GUY DE MAUPASSANT
EL COLLAR
Es terrible para una niña que posee una gran
hermosura, haber nacido en el seno de un hogar de pocos ingresos. Sobre todo a
la hora de escoger marido para contraer matrimonio, la posibilidad de que sea
un hombre de fortuna resulta casi imposible.
Eso es lo
que sucede a nuestra protagonista quien debe casarse con un simple empleadillo
del Ministerio de Instrucción Pública de París, y se convierte en la señora
Loisel.
Su vida de
casada se transforma en un martirio al soñar, permanentemente, en ese mundo que
le habría gustado para ella, pero al que sólo puede acceder con la imaginación,
porque con los pocos ingresos que logra ganar su esposo, éste les alcanza
solamente para vivir medianamente.
Un buen
día, el señor Loisel llega con la noticia que ha conseguido una invitación para
una gran fiesta, en un elegante hotel de la ciudad, donde concurrirían selectos
invitados. La señora Loisel, en un comienzo se niega a aceptar la invitación
porque no tiene un vestido adecuado para lucir en una fiesta tan importante. El
hombre deseando complacer a su esposa le dice que le sugiera una cantidad de
dinero para comprar un traje para lucirlo no sólo en esta fiesta. Ella a
sabiendas de lo que podría obtener, le dice un monto que es casi parecido, al
que el buen hombre había juntado para comprarse una escopeta para ir de casa
con unos amigos.
Encarga el
vestido a una costurera que luego de un tiempo se lo entrega a su satisfacción,
se lo prueba complacida. Sin embargo repara que no llevará nada en el cuello y
nuevamente dice a su esposo que no podrá ir. Éste le recuerda que ella tiene
una buena amiga de sus tiempos de colegio que posee buena situación y seguramente
le podrá prestar alguna joya para lucir en su cuello.
La señora
Forestier, amablemente le muestra todas sus joyas, le sugiere un collar de
perlas, pero la joven termina encandilada por un collar de brillantes que
considera acorde con su vestido.
El día de
la fiesta, nuestra protagonista es objeto de toda la admiración de los
presentes, todos quieren conocerla y todos los caballeros bailan con ella.
Mientras su esposo duerme pacíficamente en un sillón de un saloncito, junto a
otros señores cuyas esposas se divierten.
De
madrugada deben retirarse y caminar bastante rato hasta conseguir un carruaje
que los lleve hasta su casa. Una vez en ella, con espanto los señores Loisel, se dan cuenta que
el collar se ha perdido, la joven salió de la fiesta con el collar, pero en el
camino seguramente se desprendió el broche y cayó.
El esposo
ocupa todo el resto de la noche, tratando de encontrar la joya, al día
siguiente coloca avisos en diferentes medios, pero al cabo de varios días,
ambos reconocen que el único camino que les queda, es juntar el suficiente dinero para comprar otro
collar similar al perdido. La señora Forestier, recibe la supuesta devolución
del mismo collar prestado.
En ese
momento empieza el cambio de la señora Loisel, porque por una noche de placer,
debe pasar años trabajando de fregona en su hogar, eliminando cualquier gasto
superfluo que les impida cancelar los compromisos económicos que les significó
comprar un nuevo collar...
En un
lenguaje claro, comprensible y sumamente entretenido, el autor, como en todas
sus creaciones, nos va llevando de la mano. Somos casi testigos del desarrollo
de las acciones, que las circunstancias empujan a los protagonistas a
transformar sus vidas, para llegar finalmente a un desenlace inesperado, que lo
sabrán quienes lean el cuento en su totalidad.
El
desarrollo nos va presentando situaciones comunes y cambios muy propios de
hombres y mujeres de todos los tiempos, dejándonos un recuerdo cercano a la
moraleja, pero en forma sutil e impensada.
GUY DE MAUPASSANT
Existe
controversia acerca del lugar exacto del nacimiento de Guy de Maupassant, según
su biógrafo en 1926. Una primera hipótesis, habría nacido en Fécamp,
en el Bout-Menteux, el 5 de agosto de 1850. Según la otra hipótesis habría
nacido en el castillo de Miromesnil, en Tourville-sur-Arques, a ocho kilómetros de
Dieppe, como establece su partida de nacimiento. No obstante, todo parece
apuntar a que el auténtico lugar de nacimiento fue este último.
Tuvo
una infancia como la de cualquier muchacho de su edad, si bien su madre lo
introdujo a edad temprana en el estudio de las lenguas clásicas. Laure, siempre
quiso que su hijo tomara el testigo de su hermano Alfred Le Poittevin, a la
sazón íntimo amigo de Flaubert, cuya prematura muerte truncó una prometedora
carrera literaria. A los doce años, sus padres se separaron amistosamente. Su
padre, Gustave de Maupassant, era un hombre indolente que engañaba a su esposa
con otras mujeres. La ruptura de sus padres influyó mucho en el joven Guy. La
relación con su padre se enfriaría de tal modo que siempre se consideró un
huérfano de padre. Su juventud, muy apegada a su madre, Laure Le Poittevin, se
desarrolló primero en Étretat,
y más adelante en Yvetot,
antes de marchar al liceo en Ruan. Maupassant fue
admirador y discípulo de Gustave
Flaubert al que
conoció en 1867. Flaubert, a instancias de la madre del escritor, de la cual
era amigo de la infancia, lo tomó bajo su protección, le abrió la puerta de
algunos periódicos y le presentó a Iván Turgénev, Émile Zola y a los hermanos Goncourt. Flaubert ocupó el lugar de la figura paterna.
Tanto es así, que incluso se llegó a decir en algunos mentideros parisinos que
Flaubert era su padre biológico.
El
escritor se trasladó a vivir a París con su padre tras la derrota francesa
en la guerra franco-prusiana de 1870. Comenzó a estudiar Derecho,
pero reveses económicos familiares y la mala relación con su progenitor, le
obligaron a dejar unos estudios que, de por sí, ya no le convencían y a
trabajar como funcionario en varios ministerios, hasta que publicó en 1880 su
primera gran obra, «Bola de sebo», en Las
veladas de Médan, un volumen naturalista preparado por Émile Zola con la colaboración de Henri Céard,
Paul Alexis, Joris Karl Huysmans y Léon Hennique. El relato, de corte
fuertemente realista según las directrices de su maestro Flaubert, fue
calificado por este como una obra maestra.
Su
presencia en Las veladas de Médan y la calidad de su relato, permitió a
Maupassant adquirir una súbita y repentina notoriedad en el mundo literario.
Sus temas favoritos eran los campesinos normandos, los pequeños burgueses, la
mediocridad de los funcionarios, la guerra franco-prusiana de 1870, las
aventuras amorosas o las alucinaciones de la locura: La
Casa Tellier(1881), Los cuentos de la becada (1883), El Horla (1887), a través de algunos de los
cuales se transparentan los primeros síntomas de su enfermedad.
Su
vida parisina y de mayor actividad creativa, transcurrió entre la mediocridad
de su trabajo como funcionario y, sobre todo, practicando deporte, en
particular el remo al que se entregó con denuedo en los pueblos de los
alrededores de París en compañía de amistades de dudosa reputación. De vida
díscola y sexualmente promiscuo, jamás se le conoció un amor verdadero;
para él, el amor era puro instinto animal y así lo disfrutaba. Escribió al respecto:
«El individuo que se contente con una mujer toda su vida, estaría al margen de
las leyes de la naturaleza como aquel que no vive más que de ensaladas». Y por añadidura, el carácter dominante
de su madre lo alejó de cualquier relación que se atisbase con un mínimo de
seriedad. Su carácter pesimista, misógino y misántropo, estaba
motivado por la poderosa influencia de su mentor Gustave
Flaubert y las ideas
de su filósofo de cabecera, Schopenhauer.
Abominaba
de cualquier atadura o vínculo social, por lo que siempre se negó a recibir la Legión de Honor o a considerarse miembro del cenáculo
literario de Zola, al no querer formar parte de una escuela literaria en
defensa de su total independencia. El matrimonio le horrorizaba; suya es
la frase «El matrimonio es un intercambio de malos humores durante el día y de
malos olores durante la noche». No obstante, pocos años después de su muerte,
un periódico francés, L'Eclair, informó de la existencia de una mujer con la que habría tenido tres hijos. Identificada en ocasiones por algunos
biógrafos con la "mujer de gris", personaje
que aparece en las Memorias de su criado, François Tassart, se
llamaba Josephine Litzelmann, natural de Alsacia y, sin duda, judía.
Los hijos se llamaban
Honoré-Lucien, Jeanne-Lucienne y Marguerite. Si bien sus supuestos tres hijos
reconocieron ser hijos del escritor, nunca desearon la publicidad que se les
dio.
Atacado
por graves problemas nerviosos, síntomas de demencia y pánico heredados
—reflejados en varios de sus cuentos como el cuento Quién
sabe, escrito ya en sus últimos años de vida— como consecuencia de la sífilis,
intentó suicidarse el 1 de enero de 1892. El propio
escritor lo confesó por escrito: «Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del
miedo, pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu,
de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio y a la cual turbia un miedo opaco
y misterioso». Tras algunos intentos frustrados, en
los que utilizó un abrecartas para degollarse, fue internado en la clínica
parisina del Doctor Blanche, donde murió un año más tarde. Está
enterrado en el cementerio de Montparnasse,
en París.
Maupassant está considerado uno de
los más importantes escritores de la escuela naturalista, cuyo máximo pontífice
fue Émile Zola, aunque a él nunca le gustó que se le atribuyese tal militancia.
Es cierto que fue un fotógrafo de su tiempo y su doctrina literaria está
recogida en el prólogo que escribió para su novela Pierre et Jean, donde escribió: «La menor cosa
tiene algo de desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir un fuego que arde y un
árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese fuego y a ese árbol hasta que
no se parezcan, para nosotros, a ningún otro árbol ni a ningún otro fuego».
Para el historiador Rafael Llopis, Maupassant, perdido en la
segunda mitad del siglo XIX, se encontraba muy lejano ya del furor del Romanticismo, fue «una
figura singular, casual y solitaria». Sentado
sobre la obra de Balzac y Flaubert, su prosa tiene la virtud de ser sencilla pero
directa, sin artificios. Sus historias, variopintas, transmiten con una
fidelidad absoluta la sociedad de su época. Pero lo que más lo caracteriza es
lo impersonal de su narración; jamás se involucra en la historia y se
manifiesta como un ser omnisciente que se limita a describir detalladamente sus
observaciones. No en vano, está considerado como uno de los mayores cuentistas
de la historia de la literatura. En los últimos años de su vida, e influenciado
por el éxito de Paul Bourget,
abandonó el relato de costumbres o realista, para experimentar con la novela
psicológica, con la que tuvo bastante éxito. Es en esta etapa donde abandona su
visión impersonal para profundizar más en el alma atormentada de sus
personajes, probablemente un reflejo del tormento que sufría la suya. Siempre
padeciendo grandes migrañas, abusó del consumo de drogas, como la cocaína y el
éter, que potenciaban más su talento natural y le proporcionaban estados
alterados de conciencia que lo hacían sufrir alucinaciones y otras visiones que
a la postre condicionarían su narrativa fantástica o de terror.
Fue
tanta la influencia que ejerció sobre otros autores que llegó a ser uno de los
más plagiados. Era admirado por Chéjov, León Tolstói,
Horacio
Quiroga y un largo
etcétera. Pero sin duda, el autor que más lo plagió fue el italiano Gabriele D'Annunzio. En su antología de
narraciones Cuentos del río Pescara, podemos
encontrar historias y pasajes copiados literalmente de algunos cuentos de
Maupassant. Otro de los que plagió al autor francés fue Valle Inclán,
en su primer libro Femeninas, donde en el relato Octavia
Santino reproduce
fielmente la escena final del libro de Maupassant, Fort
comme la mort.
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