Pocas letras
Apenas
terminé de leerlo,
el tipo me lo
exigió.
“Lléveselo,
señor”, le dije.
Regresó.
Caminaba sin
control.
¿La altura
del bar del primer piso
le provocaba
vértigo?
“Le faltan
letras”, me gritó.
“Bueno, yo lo
leí primero”, le dije.
Enarcó sus
espesas cejas.
Su puño
amenazante deseaba estrellarse
contra mi
frágil nariz.
¿“Nunca
recibió un diario ya leído”?
¿Señor no
sabe que las letras de un periódico
se consumen
leyendo?
“Sí, no, pero
le faltan letras…”, susurró.
Desconocía
las metáforas.
Entonces le
expliqué:
“los textos
los interpretamos,
agregamos y
quitamos”.
Mareado y corto
de ideas,
la gruesa
cáscara
que envolvía
sus huecas neuronas,
cayó sobre la
mesa.
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