martes, 20 de diciembre de 2016

Miguel Amilachwari-España/Diciembre de 2016





ALMAS     DICOTÓMICAS

     El  dirigente  supremo,  aclamado por unas pintorescas  masas, estaba  enardecido;  agitaba  los brazos  entre  un  cielo hipnotizado de un  azul  refulgente  salpicado por  bucles de nubes  y un arreado  público, abigarrado cual rebaño sometido en  un camión de carga;  era  una  transmisión    obligada entre las televisoras y radios  locales, una orden de arriba abajo que debía cumplirse a pie juntillas.  En  el  éxtasis, enjuagándose  los ojos, reiterò  su  proclama  por  la  paz  y el  diálogo,  sin  exclusiones   ni  diatribas.
-        Como  hermanos, siempre!  No  me  teman…  No  muerdo  a  nadie… soy  un apasionado de la paz y el diálogo…
      -     Pacifista  convencido.   Escucho  críticas… aunque  duelan… - siguió   el  inspirado  profeta   pret  a portè.
-           Me  voy  a  reunir  con  todos;    primero  con  aquellos  que han  solicitado  las reuniones…  que  quieren   realmente conversar de veras… - Eso sì..!  reitero lo  dicho:   A  trabajar  por  la  causa!   Paz!   Paz!   Paz! – repetía una y otra vez poseído por el espíritu de una  concordia  inaudita.   - Bienvenidos  aquellos  que  quieran  trabajar!

Sonaba una  algarabía entre  el  público.  Petrificado cual estatua que desafìa el tiempo  seguìa el  líder ensimismado con  su ego interno,  ajeno estaban los presentes, era su diatriba  con la consciencia fastidiosa, soterrada,  justo detrás de  la camisa de seda importada  y el chaleco antibalas de ùltima moda.
Súbito, como un  relámpago  caìdo  en el apogeo locuaz  de una tormenta… el rostro  del  político convertido en  predicador   cambiò;  cerrò los  puños,  un rictus  se esbozò en    la  cara.  El  hombre era  otro, se había transfigurado;  le habían cambiado  o  modificado  algùn   chip escondido  de su  tupido  manto cerebral.
-        Aquellos  que usen  su  poder  para  sabotear  se  enfrentarán  a mi…  No  tengo  miedo  a  nada  ni  a  nadie,  proseguía en  su  hemorragia  verbal.         -        La  oposición no  está  para  sabotear  al  pueblo!  -   Para eso estoy  yo…,  perdón,  la  Constitución y  la  Justicia.        -  Hay  una  sentencia absoluta del destino! – añadió elevando  el  sudoroso rostro   al  infinito de un universo  como poseído de una justicia  propia a èl pero  renuente  a la inmensa masa que le acompañaba;  fijaba sus   cuencas orbitarias   en  el  infinito  de  un   horizonte.
Unos  aplaudìan  a  rabiar.   Otros  permanecían  en  un silencio dado por la fatiga o el tedio de aguantar por horas un sol inclemente, distraídos con  sus pensamientos o dormitando con los ojos semicerrados,  lo suficientemente  distantes  a  una  concentración forzada;   pero,  había que aparentar apego a la causa so pena de perder los beneficios de una exigua  existencia.

No hay comentarios: