Una y otra vez el mar ciñe
sobre mis pies descalzos
sus algas verdes.
La playa y su manglar se alejan
de la profundidad del mar.
Cruza delante de mí la sombra
blanca de una gaviota,
donde la brisa me trae su canto
Para enredarse en mí pelo
Y ahí se anida.
Un tibio ocaso se oculta
en mis pupilas y una cómplice
ola juega a subir mi falda
húmeda de sal y ausencia.
Le cuento una historia al viejo madero
que cruje en la orilla.,
al fuerte oleaje que salpica al risco.
Puedo intuirte en el batir de alas
del alcatraz que se aleja del embarcadero.
¿Es un adiós o un ya regreso?
E n este dejo de soledad me permito
una lagrima, si, quizás el mar se escondió
en mis ojos y se volvió llanto
en los arrecifes…
Tempestuosa ola a lo lejos, cual espejo
del faro, en su resplandor te avizoro
signándome señales en la bruma.
Tus pasos siempre han calzado mis huellas.
Quebranta esta sosegada espera
Y frena con guijarros
el minutero del reloj roído que duerme
en la orilla del tiempo.
¿Cuéntame si aún es amarilla
la artemisa?
¿Si aún vez trinitarias floreciendo
entre mis dedos?
¿Dime si aún el mastranto suelta
Su aroma en el prado verde?
…Y entonces te diré cuanto duele
un beso si este sabe a ausencia.
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