sábado, 22 de septiembre de 2018

Antonio Gómez Hueso-España/Septiembre de 2018


oda a lope





Se anegó de sudores la memoria, Lope;
tus razzias verdes vagan desorientadas
entre tantas cábalas, entre tantas fabulaciones;
tu lucidez fanática guía o incomoda;
tu epopeya es acotada por los historiadores.

Pero yo sé, Lope, que nada fue como cuentan,
yo llamé muchas veces a tu puerta
mientras la libertad te arrastraba a la quimera.

Desgarraste sendas por la jungla traidora,
uniendo caprichosos meandros y rugientes cascadas;
hundiste moles pétreas, rocas filosas,
bebiste de los morichales,
venciste a los ocelotes
y te embriagó la sombra de los tepuyes,
donde fueron depositados los secretos más ignotos
y donde la condición humana empieza a eclipsar.

Observé muchas veces tu santo delirio,
tu desesperación por encontrarme,
sin saber que yo siempre estaba a tu lado,
                que yo era tu ángel infame.

Tropel de angustias,
fiebres, odios y venganzas,
arcabucazos venales,
liquidación total de la miseria humana.
Sólo doña Inés mantiene viva la llama.

Y la parca se sumó desde el principio a esta hazaña,
diezmando marañones, estrangulándote piano,
desde el agobio de Omagua
hasta el laberinto glauco venezolano.

Rebelde integral,
precursor libertario,
debelador monárquico,
un poco depredador truhán
y muy sanguinario,
llevaste tu vida al punto señalado.

Te cegó un resplandor inusitado,
de aquel incrustado y crudo paraíso,
despreciaste manjar, fruta y vino
por una quimera ocre
en pos de un fantasmagórico destino.

Pero yo te rememoro, Lope de Aguirre,
porque tu certeza fue cierta,
tu ansia de ruptura, premonitoria,
y una voluntad soberbia, omnímoda,
subvirtiendo obediencias y lealtades;
tu ejemplo, necesario para aquel oscurantismo,
testigo de luz entre tempestades,
Sólo yo te entiendo, Lope, amigo.

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