Presagio
sigiloso
Yamila,
cuando intente seducirte la codicia
con hábiles anzuelos transparentes,
cuando exhales la tristeza desde tu corazón
en medio de una
charla cotidiana,
cuando te encuentres abrumada por las inconsistencias
de toda realidad
y combatas a una diosa
siempre hambrienta
y sus lúgubres acechos para
deshabitarte,
cuando quizá bajo tus pasos decididos
los puentes del amor hacia la salvación
de pronto sin motivo se
derrumben,
cuando el mar y su extensión y su prodigio
valgan menos que tus
manos
tus sueños o tus
lágrimas,
cuando veas en el declive de tu rostro
un presagio
sigiloso
del más definitivo
exilio,
cuando te hierva una inocencia desahuciada
allá en el fondo más oscuro de tu sangre
y quizá sientas con ardor desesperado
las lóbregas llamadas del suicidio
invitándote a borrar tus cicatrices;
no blandas ni empuñes ni enaltezcas
el pérfido puñal que esgrime la avaricia,
no deteriores tu vastísima comarca,
ojala nunca te canses de ser niña
entre cuervos y tigres y palomas.
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