LA CABEZA
Personaje Único: MUJER
INDUMENTARIA:
a) Traje sastre negro, mal hecho.
b) Blusa con puntillas.
c) Medias marrones. Varios pares superpuestos.
Enrolladas apenas más arriba de las rodillas.
d) Zapatos nuevos.
ESCENARIO:
a) Un banquito.
b) Una muñeca sin cabeza. Mide 1,70
mts. Sin ropas. Parece un ser humano. Extendida, hacia arriba, en mitad
del escenario, con piernas a proscenio y abiertas. Delante y a un par
de metros del banquito.
INDICACIONES:
a) La MUJER talla con un cortaplumas un pan
de jabón durante casi todo el transcurso de la representación.
b) En las tres instancias en que la MUJER toma
contacto físico con la muñeca queda con cabeza a proscenio.
El escenario
a oscuras. Se enciende una luz. Y otra. Y otra. Así todas las demás. Pausa.
MUJER (sentada al lado del banquito): Nosotras
no la matamos. Se murió sola. Se murió porque se tenía que morir. Cuando
se tenía que morir. Nosotras la cuidamos desde que nació. No. Desde
que nacimos. La cuidamos, le damos de comer... La fregamos, le hundimos
los bichitos en el agua, le cantamos el bolero. Nos portamos bien. Ella
no. Ella a veces se portaba bien. Nosotras no. Nosotras no la matamos.
Se murió sola. La cuidamos desde que nacimos. “Ella es tu hermana...”
“Y ella es tu hermana...” Ella no. La cambiamos, le damos de comer. Ella
le cantaba el mismo bolero que le gustaba. Bajito. No podemos hacer
nada más nosotras. La fregamos con “puloil”. Cuando aparecían las manchas
enseguida las pintábamos. Ella se consiguió el esmalte y le pasábamos
el pincelito. Le hacíamos un poco de cosquillas pero nos miraba con
gratitud. Ella se murió sola. No. Nosotras estábamos pero no la matamos.
Se equivocan. Se equivocaron con nosotras. Pensaron que nosotras la
ayudamos. Le traíamos vino y le cantábamos el bolero. Más ella que yo.
Le cantaba. Pero nosotras le traíamos el vino.
Pausa.
Me la voy a poner cuando la termine. Tiene que quedar bien hechita. Si no, no la quiero. No me la
pongo ni medio. Pasó una mujer y se creyó que la tenía. Me dijo no sé
qué de las orejas. Se creyó que la tenía puesta. Me la vio en la falda y
no se dio cuenta. Me dio una lata con miguitas. Me dijo: “Tome, para ustedes”.
La señora esa no es de acá, pasaba. Me cuesta la boca. Sobre todo porque
queremos tener una boca que sirva para reírse. No que haga así (hace un pequeño gesto con la boca)
un poquito. Queremos que se ría. Que carcajee. Con ruido. ¡No nos interesa
que no quede fino! Ella no se rió nunca. Se murió sola. Si se hubiera
reído alguna vez no hubiéramos tenido que estar siempre con ella vigilándola,
no nos hubiera pedido nada. Se hubiera entretenido sola. Se hubiera
reído. Las que no me salen no las tiro más, las guardo en la lata. Nos vamos
a hacer una cabeza con pelo de miguitas.
Ríe estentóreamente.
Coloca su cabeza a continuación del cuello de la muñeca. Queda extendida,
hacia arriba. Pausa.
¡Qué bello que nos queramos! ¡Que oigamos
por la misma oreja, que olamos por la misma nariz! ¡Que no nos odiemos,
que no nos queramos matar! Se murió sola. Nosotras la cuidamos. Le voy a
poner la dentadura. Va a salir bien. Si no, hacemos otra. No me importa.
Bien hechita. Si sale mal, no importa. Otra vez. No nos damos por vencidas.
(Ríe estentóreamente.) Nosotras
sabemos lo que pasa: viene la fiaca y no trabajamos. Nos quedamos mirándonos
como estúpidas. Nos ponemos a pensar como idiotas. Nos empezamos a
arañar. Nos empezamos a decir cosas crueles, horribles. Y así parece
que nos odiamos, que no necesitamos estar juntas. Pero nosotras necesitamos
estar juntas. Y decirnos que nos queremos. Y que nos demos una flor, o
algo. No basta saber que nos queremos.
Nos ponemos la cabeza y ya está. Y si ella se murió, ella se murió. Nos
podemos besar y nos podemos morder. Y nos hacemos una poesía y la decimos.
Como un regalo. Nos gusta mucho hacernos una poesía, o una flor, o algo.
No queremos que nos encuentren tiraditas, o acurrucadas, o con cara
de frío. Ella nos llamaba la paliducha. ¿Pero quién se murió?... Nosotras
no. Pero tampoco le hicimos nada. No. La cuidamos nosotras. También.
En silencio,
se incorpora trabajosamente. Arrodillada, mira a la muñeca. Se
agacha y pone su boca en uno de los pezones de la muñeca. Succiona. Lo
abandona dándole besos. Besa amorosa, sonora e infantilmente. Suspira.
Talla el jabón con particular ahínco. Suspira. Ríe estentóreamente.
Queda sentada al lado de la muñeca.
¡Qué alegres que somos! Y dicharacheras
y juguetonas. Siempre nos encimamos, hablamos al mismo tiempo. Decimos
pasó una nube justo cuando pasa. ¡Alegres, benditas y alegres! ¡Somos
una gloria! ¡Y como somos chispeantes y divertidas no nos hacen doler
los brazos ni el culo!... Y como hacemos así (Hace un pequeño gesto con la boca.) con la lengua limpia,
las muelas emplomadas, todas benditas, nos felicitan con tarjetones:
“Para las chicas más recatadas...” “Para las hacendosas hermanas...”
“Las púdicas muchachuelas del pabellón merecen toda nuestra simpatía
y cordialidad.” “Por —cándidas y primaverales, nuestro beneplácito,
nuestro regocijo.” “Para las risueñas buenas mozas...” ¡Y esas somos
nosotras para los demás!... (Pausa.)
¡Esta boca! ¡Me sale trágica, me sale trágica! Ché, nadie te va a besar
a vos, así. Tan amarga, van a poner los labios para adentro, los otros. Te
vas a hacer mala fama. Y hazte mala fama y échate a dormir. Y después
de dormir, más amarga, más sin saliva todavía. Ché, nosotras te queremos
radiante, ¿eh? No pastosa. ¿Para qué te ponemos los hoyuelos entonces?
¡Desaprovechadora! Nosotras te mimamos, te hacemos sonrisitas,
te contamos... (Mete la mano en una
axila. Saca dos papelitos. Lee uno en voz baja. Lee el otro:) chascarrillos.
(Guarda ambos papelitos en la axila.)
Te damos chiclets Adams, te cantamos el bolero. No. A vos no te cantamos
el bolero. ¡Las cejas no interesan, las mujeres se las arrancan! (Se yergue alarmada. Suspende su tarea
de tallar el jabón. Dice:) “Alambre alambre no mata el hambre.” (Retoma su tarea de tallar el jabón.)
“Alambre alambre no mata el hambre.” (Coloca
su pubis sobre el de la muñeca.) No la matamos nosotras. Sola se
murió. La cuidamos desde que nació. No. Desde que nacimos. Nosotras
teníamos que nacer también. Ella ya estaba. Ya estaba acá. Nosotras
aparecimos. “Ella es tu hermana...” (Comienza
a frotar con suavidad su pubis “en redondo” sobre el de la muñeca.)
“Y ella es tu hermana...” Nos dijeron “decile mamá”. La cuidamos, la
fregamos, le hundimos los bichitos en el agua. No se murió porque no le
dijimos mamá. Le cantamos el bolero. Más ella que yo. Vino así: ya estaba
muerta. (Deja de tallar el jabón al
tiempo que cesa de frotarse. Abre los brazos, apoya un lado de la cara
en el suelo. En una mano tiene el jabón, en la otra el cortaplumas. Levanta
la cabeza. Dice:) Me falta la cabeza... (Frota su pubis contra el de la muñeca durante algunos instantes.
Ya no suavemente. Cesa de moverse. Busca en la axila. Saca los dos papelitos.
Lee:) “Está, cómo diré, menos que amaneciendo. Pero amanece.”
Guarda
los papelitos en la axila. Frota su pubis contra el de la muñeca, con
gran suavidad. Talla el jabón a ras del suelo. Decrece la luz muy lentamente.
Telón.
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