La otra piel
Taconea desparejo sobre la noche. La vieja culpa viene con ella, desde esa madrugada cuando partió. Una tibia llovizna la despedía y esquivando charcos subió al tren.
Ahora regresa cansada de vivir amaneceres con falsas promesas que se diluían en el último trago de alcohol.
Tirita su mano sobre el picaporte, su miedo se desgaja. Él, acostado, la presiente, se ovilla con un frío repentino y voltea hacia la pared, tiene miedo que su mirada lo delate.
La mujer se sienta en el borde de la cama, la voz apoyada en la espalda de él. Las palabras temblorosas no tienen respuesta. Tratando de revivir el pasado, aletean sus manos sobre la otra piel, la siente esquiva, ajena.
Calladas las lágrimas van rodando.
Sin darse vuelta él adivina su cara, sus gestos y los guarda en su memoria.
Escucha que la mujer se aleja de su lado, ablandando los pasos, cuidando el silencio. Cuando ella abre la puerta, el frío nace de la oscuridad y se queda con él.
Las calles murmuradoras se aquietan.
El hombre escucha los pasos que se suman al viento. Se abraza a su rencor.
6 comentarios:
Etelvina: muy buen relato. Se vive el momento de dolor, de indiferencia y...hasta el frío del viento que penetra. Te abraza,
Etelvina: Muy buena prosa. Me gustó mucho. Te felicito.
Un abrazo, Diana.
etelvina:
ese frio que nace de la oscuridad,me estremecio, como siempre tus cuentos y relatos tocan la piel hasta la entraña,!!!muy bueno!!!
esther moro
Etel!!! muy bueno tu cuento
las calles murmuradoras
me gustó mucho
besos Jóse
un ser inolvidable
unica
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