sábado, 19 de diciembre de 2015

Marcos Polero-Argentina/Diciembre de 2015



¡ESTÁS ELIMINADO!


—No sé qué es lo que te pasa. Hace un mes y medio ya que nos conocemos. Cuando me pediste que te agregue como amigo no titubeé. ¡Estabas tan lindo en la foto que me enviaste! Un poco mayorcito, pensé. Después, cuando me confesaste que en realidad tenías cinco años más de los que me habías dicho lo acepté. Con tanta amabilidad me dijiste: “Soy Juan Ignacio, tengo 45 años, abogado, dos hijos, separado con divorcio en marcha. “¿Tenés auto?” Te pregunté. “Si, un cero”, me respondiste, “y soy propietario”.
Me siento mal, será algo que comí, ¡qué dolor!
Así siguió la relación, yo, de la ciudad de Formosa, vos, de Buenos Aires, “Caballito”, me dijiste, “no conozco” respondí. Hablamos durante horas. Nos contamos toda nuestra vida. “Soy soltera pero tengo cuatro hijos, dos de cada pareja. Mi primer marido, Pedro,  me dejó con los dos primeros, se fue a la Capital. “Allá hay mucho trabajo en la construcción” me dijo, “Yo puedo ir como medio oficial”. Se fue y nunca volví a saber de él. Lo esperé dos años, me había prometido que ni bien las cosas anduvieran mejor, después de juntar unos pesos y conseguir un buen alquiler me llevaba a Buenos Aires con los críos.
Después, Rolando, tipo trabajador aunque de mala bebida. Cada tanto me daba una paliza, pero no era malo. De él tengo la Alejandra, nena preciosa, la luz de mis ojos y el chiquito, Roberto. Rolando me dejó por mi concuñada ¡Como lo buscaba la hija de puta! Y el hombre no era de fierro. Viven a dos cuadras, tienen dos hijos. 
Me matan las arcadas pero el vómito me alivia, eso sí, es un asco.
Soy una mujer fuerte y aprendí a ganarme la vida. Todos los meses voy a La Salada, en Buenos Aires, a comprar ropa. Es agotador pero me las rebusco para mantener a los míos. Tengo mi clientela, traigo casi todo por encargo. Son un poco duros para pagar pero lo tengo a Dani, grandote como el padre,  que ya tiene diecinueve y me ayuda con los cobros. Dani es muy voluntarioso aunque últimamente, desde que anda con la Patri está remolón con las cobranzas, espero que el noviazgo dure hasta que Ricardo cumpla los diecisiete así me ayuda él.
Soy muy creyente. Vamos a la iglesia todos los domingos, ¡Ojo! Hablo de la iglesia cristiana, no quiero nada con los curas, son unos aprovechadores y unos mentirosos. El que teníamos en el barrio ni siquiera se hizo cargo de los cinco hijos que dejó, mala persona. El pastor es distinto, él tiene una hermosa familia y predica con sabias palabras. Tengo mi biblia y siempre encuentro una frase para explicar las cosas de la vida, o el pastor me ayuda a encontrarla.
—El dolor de estómago me está matando. Son retorcijones, como la otra vez, Algo me debe haber caído mal.
Estaba tan ilusionada con vos, Juan Ignacio. Hablabas tan lindo, contabas cada cosa, me escribías poemas… ¡Qué poemas! Yo no soy ninguna bruta. Terminé el secundario nocturno, tengo un buen hablar y escribo casi sin faltas de ortografía. Leo mucho, historia, literatura, poesía. Me apasioné con las Cincuenta sombras de Grey y disfruto de las frases de Coelho, también leo sobre metafísica.
Después de muchos días de charla por  chat de Facebook, después, con más confianza, por WhatsApp, con mensajes de voz y por último, por teléfono, nos fuimos conociendo. No me importó que no tuvieras estudio propio y trabajaras para una empresa, ni que casi la mitad del sueldo se te fuera en los alimentos de tus dos hijos. —Es un buen padre— pensé, —Eso está bien.
Al principio me fijé en vos por interés, esa es la verdad, quería que me ayudaras con los gastos, que me hicieras regalos, que, al final, me mantuvieras. Después, poco a poco, me fui enamorando.
Con cada foto que te mandaba, me devolvías un piropo: “Qué hermosa”; “Muy bonita”, “Un sueño”. Yo me derretía. La conversación, poco a poco iba llenándose de palabras tiernas, “Mi cielo”, “Amor”, “Vida”…Un día me dijiste “Te quiero” y casi sin querer se fuiste convirtiendo en mi novio virtual.
—Estoy sofocado, la Metformina me debe haber caído mal. Veo todo negro.
Y había llegado el gran día. Nos veríamos. Yo iría a la feria, como siempre, a las doce de la noche. A esa hora llegaba el micro a La Salada. Compraríamos todo lo encargado. A las seis volveríamos para Formosa. A las cinco y media nos esperarías en la callecita que bordea el Riachuelo, por dónde están los baños. Ya sé que media hora no es nada de tiempo, pero nos veríamos, nos tocaríamos las manos y nos daríamos un beso. Más no, porque estando mi nene y no le íbamos a dar un mal ejemplo. Él no está acostumbrado a ver a la madre franeleando con un desconocido. Nos fuimos hablando gran parte del viaje. ¡Qué bueno es tener la misma empresa de celular y comunicarnos gratis!
—El dolor es insoportable, transpiro… se me seca la boca… creo que me desmayo…
De pronto no tuve más noticias. Creo que te arrepentiste a último momento. No serás lo que dijiste. A lo mejor las fotos estaban arregladas o eran de otra persona. Bastante zorro resultaste ser, además yo no ofrezco mucho, solo un beso. Después tendrías que venir en auto para mi ciudad, Recién ahí, un noviazgo formal y, casamiento. De blanco no, pero con un hermoso vestido. Mi hijo mayor entregaría a la novia. Esta vez quería hacer todo bien.
Pero arrepentirte justo ahora ¡Como me engañaste! Me siento humillada. Pasaron las seis de la mañana, yo, en el micro, de vuelta a mi provincia y vos no apareciste. ¡Qué hijo de puta! ¡Ya te elimino y a otra cosa! Por supuesto que te borro del grupo, por algo soy la administradora, y no sé si no te escracho en público para que no engañes más a ninguna mujer bien intencionada.
A las siete de la mañana se llevaron el cuerpo. Según el informe, hiperglucemia, el hombre no llegó a pedir la atención médica, vivía solo, entró en coma diabético y finalmente el corazón se detuvo.   
  Y ella, ofendida, lo eliminó.

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