miércoles, 20 de mayo de 2020

Miguel Lundin Peredo-Bolivia/Mayo de 2020


ESA DEPENDENCIA QUE TENEMOS LOS LECTORES DE MANGA

Estoy sólo en él apartamento, afuera la lluvia y el ruido del motor intruso de una moto son la canción de cuna de mí vida en está soledad voluntaria. En el amanecer del día siguiente, decidí caminar un poco por el bosque aprovechando el sol de la tarde, me senté en una roca grande para observar en silencio a unas aves nadar en un pequeño lago, una mujer pasó en su bicicleta, me miró con curioso interés para detener su paranoico viaje de ciclista y acercarse a el lugar donde yo tenía pensamiento filosófico ¿Eres japonés? preguntó con una hermosa sonrisa, soy latino. Tal vez fuiste samurái en una vida pasada. No creo en la reencarnación, soy psiquiatra. La chica emitió una gran carcajada, todos lo psiquiatras están más locos qué sus pacientes. ¿Te gusta el cómic japonés llamado manga? Sí, a todos los freaks de la historieta les gusta comprar manga. Yo tengo un ejemplar de Sake de Velociraptor autografiado por Osaka Nebraska. Le dije qué le tenía envidia. Me invitó a su apartamento a tomar café Gevalia, acepté la propuesta solo para ver ese manga. Llegamos, nos quitamos los zapatos. Me senté en la cocina, había muchos platos sucios en todas partes. Ella me sirvió una taza del líquido negro. Sé dirigió a su biblioteca colosal, tomó el ejemplar del manga, me permitió tocarlo, entonces sentí un placer incomparable, olí las páginas como si fuera el aroma dé una orquídea. Dudé un poco, miré con deseos malignos la estatura de la mujer, será cómo patear el trasero de una ardilla pensé. Me levanté dé la silla y le eché la mitad del café caliente en su cara, gritó como cerdo sacrificado. La estrangulé con mucho odio. La enterré en su jardín. Cuando estaba acostado en mi sofá leía el cómic. Me dormí escuchando a Lady Gaga en el spotify. Desperté sudando para ver la cabeza decapitada de mi gato colocada en mi pecho, una risa de bruja atacó la tranquilidad de mí hogar. Entonces la vi levitando en el techo del living room. Siempre fue así conmigo, me matan por culpa de un cómic japonés sin saber que yo soy una succubus qué intentó vivir en paz con los hombres, sin comer su carne. Me arranca un pedazo de mi anatomía mordiendo mi cuello con su mandíbula de tiburón. Prometí no comer carne masculina pero esto es una limpieza a la sociedad. Los femenicidas tienen un sabor celestial cuando tienen miedo.

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