martes, 1 de enero de 2013

Javier Úbeda Ibáñez-España/Diciembre de 2012


A tientas

Me asomo a la ventana de madrugada,
a contemplar la vida, sólo a tientas,
para no despertarte.

El rocío espabila mis sentidos
y limpia mi vista
con sus diminutas
y mágicas gotas colocadas
por el nuevo día.

Escucho el canto de las aves
ante el amanecer.
¡Cuántos recuerdos me traen sus cantos!
Ese gorjeo alegre es vital en mi existencia.

Unas gaviotas se posan encima del agua.
De lejos parecen una ilusión óptica,
un festejo para la imaginación.

El paisaje del mar es infinito;
me pierdo en su horizonte anaranjado
que, lentamente, y a tientas,
da la bienvenida al sol
con sus imponentes olas. 

Miro el horizonte,
y te miro a ti.

Tú eres, amor, mi mejor panorámica:
El refugio de mis penas y de mis alegrías.
La calma de mis días y de mis noches.

No tengo ni tendré nunca ni mares, ni soles,
ni amaneceres, ni trinos de pájaros
suficientes para expresarte todo
lo que te quiero y te deseo.

A tientas, me acerco hasta ti,
a tientas, te beso suavemente
en los labios, y tú te despiertas.


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