HERNÁN
RIVERA LETELIER – CHILENO
LOS TRENES LLEGAN AL PURGATORIO
Un
romántico viaje de cuatro días que se vive dentro del Longino, el tren
longitudinal norte que cruza la pampa salitrera de Tarapacá y donde ocurren un
sinnúmero de acontecimientos, desde los trágicos hasta los jocosos, pasando por
los irreales, con el más increíble desparpajo, mientras pasa por diferentes
estaciones, donde también encuentra historias y personajes anexos a los que
viajan en el tren.
Hernán
Rivera Letelier, nos hace acompañar a sus personajes poniendo de manifiesto su
gran imaginación y creatividad, colocando como actor principal a un
acordeonista callejero que va en busca de su amada. Otros personajes que
acompañan el viaje, son una mujer que dice predecir el futuro y a la que todos
los pasajeros tratan de consultar. También va un enano metiche que trabaja en
un circo y va en su búsqueda, siendo acogido por dos hermanas solteronas a las
que logra sacar de su ostracismo sexual, para convertirlas en gozadoras de manipulaciones
poco santas con el hombrecillo. Un ciego que vende peinetas y canta los ritmos
de Julio Jaramillo, una pareja de enamorados que no cansa de besarse y una
prostituta que ha hecho de su vagón una verdadera suerte de empresa sexual, al
que acuden tantos varones como dineros tengan para el servicio.
Y así
transcurren tres días y tres noches, en que estos personajes interactúan en una
realidad aparente para pasar finalmente a ser parte de un pasado ya muerto y
solamente un recuerdo en las mentes de quienes gozaron de esta experiencia. Su
final se extingue en un desenlace casi imprevisible. Sin embargo, su mérito lo
lleva el recuerdo de aquellos viajes que fueron parte de la vida de los mineros
de las salitreras del desierto de Atacama.
HERNÁN
RIVERA LETELIER
Aunque
nació en Talca, vivió hasta los 11 años en la oficina
salitrera Algorta, en
el norte de Chile. En las oficinas de María Elena y Pedro de Valdivia hizo sus estudios escolares.
Debido
al cierre de Humberstone,
sus padres se trasladaron con sus cinco hijos a Antofagasta,
donde a las dos semanas de llegar murió su madre, víctima de la picadura de la araña de los rincones. Entonces, la
familia decide volver a las salitreras: "Los hermanos menores de Hernán se
fueron con las hermanas casadas de vuelta a una salitrera, pero el rebelde
tímido —según su propia definición— se negó a partir y decidió quedarse solo en
la ciudad, viviendo en una suerte de ruca instalada en el patio de una iglesia
evangélica. El padre, que trabajaba en una mina y regresaba cada 15 días, lo
comprendió y dejó que buscara su rumbo.
Se
ganaba la vida vendiendo diarios; le alcanzaba para comer e incluso para ir al
cine: "Como en Algorta no me dejaban ir, aquí me hice un cinéfilo crónico.
Los miércoles daban las rotativas: entraba a las dos de la tarde y no salía
hasta la una de la mañana para ver tres veces las películas. Como a las seis
hablaba con el portero, salía a comprar pan y mortadela y me metía de nuevo al
cine". Después de tres años
de vivir en Antofagasta, volvió a la pampa a trabajar. En la salitrera María Elena fue
mensajero de la empresa Anglo Lautaro y después, al cumplir los 18, entró a un
taller eléctrico. A los 19 años, tomó su mochila y viajó durante tres años.
De regreso a la pampa en 1973, comenzó a trabajar en la mina Mantos Blancos y
después como operario en la oficina salitrera Pedro de Valdivia;
paralelamente, estudió en la escuela nocturna para completar la enseñanza
básica.
Pero
habrá de pasar más de una década de aquel memorable viaje en que tomó la
decisión de consagrarse a la literatura antes de poder publicar su primer
libro: en 1988 sale Poemas y
pomadas, "autoedición de 500 ejemplares que vendía puerta a puerta, en
los bares y los cafés, y en 1990 Cuentos breves y cuescos de brevas.
Cuatro
años más tarde publicaría su primera novela, La Reina Isabel
cantaba rancheras, que lo catapultó a la fama y le granjeó sus primeros
premios importantes (antes, escribiendo poesía, había ganado 26 galardones en
concursos menores): el del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, más una mención
en el Municipal de Santiago. Desde entonces, este libro se ha convertido en una
de las obras literarias de más vasta difusión de la narrativa chilena reciente.
El mismo Rivera Letelier diría en el 2000 que desde que publicó La Reina Isabel
cantaba rancheras, la vida
le "dio una vuelta de carnero". "Me he convertido en el hombre
más feliz del mundo; hago lo que me gusta, vivo de eso y lo gozo. No he
cambiado mi forma de vivir ni mis amigos, pero me siento más seguro de mí
mismo, ya no tengo que preocuparme de que no voy a tener pan para mis hijos
mañana".
Su
siguiente novela, Himno del
ángel parado en una pata (1996),
volvió a recibir el premio del citado Consejo, consolidándolo como escritor. La
lista de galardones y distinciones ha ido creciendo a medida que el escritor ha
ido editando sus nuevos libros.
El
primer sello que publicó sus novelas fue Planeta,
pero a partir de 2006 Rivera Letelier saca sus libros en las editoriales del Grupo
Santillana —que han
reeditado todas las novelas aparecidas anteriormente en Planeta—,
particularmente en Alfaguara y Punto de Lectura.
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