viernes, 21 de febrero de 2014

Graciela Amalfi-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2014



 Pan caliente


El olor a pan caliente me lleva al pueblo de mi infancia.

Cada día mi tío y dos o tres de sus empleados,  se levantaban en plena madrugada, a eso de las tres y media.

Debían hacer la mezcla de la harina con sabor a mañana aún dormida, la levadura ácida, el agua y la sal que olían a espuma de mar.

     Esa mezcla era llevada a una enorme máquina, que estaba en una pieza cálida  y húmeda.
 Esperar…ésa era la consigna. Esperar el tiempo exacto para que la masa leude.

 De a poco, el ambiente olía a pan incipiente, alquimia de olor a masa cruda y levadura. Neutro, perceptible.

  A unos pocos metros, estaba el horno que abrigaba leña quemada a fuego lento. Todo esto debía suceder para que  saliera bien.

Mientras  la levadura hacia  su trabajo en su masa, alguien aparecía con un jarro de mate cocido. Aroma inconfundible. Irremplazable. Mate cocido de pueblo.

Cuando  el tiempo de leudar se cumplía, había que amasar y hornear.
La parte más linda y divertida era esta: cortar cada trocito de masa, para que cada uno de ellos fuera, en  pocos minutos, un  pan cocido crujiente.

Así, la vida de la panadería pueblerina crecía entre bolsas de harina, trozos de levadura, leña, horno, pan cocido, y por supuesto  madrugones.

Y poco a poco iba llegando el momento del horneado.
Y lo mejor,  el pan caliente recién hecho.

Olorcito inquebrantable, capaz de subyugar hasta al más cruel de los sentidos. Nadie se resistía a ese aroma. Era como disfrutar de una cálida embriaguez.

Esa embriaguez hecha de pan, mate cocido caliente y calor de horno de panadería.

Rara embriaguez para los que no la conocen.

Para nosotros era, “la embriaguez nuestra de cada día.”



P/d: Para mis tíos Poroto y Tota, en donde quiera que estén, porque con ellos pude compartir tantas masas leudadas y panes recién sacados del horno.

5 comentarios:

Jorge Sombra dijo...

Me encantó Graciela, cuado tenia 18 años era camionero, llevaba harina de Molinos Chacabuco a las panaderías de Chivilcoy, Mercedes, Navarro, Monte y, ese aroma de pan recién horneado era irresistible.

Graciela "Boticaria"- Boti dijo...

Gracias por tu lectura Jorge...y te cuento que esta panadería, de la que habla mi relato...estaba sobre la ruta 5 a 15 km antes que Chivilcoy...Un abrazo/Graciela♥

Rocio Herrera Carrera dijo...

te felicito,,bella manera de mostrarnos añoranzas con olor a pan,,

Anónimo dijo...

Graciela!!!! a mi también me hacés recordar a mi tío José, el panadero
que vivía en Junín, y de madrugada empezaba a hornear y esas galletas de campo son inolvidables.

Besos Jóse

Graciela Amalfi dijo...

Gracias por tu lectura, Rocío.
Gracias por tu lectura, José.
Saludos,
Graciela.