LABERINTO
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Nada que preguntar, nada que reprochar. Podemos seguir nuestro camino. ¿Que qué camino? Tampoco eso importa. Hemos llegado a un punto del recorrido en que ya no necesitamos respuestas. ¿Para qué hacer preguntas?
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Estoy donde quise estar, estoy donde quiero estar, estoy donde querré estar. ¿Qué hay de malo en ello? Y si a pesar de todo no sé dónde estoy, es porque no te siento estar. ¿Sabes tú dónde estás?
Es muy fácil juzgar, es muy fácil criticar mientras otro se juega tu alma. ¿Dónde cojones estabas mientras tanto? Dime, ¿dónde estás ahora?...
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Sabíamos que no era sencillo llegar sin destrozar, sin destrozarnos. Y sabíamos, deberíamos saber, que corríamos el riesgo de perder el rumbo, de extraviarnos, de dejarnos tragar por el olvido.
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Quizá no debimos hacerlo de una manera diferente, puede que la única forma sea dar rienda suelta a los instintos. Es más emocionante, más intenso, más real aprovechar el tirón de los sentidos.
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En lugar de ello hemos creado un laberinto de deseos reprimidos y emociones cautivas. Nos hemos perdido en soledad entre sus altos muros de pasillos socavados por el tiempo y la tristeza. Tal vez para no encontrarnos nunca. Y al final, lo más triste es que quizá hayamos provocado el mismo daño. Nos salva la intención de no hacerlo, y que al menos se haya repartido y no le pese a nadie por completo.
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La incomprensión, la duda, es siempre inevitable en estos casos. Resulta sospechoso quien se aleja del soporífero calor de la manada. ¿Por AMOR? ¿Acaso piensas que la manada cree en el AMOR? Mira a tu alrededor. Sólo los locos son capaces de amar de esta manera, con fe, con esperanza, como única esperanza. Los demás no te perdonan que seas diferente, ni siquiera perdonan la posibilidad de tu existencia. Presidio, manicomio, potro de las torturas... Se juran a sí mismos cambiarte o recluirte. Esa es su lucha: convencerse de que no eres posible, de que nunca pudieron equivocarse tanto.
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No escuches su grosera melodía. Sigue los latidos de tu propio corazón, camino corazón. Será la única forma de volver a encontrarnos, esta vez de verdad. Seremos al fin dos seres libres recluidos en la dulce prisión de nuestros besos.
Tomado del Grupo Literarte de Facebook
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