oda a lope
Se anegó de sudores la
memoria, Lope;
tus razzias verdes vagan
desorientadas
entre tantas cábalas, entre
tantas fabulaciones;
tu lucidez fanática guía o
incomoda;
tu epopeya es acotada por los
historiadores.
Pero yo sé, Lope, que nada fue
como cuentan,
yo llamé muchas veces a tu
puerta
mientras la libertad te
arrastraba a la quimera.
Desgarraste sendas por la
jungla traidora,
uniendo caprichosos meandros y
rugientes cascadas;
hundiste moles pétreas, rocas
filosas,
bebiste de los morichales,
venciste a los ocelotes
y te embriagó la sombra de los
tepuyes,
donde fueron depositados los
secretos más ignotos
y donde la condición humana
empieza a eclipsar.
Observé muchas veces tu santo
delirio,
tu desesperación por
encontrarme,
sin saber que yo siempre
estaba a tu lado,
que yo era tu ángel infame.
Tropel de angustias,
fiebres, odios y venganzas,
arcabucazos venales,
liquidación total de la
miseria humana.
Sólo doña Inés mantiene viva
la llama.
Y la parca se sumó desde el
principio a esta hazaña,
diezmando marañones,
estrangulándote piano,
desde el agobio de Omagua
hasta el laberinto glauco
venezolano.
Rebelde integral,
precursor libertario,
debelador monárquico,
un poco depredador truhán
y muy sanguinario,
llevaste tu vida al punto
señalado.
Te cegó un resplandor
inusitado,
de aquel incrustado y crudo
paraíso,
despreciaste manjar, fruta y
vino
por una quimera ocre
en pos de un fantasmagórico
destino.
Pero yo te rememoro, Lope de
Aguirre,
porque tu certeza fue cierta,
tu ansia de ruptura,
premonitoria,
y una voluntad soberbia,
omnímoda,
subvirtiendo obediencias y
lealtades;
tu ejemplo, necesario para
aquel oscurantismo,
testigo de luz entre
tempestades,
Sólo yo te entiendo, Lope, amigo.
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