar….El amor hacia los demás – ahora lo sabe Beto – no se hereda,
se debe hacer conciencia…. Entonces… basta ahora – razona hacia adentro – de
estar pensando en uno mismo solamente. De mirarse su propio ombligo.
Es admirable Luis, como dentro de dos relatos pequeños, descubres las alas que cubren a toda una sociedad.
ResponderEliminarLas alas de la solidaridad, del amor , del pensar en el otro...si me permites Luis? - relato esmerado y ágil--es una manifestación, de lo que cada uno de nosotros como parte de una sociedad debemos hacer en los distintos aspectos de la vida.
Abel Espil