miércoles, 22 de mayo de 2013

Cristina Validakis-Buenos Aires, Argentina/Mayo de 2013



EL ESPEJO DEL MUNDO
     
 “Estoy segura que debe haber pocas cosas que le gusten más a una mujer, que comprarse ropa y si alguien piensa otra cosa, que se atreva a demostrármelo” En eso pensaba Alejandra una tarde fría de invierno, frente a su negocio preferido que con el cambio de catálogos de temporada, la incitaba a la tentación. No necesitaba nada de lo que se ofrecía y sin embargo, terminó comprándose una extravagancia antiecológica de cuero marrón y cuellos de piel blanca. El sábado, feliz con su corta pollera, sus tacos altos y la blusa decorada de piel, se preparó para ir  a bailar. Sin embargo, como era su costumbre luego de pasar dos horas frente al espejo sufriendo con la planchita del pelo, se volvió a mirar y  giró, aspirando el aroma que emanaba de su ropa de cuero entremezclado con un carísimo perfume. Y de pronto, la luz del velador destellada en el espejo se agrandó y ocupó casi toda la superficie del cristal  como una estrella en crecimiento. Su imagen desapareció como absorbida por la luz mientras sentía que todos sus músculos se tensaban, luego se achicaban... Entonces un impulso violento la transportó por un túnel oscuro hasta  arrojarla sobre una superficie blanda. Abrió los ojos. Lo primero que le llegó fue el inconfundible sonido de pájaros, insectos y otros animales y los roces de las hojas zamarreadas  por la brisa. Sorpresivamente, como en esas pesadillas en las que no sabemos bien quién somos ni qué rol cumplimos,  se dio cuenta, con horror que ahora vivía dentro de un  cuerpo blanco de piel, que obviamente no era el suyo. Le llevó pocos minutos entender que por un espantoso sortilegio  se había convertido en un pequeño conejo pastando inocente en la tranquilidad del mediodía. Todo era paz y quietud... Estrenando esas nuevas y raras sensaciones se puso a analizar cómo hacer para escapar, o para despertar, si lo que le estaba pasando era sólo un sueño... hasta que de alguna manera inexplicable supo que otro animal lo estaba acechando. En el segundo en que sus patas delanteras parecieron alcanzar la cueva oculta tras el espinillo, sintió sobre sus ancas el violento dolor de unas garras que  arrastraron su cuerpo hacia las fauces del enorme animal. Alejandra gritó y gritó, sufriendo física y espiritualmente por el pequeño animal atrapado en la boca del otro, pensando en lo injusto de su muerte... pero antes  de terminar de entender lo que estaba ocurriendo,  percibió nuevamente esa transmutación increíble del cambio de roles que suelen poblar nuestras pesadillas, y miró a su alrededor. Ahora, para su asombro se había transportado dentro del cuerpo de un monstruo de piel marrón afelpada y suave, un yaguareté, destrozando y masticando la carne del pequeño conejo.
              Casi había terminado de alimentarse disfrutando el éxtasis de las necesidades satisfechas, cuando las hojas crujieron y el viento se detuvo. Fue entonces cuando oyó el disparo y el impacto doloroso sobre su columna. Desesperada, caída sobre el pasto y sin poder salir del cuerpo del yaguareté, miró hacia el lugar de donde provenían las voces y trató de explicarles a los cazadores que ella, no era un animal aunque pareciera  estar dentro de la piel de uno.  Pero no llegó a emitir ningún sonido, sólo alcanzó a ver el ojo oscuro de la escopeta que la miró directo a los ojos y el impresionante destello seguido de la explosión que la cegó por completo. Y luego, otra vez sólo el silencio. Omnipresente y total.
        Abrió los ojos, ahora  sobre el piso helado de su habitación.  Por un momento se sintió embargada por un gran alivio: “Ha sido sólo un sueño” pensó y se incorporó frente al espejo con el corazón desbocado. Pero lo que vio era tan horrible como su pesadilla.  Cubierta de cuero marrón y piel blanca... pero con sus manos manchadas de sangre... Corrió a lavárselas, y  se quitó la ropa, como si por primera vez, pudiera escapar de la trampa que es el espejo del mundo y la sociedad, donde sin darnos cuenta vamos construyendo nuestra identidad, sin cuestionarnos lo que hacemos mal. Perdiéndonos en esta selva de consumismo extremo, de deterioro irracional de la naturaleza, de absurda egolatría...
   Y entonces mirando la ropa de cuero y piel, arrojada en el piso, tuvo la dolorosa certeza de que quizás ya, nadie  en este mundo puede estar seguro,  si se convirtió en el cebo, el  cazador o la presa.   


Cuento Mención De Honor En El I Congreso Internacional De Ecología Y Litertura De Pehuajó - 2013




Cuento Mención De Honor En El I Congreso Internacional De Ecología Y Litertura De Pehuajó - 2013

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