El
túnel
El sudor trataba de refrescar el
acalorado cuerpo que se movía pesadamente por el polvoriento camino de tierra.
Pescó con la lengua una gota de sudor pero le supo muy salada casi
amarga… y con broca se secó la cara con el borde de su sucia camisa.
La chicharra hacía sonar su canto
como si fuera un llamado telegráfico, un código Morse de súplica piadosa
a un implacable sol.
Decidió ir por las vías muertas
del ferrocarril en búsqueda de la reparadora sombra del túnel. El
tren hacía mucho tiempo que no pasaba por allí, convirtiendo a la
zona en un páramo olvidado.
Caminó pesadamente ya que
su gordura no le permitía ligereza, una marcha lenta....de pasos cortos.
El copioso sudor pegaba su
negra y corta caballera al cuero cabelludo, las gotas exudadas
zigzagueaban por su cara en el laberinto piloso de su insipiente barba. Pero
todo aminoraba su importancia ante el pensamiento de que allí…allí muy cerca
estaba la esperanza de una sombra reparadora… casi al alcance de sus regordetas
manos.
Maldecía a sus botas que
transformaba a sus pies en una hirviente sopa, pero… cuando llegara al
túnel se sacaría las botas… quitaría de sus pies esa cárcel
de cuero que quemaba a sus extremidades y lo liberaría de ese dolor penetrante,
punzante. Ese deseo gobernaba sus pasos y le daba esperanza a su
andar.
Ante él, la boca
subterránea se ofrecía como un oasis en un desierto de sombras. Poner su
pie allí concretaba su anhelo, una felicidad transitoria pero plena. Solo un
movimiento, un pequeño paso
que lo llenaría de sosiego…
De pronto, se vió sacudido por una fuerte vibración que agitó
los durmientes y las polvorientas vías…. De la obscuridad del
túnel apareció inexplicablemente una gigantesca locomotora
que retumbaba, traqueteaba ,
bramaba….. Él se paralizó ante lo inexorable, la miró con una
expresión de terror. La máquina, como una ola de hierro, lo golpeó.
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