sábado, 25 de marzo de 2017

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Marzo de 2017



GUY DE MAUPASSANT

EL COLLAR

             Es terrible para una niña que posee una gran hermosura, haber nacido en el seno de un hogar de pocos ingresos. Sobre todo a la hora de escoger marido para contraer matrimonio, la posibilidad de que sea un hombre de fortuna resulta casi imposible.
            Eso es lo que sucede a nuestra protagonista quien debe casarse con un simple empleadillo del Ministerio de Instrucción Pública de París, y se convierte en la señora Loisel.
            Su vida de casada se transforma en un martirio al soñar, permanentemente, en ese mundo que le habría gustado para ella, pero al que sólo puede acceder con la imaginación, porque con los pocos ingresos que logra ganar su esposo, éste les alcanza solamente para vivir medianamente.
            Un buen día, el señor Loisel llega con la noticia que ha conseguido una invitación para una gran fiesta, en un elegante hotel de la ciudad, donde concurrirían selectos invitados. La señora Loisel, en un comienzo se niega a aceptar la invitación porque no tiene un vestido adecuado para lucir en una fiesta tan importante. El hombre deseando complacer a su esposa le dice que le sugiera una cantidad de dinero para comprar un traje para lucirlo no sólo en esta fiesta. Ella a sabiendas de lo que podría obtener, le dice un monto que es casi parecido, al que el buen hombre había juntado para comprarse una escopeta para ir de casa con unos amigos.
            Encarga el vestido a una costurera que luego de un tiempo se lo entrega a su satisfacción, se lo prueba complacida. Sin embargo repara que no llevará nada en el cuello y nuevamente dice a su esposo que no podrá ir. Éste le recuerda que ella tiene una buena amiga de sus tiempos de colegio que posee buena situación y seguramente le podrá prestar alguna joya para lucir en su cuello.
            La señora Forestier, amablemente le muestra todas sus joyas, le sugiere un collar de perlas, pero la joven termina encandilada por un collar de brillantes que considera acorde con su vestido.
            El día de la fiesta, nuestra protagonista es objeto de toda la admiración de los presentes, todos quieren conocerla y todos los caballeros bailan con ella. Mientras su esposo duerme pacíficamente en un sillón de un saloncito, junto a otros señores cuyas esposas se divierten.
            De madrugada deben retirarse y caminar bastante rato hasta conseguir un carruaje que los lleve hasta su casa. Una vez en ella, con  espanto los señores Loisel, se dan cuenta que el collar se ha perdido, la joven salió de la fiesta con el collar, pero en el camino seguramente se desprendió el broche y cayó.
            El esposo ocupa todo el resto de la noche, tratando de encontrar la joya, al día siguiente coloca avisos en diferentes medios, pero al cabo de varios días, ambos reconocen que el único camino que les queda, es  juntar el suficiente dinero para comprar otro collar similar al perdido. La señora Forestier, recibe la supuesta devolución del mismo collar prestado.
            En ese momento empieza el cambio de la señora Loisel, porque por una noche de placer, debe pasar años trabajando de fregona en su hogar, eliminando cualquier gasto superfluo que les impida cancelar los compromisos económicos que les significó comprar un nuevo collar...
            En un lenguaje claro, comprensible y sumamente entretenido, el autor, como en todas sus creaciones, nos va llevando de la mano. Somos casi testigos del desarrollo de las acciones, que las circunstancias empujan a los protagonistas a transformar sus vidas, para llegar finalmente a un desenlace inesperado, que lo sabrán quienes lean el cuento en su totalidad.     
            El desarrollo nos va presentando situaciones comunes y cambios muy propios de hombres y mujeres de todos los tiempos, dejándonos un recuerdo cercano a la moraleja, pero en forma sutil e impensada.


GUY DE MAUPASSANT

            Existe controversia acerca del lugar exacto del nacimiento de Guy de Maupassant, según su biógrafo en 1926. Una primera hipótesis, habría nacido en Fécamp, en el Bout-Menteux, el 5 de agosto de 1850. Según la otra hipótesis habría nacido en el castillo de Miromesnil, en Tourville-sur-Arques, a ocho kilómetros de Dieppe, como establece su partida de nacimiento. No obstante, todo parece apuntar a que el auténtico lugar de nacimiento fue este último.
            Tuvo una infancia como la de cualquier muchacho de su edad, si bien su madre lo introdujo a edad temprana en el estudio de las lenguas clásicas. Laure, siempre quiso que su hijo tomara el testigo de su hermano Alfred Le Poittevin, a la sazón íntimo amigo de Flaubert, cuya prematura muerte truncó una prometedora carrera literaria. A los doce años, sus padres se separaron amistosamente. Su padre, Gustave de Maupassant, era un hombre indolente que engañaba a su esposa con otras mujeres. La ruptura de sus padres influyó mucho en el joven Guy. La relación con su padre se enfriaría de tal modo que siempre se consideró un huérfano de padre. Su juventud, muy apegada a su madre, Laure Le Poittevin, se desarrolló primero en Étretat, y más adelante en Yvetot, antes de marchar al liceo en Ruan. Maupassant fue admirador y discípulo de Gustave Flaubert al que conoció en 1867. Flaubert, a instancias de la madre del escritor, de la cual era amigo de la infancia, lo tomó bajo su protección, le abrió la puerta de algunos periódicos y le presentó a Iván Turgénev, Émile Zola y a los hermanos Goncourt.  Flaubert ocupó el lugar de la figura paterna. Tanto es así, que incluso se llegó a decir en algunos mentideros parisinos que Flaubert era su padre biológico.
            El escritor se trasladó a vivir a París con su padre tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana de 1870. Comenzó a estudiar Derecho, pero reveses económicos familiares y la mala relación con su progenitor, le obligaron a dejar unos estudios que, de por sí, ya no le convencían y a trabajar como funcionario en varios ministerios, hasta que publicó en 1880 su primera gran obra, «Bola de sebo», en Las veladas de Médan, un volumen naturalista preparado por Émile Zola con la colaboración de Henri Céard, Paul Alexis, Joris Karl Huysmans y Léon Hennique. El relato, de corte fuertemente realista según las directrices de su maestro Flaubert, fue calificado por este como una obra maestra.
            Su presencia en Las veladas de Médan y la calidad de su relato, permitió a Maupassant adquirir una súbita y repentina notoriedad en el mundo literario. Sus temas favoritos eran los campesinos normandos, los pequeños burgueses, la mediocridad de los funcionarios, la guerra franco-prusiana de 1870, las aventuras amorosas o las alucinaciones de la locura: La Casa Tellier(1881), Los cuentos de la becada (1883), El Horla (1887), a través de algunos de los cuales se transparentan los primeros síntomas de su enfermedad.
            Su vida parisina y de mayor actividad creativa, transcurrió entre la mediocridad de su trabajo como funcionario y, sobre todo, practicando deporte, en particular el remo al que se entregó con denuedo en los pueblos de los alrededores de París en compañía de amistades de dudosa reputación. De vida díscola y sexualmente promiscuo,  jamás se le conoció un amor verdadero; para él, el amor era puro instinto animal y así lo disfrutaba. Escribió al respecto: «El individuo que se contente con una mujer toda su vida, estaría al margen de las leyes de la naturaleza como aquel que no vive más que de ensaladas». Y por añadidura, el carácter dominante de su madre lo alejó de cualquier relación que se atisbase con un mínimo de seriedad. Su carácter pesimista, misógino y misántropo, estaba motivado por la poderosa influencia de su mentor  Gustave Flaubert  y las ideas de su filósofo de cabecera, Schopenhauer.
                        Abominaba de cualquier atadura o vínculo social, por lo que siempre se negó a recibir la Legión de Honor o a considerarse miembro del cenáculo literario de Zola, al no querer formar parte de una escuela literaria en defensa de su total independencia. El matrimonio le horrorizaba; suya es la frase «El matrimonio es un intercambio de malos humores durante el día y de malos olores durante la noche». No obstante, pocos años después de su muerte, un periódico francés, L'Eclair, informó de la existencia de una mujer con la que habría tenido tres hijos. Identificada en ocasiones por algunos biógrafos con la "mujer de gris", personaje que aparece en las  Memorias  de su criado, François Tassart, se llamaba Josephine Litzelmann, natural de Alsacia y, sin duda, judía.
                         Los hijos se llamaban Honoré-Lucien, Jeanne-Lucienne y Marguerite. Si bien sus supuestos tres hijos reconocieron ser hijos del escritor, nunca desearon la publicidad que se les dio.
            Atacado por graves problemas nerviosos, síntomas de demencia y pánico heredados —reflejados en varios de sus cuentos como el cuento Quién sabe, escrito ya en sus últimos años de vida— como consecuencia de la sífilis, intentó suicidarse el 1 de enero de 1892. El propio escritor lo confesó por escrito: «Tengo miedo de mí mismo, tengo miedo del miedo, pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio y a la cual turbia un miedo opaco y misterioso». Tras algunos intentos frustrados, en los que utilizó un abrecartas para degollarse, fue internado en la clínica parisina del Doctor Blanche, donde murió un año más tarde. Está enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París.
            Maupassant está considerado uno de los más importantes escritores de la escuela naturalista, cuyo máximo pontífice fue Émile Zola, aunque a él nunca le gustó que se le atribuyese tal militancia. Es cierto que fue un fotógrafo de su tiempo y su doctrina literaria está recogida en el prólogo que escribió para su novela Pierre et Jean, donde escribió: «La menor cosa tiene algo de desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir un fuego que arde y un árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese fuego y a ese árbol hasta que no se parezcan, para nosotros, a ningún otro árbol ni a ningún otro fuego». Para el historiador Rafael Llopis, Maupassant, perdido en la segunda mitad del siglo XIX, se encontraba muy lejano ya del furor del Romanticismo, fue «una figura singular, casual y solitaria». Sentado sobre la obra de Balzac y Flaubert,  su prosa tiene la virtud de ser sencilla pero directa, sin artificios. Sus historias, variopintas, transmiten con una fidelidad absoluta la sociedad de su época. Pero lo que más lo caracteriza es lo impersonal de su narración; jamás se involucra en la historia y se manifiesta como un ser omnisciente que se limita a describir detalladamente sus observaciones. No en vano, está considerado como uno de los mayores cuentistas de la historia de la literatura. En los últimos años de su vida, e influenciado por el éxito de Paul Bourget, abandonó el relato de costumbres o realista, para experimentar con la novela psicológica, con la que tuvo bastante éxito. Es en esta etapa donde abandona su visión impersonal para profundizar más en el alma atormentada de sus personajes, probablemente un reflejo del tormento que sufría la suya. Siempre padeciendo grandes migrañas, abusó del consumo de drogas, como la cocaína y el éter, que potenciaban más su talento natural y le proporcionaban estados alterados de conciencia que lo hacían sufrir alucinaciones y otras visiones que a la postre condicionarían su narrativa fantástica o de terror.
            Fue tanta la influencia que ejerció sobre otros autores que llegó a ser uno de los más plagiados. Era admirado por Chéjov, León Tolstói, Horacio Quiroga y un largo etcétera. Pero sin duda, el autor que más lo plagió fue el italiano Gabriele D'Annunzio. En su antología de narraciones Cuentos del río Pescara, podemos encontrar historias y pasajes copiados literalmente de algunos cuentos de Maupassant. Otro de los que plagió al autor francés fue Valle Inclán, en su primer libro Femeninas, donde en el relato Octavia Santino reproduce fielmente la escena final del libro de Maupassant, Fort comme la mort.

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