UN GUAPO
Juan C.
1947. Barrio de Mataderos.
Caminaba despacio. Con los pasos medidos. Con el ce
rebro puesto en sus piernas...
Lengue, funyi, y una mano metida en el bolsillo de un
pantalón negro con rayas grises.
La otra mano, subía de vez en cuando el cigarrillo a
la boca.
Se detuvo en la esquina de Tonelero y Oliden a esperar
el 55…
Apoyó de plano, el taco de su zapato derecho, contra la
pared descascarada. Levantó la vista para requisar la
noche cerrada por la niebla...
Vió acercarse el colectivo…Venía lento, sin apuro a esa
hora de la madrugada del domingo de Junio.
Apuró el pucho cortito y lo disparó de sus dedos como
balazo. Chasqueó la lengua contrariado, confirmó el
ala del sombrero con la palma de la mano, y perforó la
bruma con el brazo extendido en medio de la calle.
El colectivo aminoró la marcha y puso la puerta frente
a la estampa oscura que se abotonaba el saco.
Subió despacio, con excesiva lentitud, haciendo sentir
el peso de su cuerpo sobre el estribo, para que todos tu
vieran la certeza que estaba subiendo un guapo.
Sacó de veinte. El colectivo arrancó, perdió la estabili
dad, manoteó el pasamanos y llegó a la mitad del pasillo
donde dos pibas comentaban un bailongo. Se detuvo de
trás de ellas y al acercarse, sintió un suave perfume aco
jedor, y el cabello de una le hizo cosquillas en la nariz.
Les dijo algo que ni ellas ni nadie lograron entender. Las
miró enteras antes de mandarse al único asiento vacío, y
sin quitarles la vista les comenzó a cantar “Milonguita”
en un tono audible, para que todo el pasaje supiera que
el que cantaba era un guapo…
¡Era guapo el hombre, qué joder!
Al rato nomás, a las nueve o diez cuadras, aburrido por
la monotonía del viaje, se cansó de cantar,… su boca se
cerró, y luego la fue abriendo lentamente. Su maxilar in
ferior cayó vencido, apoyó la cabeza contra el vidrio de
la ventanilla, … y se durmió como un angelito.
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