Treinta y seis grados
La he perdido
Irremediablemente
Mis intentos han sido insignificantes
Tardíos
Inútiles
Me engaño a mi mismo con los refugios de ventura
Las pequeñas chozas
Los ranchos transparentes
Las casitas de cartón
Las enramadas de todo tipo (y de todas las etnias)
Pusimos una lámpara de camisa incandescente
En el espacio que está detrás del rancho
(Que fue jardín cuando mi madre se ocupaba
De sus plantas con flores y de los frutales)
Una de esas lámparas de alcohol o kerosene
Que usábamos años atrás en el campo
Y que se siguen usando
A Federica le llamaron inmediatamente la atención
Las mariposas nocturnas
Para mí, habían sido hasta esa noche
Solo una molestia más
Como por otra parte, la infinidad de insectos
Que asolan las pampas
(Digamos que de “las nubes de langostas”, ya mi generación
Se había librado
¿Qué terribles consecuencias traerá esto?
No lo sabemos)
Darwin describe en un pasaje de sus crónicas
Una enorme bandada volando sin interrupción
Durante varias horas a diez millas de la costa sudamericana
En la que, según él, era imposible (incluso con el catalejo)
Encontrar un trozo de cielo abierto
Entre el aleteo tambaleante de las mariposas
¡Tenemos aún las mariposas!
Que acudieron en masa al entorno de la luz
Describiendo miles de curvas, espirales
Y rizos de sombras coloreadas
Con pericia de entomóloga
Federica, extendió una gran sábana blanca
Bajo la lámpara, donde iban a posarse por un momento
(O simplemente caían agotadas)
Cientos de mariposas
La mayoría era de un color básico sencillo
Y mostraban al agitar las alas
Líneas transversales u onduladas
Manchas en forma de luna apenas naciente
Pecas, flecos, franjas en zigzag
Y nervaduras de colores inimaginables...
Verde seco mezclado con azul
Alazán y azafrán
Un amarillo arcilloso
Que afloraba bajo el blanco satinado
Y un extraño brillo metálico, como de latón
Salpicado de oro pulverizado
De día duermen
Están como muertas cuando se las encuentra
Deben saltar por el suelo como un "Piper"
Antes de levantar el vuelo
La temperatura de su cuerpo
Es entonces de treinta y seis grados
Como la de los mamíferos, los delfines
Y los atunes, cuando van a gran velocidad...
¡Treinta y seis grados!
¡Una especie de umbral mágico!
Todos los males del hombre
Están relacionados de algún modo
Con la desviación de esa norma
Y con el estado ligeramente febril
En que continuamente nos encontramos...
Ella amaba, sobre todo
Las estelas de luz
Las huellas o los fantasmas
Que dejaban los insectos detrás de sí
Tras brillar una fracción de segundo...
Ese relampaguear de lo irreal en lo real
Y determinados efectos que se proyectaban en el paisaje
(O en los ojos de la persona amada)
A veces, al ver una de esas polillas
Que vienen a morir en mi casa
Pienso en qué clase de miedo y de dolor sienten
En el momento en que se extravían...
En mi extravío
Yo me he sentido más de una vez
Una falena azul en el último trance
Agarradita a la vida con toda la fuerza de mis garras
Como ayer noche a la tela de lino
En la que Federica me observaba
Mientras mi cuerpo transido de amor
Comenzaba a paralizarse
Todas las formas y colores
Se disolvían en una neblina perlada
No había contrastes ni graduaciones
Solo transiciones fluidas
Con pulsaciones de luz
Que reflejada en sus ojos
Me transmitían una especie de sensación de eternidad
O aceptación
O alma
Un alma tan llena de almas
Que parecía una nube palpitante
De luz multicolor
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