ÁNGELES CAÍDOS
La noche, pozo hambriento, boca llena
de inmortales mandíbulas de hierro.
La noche sabe a nácar, a destierro
de ángeles caídos. ¡Ay, la cena
infame de los cuervos! ¡La condena
de este vivir al borde del entierro!
Ser de la luz y estar en el encierro.
Amar la soledad, la nieve plena.
¿Por qué la sinrazón de un cielo abierto?
¿Por qué enmudece el alma en el incierto
y frío pedregal de eterna duda?
Sabemos lo que somos, un letargo,
la sangre santa y el delito amargo,
un ángel sordo con la piel desnuda.
Buenísimo tu soneto Miriam!!! me encantó.
ResponderEliminarbesitosss Josefina