martes, 24 de febrero de 2015

Adriana Suárez Blas/Argentina/Febrero de 2015



El túnel

El sudor trataba de refrescar el acalorado cuerpo que se movía pesadamente por el polvoriento camino de tierra. Pescó con la lengua una gota de sudor pero le supo  muy salada casi amarga… y con broca se secó la cara con el borde de su sucia camisa.
La chicharra hacía sonar su canto como si fuera un llamado telegráfico, un código Morse de súplica  piadosa  a un implacable sol.
Decidió ir por las vías muertas del ferrocarril  en búsqueda de la reparadora sombra del túnel. El  tren  hacía mucho tiempo que no pasaba  por allí, convirtiendo a la zona en un páramo olvidado.
Caminó  pesadamente ya que su gordura no le permitía ligereza, una marcha lenta....de pasos cortos.
El copioso sudor pegaba su negra  y corta caballera al cuero cabelludo,  las gotas exudadas zigzagueaban por su cara en el laberinto piloso de su insipiente barba. Pero todo aminoraba su importancia ante el pensamiento de que allí…allí muy cerca estaba la esperanza de una sombra reparadora… casi al alcance de sus regordetas manos.
Maldecía a sus botas que transformaba a sus pies en una hirviente sopa, pero… cuando llegara al   túnel  se sacaría las botas…  quitaría de sus pies esa cárcel de cuero que quemaba a sus extremidades y lo liberaría de ese dolor penetrante, punzante. Ese  deseo  gobernaba sus pasos y le daba esperanza a su andar.
Ante él,  la boca subterránea  se ofrecía como un oasis en un desierto de sombras. Poner su pie allí concretaba su anhelo, una felicidad transitoria pero plena. Solo un movimiento, un pequeño paso
que  lo llenaría de sosiego… De pronto, se vió sacudido  por una  fuerte vibración que agitó  los durmientes y  las polvorientas vías…. De la obscuridad  del  túnel  apareció inexplicablemente  una gigantesca  locomotora  que  retumbaba, traqueteaba  ,  bramaba….. Él se  paralizó ante lo inexorable, la miró con una expresión de terror. La máquina, como una ola de hierro, lo golpeó.

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