Querido Padre Celestial:
Seguramente estás muy cansado pues los humanos, últimamente te estamos dando mucho trabajo. Poco a poco estamos destruyendo este paraíso que tú construiste. Este paraíso terrenal que durante siete días planeaste y creaste minuciosamente. Colocando cada cosa en su lugar, para lograr el equilibrio ecológico y espiritual que deseabas para nosotros.
¡No se cómo podríamos reparar este desastre universal!
No nos bastó el sacrificio de tu hijo, que entregó su cuerpo y alma para borrar el pecado original. Él pensaba que con su sangre, sudor, la corona de espinas y el terrible dolor punzante de los clavos, bastarían para hacernos reflexionar. Al menos al recordar en cada año aquel doloroso Vía Crucis.
¡Pero no! ¿Qué nos sucede señor?
¿Podría yo ayudar con mi petición?...Es el regalo soñado para esta Navidad.
Deseo que por un momento, unas horas, o minutos si tú lo dispones; nuestros corazones se iluminen al unísono y recuperemos todos los sentimientos originales.
-Que el odio se convierta en amor-
-La guerra en paz-
-La oscuridad en luz-
-El hambre en saciedad-
-La avaricia en generosidad –
….Si ya sé… ya sé lo que estás pensando, seguramente estas por decirme que la base de todo, está en respetar los diez mandamiento. Pero sabes muy bien que la necedad también se instaló entre los humanos.
Que feliz sería señor, si a partir de este instante todos los niños llegados al mundo, logren mantener sus sentimientos tan puros como tú se los obsequias. Que el universo comience a tomar el rumbo elegido por ti. Sé que esto es casi una utopía, que tal vez lleve mucho tiempo. Pero tengo la gran esperanza que en el futuro, los seres humanos nacerán con el aura de los niños índigos, y entre todos te ayudaremos a recuperar el paraíso perdido.
Espero mi regalo y gracias por estar siempre a mi lado. ¡Feliz Navidad!
Nora Agustinho
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