Anita y la fontana
La necesidad del mito, estará presente allí donde
haya
personas que se llamen a sí mismas humanas.
Rollo May
Mi amigo y yo, decidimos premiarnos con un viaje al verano europeo.
Ambos habíamos egresado ese año, de la Universidad de Buenos Aires, invictos en nuestra
carrera profesional
Trámites y pago de por medio, llegamos a Roma en un
vuelo directo.
Transportados
al hotel, sólo tuvimos un rato de descanso y salimos para encontrarnos con el
resto de la gente que había contratado el mismo circuito turístico que
nosotros.
Sabíamos, por haber leído y escuchado, que una de las
excursiones que más nos iba a conmover sería la visita por la noche a la Fontana di Trevi, que era
el horario en el que concurrían principalmente los solteros.
El guía nos
informó que además de llamarse así por haber sido el lugar de encuentro de tres
vías o sea tres desembocaduras de calles de Roma, este lugar era antiguamente
el punto final de un acueducto, el Acqua Vérgine.
Era costumbre que los visitantes, ubicándose de
espaldas a la misma, arrojaran con la mano derecha tres monedas al interior de
la fuente.
Se procedía a
este ritual, haciéndolo por sobre el hombro izquierdo, y de esa manera se
cumplía el mito que se había originado en la filmación de la película La dolce
Vita. Consistía simplemente en que la primera moneda hacía cumplir el deseo de volver a visitar Roma. La segunda era conocer
a una mujer italiana. La tercera era que uno se casaba con ella.
Estando al borde de la fuente, descubrí que sólo tenía una moneda, por lo que me
sentía algo apenado, a pesar de no creer mucho en los mitos.
Mi amigo no
tenía dinero metálico.
Yo tenía los ojos fijos en los pequeños círculos que se
producían en el agua, cada vez que una moneda chocaba con la superficie de la
misma.
De pronto apareció una imagen, casi fantasmal, de Anita
Ekberg, en el medio de la fuente.
Ella flexionaba y extendía su dedo índice derecho, con
la palma de la mano mirando al cielo y me decía en italiano:
-Qui, Marcello.
Entender, le entendí, pero…
Me di vuelta para ver quién era Marcello, pero
parecía que para ella, Marcello era yo.
La escultural belleza, de sugerentes carnes y
estrecho corsé, se agachó e introdujo su otra mano en el fondo de la fuente, levantó
dos monedas del piso y me las mostraba con mucha gracia para que yo fuera a
buscarlas.
- Qui Marcello, me dijo acentuando cada una de las letras ele.
Me introduje en el agua, que me llegaba a las
rodillas, mientras mi amigo me decía que estaba loco. Me acerqué a la diva y
tomé de su mano las dos monedas.
Salí de la fuente, busqué en el bolsillo del pantalón
mojado mi moneda, me ubiqué de espaldas al lugar en el que se encontraba Anita
y arrojé de a una por vez las tres monedas, pidiendo los correspondientes
deseos.
Cuando me di vuelta para ver si había ocurrido algo,
observé un espacio vacío, ella había desaparecido. Todavía no entiendo, pero me
acongojé. Yo también me sentía vacío...
Lo más curioso, es que mi amigo (mientras ocurrían
estos sucesos), no la vio. No me extrañaba, sólo confirmaba que era un
atolondrado.
¿Hacia dónde estaría mirando?
Se lo pregunté varias veces y él, no sé por qué, me
observaba con desconfianza.
El haber utilizado monedas arrojadas anteriormente
por otro, me tenía mortificado.
Luego nos
fuimos y me quedé pensando si no le habría quitado la suerte a alguna otra
persona,
Pero el hecho
ya no tenía reparación posible.
Por suerte esa noche tuve un sueño en el cual se me
apareció Anita Ekberg, donde me confesaba que me estuvo esperando y que ella
era la mujer predestinada.
Agregó que, seguramente, si ella hubiera sido
italiana, se habría convertido en mi esposa.
Me desperté sobresaltado.
No lograba coordinar mis ideas lógicamente, lo sacudí
a mi amigo que dormía en la cama vecina.
Se despertó asustado, miró el reloj, eran las tres de
la mañana.
-¿Los sueños serán mitos y la vida será un sueño?, le
pregunté.
Me miró muy fríamente, giró su cabeza (como lo hacen
los muñecos de los ventrílocuos), se abrazó a la almohada y comenzó a roncar
una dulce melodía.
2 comentarios:
Lindo!
Un bello relato...me hizo viajar a Italia...Lourdes Flores
Publicar un comentario