UN
CACHO DE BUENOS AIRES
A
los cien barrios porteños les cantaba Alberto Castillo, en la época del 50. Uno
de esos barrios, con veredas anchas perfumadas de naranjos, con el potrero en
la esquina donde jugaban reñidos partidos los chicos y ensayaban las murgas
para el carnaval, los bailes y cantos que luego pasearían por los corsos
vecinos, uno de esos barrios era Flores, ese barrio vio nacer a Cacho.
Acunado
con canzonetas, entonadas por la dulce madre Italiana, que le introdujo el amor
a la música, su gran pasión.
Entre
glicinas que colgaban por el amplio ventanal Cacho estudiaba música, las chicas
que pasaban por la vereda quedaban seducidas por las melodías del joven músico,
desde entonces el éxito con las mujeres lo acompañó. En los bailes del club vecinal,
subía al escenario invitado por el director de la orquesta, con sus 14 años y
mucha pinta conseguía que el público dejara de bailar para verlo tocar.
Los
años pasaron y Cacho del club vecinal, pasó a los cafés del centro a vivir las
noches porteñas, con amigos y camaradas, que lo inspiraban para componer temas que pronto seducían al
público.
Su
simpatía y desfachatez acelera la acumulación de conquistas de bellas damas,
atraídas por el gran seductor, romances llenos de travesuras, engaña y es engañado,
suma fracasos en el amor y éxito con el público.
La
noche, las aventuras, la música son la vida de este muchacho de Flores que hoy
es un Cacho de Buenos Aires.
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