Abriendo la jaula
Salí cerca de las dos y media de la
tarde, fuera hacia más calor de lo que yo creía y tuve que sacarme la campera
extra que había tomado.
Me sentía nerviosa y tenía un poco
de miedo, realmente sentía bastante miedo. Nunca había ido sola a esa parte de
la ciudad pero tenía que hacerlo si quería empezar a sanar por dentro. No puedo
determinar cuánta expectativa tenía acerca de esta consulta con la psicóloga,
una parte de mi ansiaba poder liberarse del peso que la oprimía desde hace años,
la otra, más desconfiada y reacia a tener esperanzas repetía incansablemente
que no esperara mucho. Pero las cosas no estaban saliendo bien, tenía que
encontrar otra forma de vivir, seguir en casa negándome a pedir ayuda por miedo
no parecía una buena opción.
Estos sentimientos encontrados más
el miedo a estar sola en un lugar desconocido y la ansiedad por no llegar tarde
me acompañaron todo el viaje.
La reunión con Edith, la psicóloga,
estuvo bien, realmente solo significo el comienzo de un proceso.
Muchos pensamientos y sentimientos
dolorosos se contaron solos sin que pudiera yo callarlos, fue como si hubiera
abierto una jaula y las aves, viéndose libres y seguras, volaron lejos.
El viaje de regreso no fue muy
placentero, me perdí, me encontré y volví a perderme. Por dentro no sentía nada
muy profundo; la ansiedad por no encontrar cómo regresar me mantenía
concentrada en el mundo exterior, más allá de esto me sentía anestesiada por
dentro, cómo si hubiera puesto mis esperanzas y el control en manos de otro y
ahora pudiera solo...respirar.
No estoy muy segura de cuan sana es
dicha sensación, incluso ahora no puedo comprender que sentía exactamente.
Eventualmente encontré cómo llegar a
casa y de esta travesía me quedé con dos cosas, una consistía en la satisfacción
de haber enfrentado una experiencia nueva a la que le tenía y la otra era el
temor a que esas aves que había liberado regresaran para devorarme.
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