EL ATLETA
Cuando a José Solís le dijeron lo que debía hacer para
entrar al interior de la mansión, nunca pensó que debería trepar aquella
altísima muralla; al verla se le quitaban las ganas de intentarlo.
-Tú eres capaz de hacerlo, no en vano te apodan “El Araña”- le dijo
Ramón, apodado “EL Gato”, jefe de la banda que asolaba el sector. –Te
consideran uno de los mejores deportistas. Hasta integras el equipo olímpico.
Los otros dos delincuentes
corroboraron lo dicho por Ramón, sacando cuentas alegres de lo fácil que sería
trabajar con este nuevo socio que recién
se les unía.
-El asunto es que sabrás cómo salir del paso en esta tarea; con
tus habilidades sabemos que lo puedes hacer –dijo Ramón.
Una vez terminado el reconocimiento
del lugar, además de algunos antecedentes obtenidos por personas que circulaban
por el sector, iban a la segura. En un fin de semana limpiarían esa vivienda.
Tranquilamente abandonaron el lugar en el vehículo del Gato. Mientras hacía
alarde de los golpes que habían efectuado y del dinero que habían tenido en sus
bolsillos.
Ya estaban nuevamente en el lugar
donde se efectuaría el golpe. Ahora se movilizaban en una camioneta. Los
delincuentes quedaron asombrados cuando el Araña sacó de un bolso una gruesa
cuerda en la que en uno de los extremos estaba atado un garfio. Rápido se puso
en acción y después de un fallido intento, el garfio quedó agarrado en el borde
del muro y de inmediato, el muchacho comenzó a trepar. Muy poco rato pasó para que
llegara al borde del muro, y desde allí les señaló, al resto de la banda, que
esperaran cerca del portón. Él se deslizaría unos metros más allá, bajando por
un frondoso árbol, cercano al muro.
José, ya en el suelo, apenas
alcanzó a dar unos pasos en dirección al portón, cuando una fuerte mano se posó
sobre su hombro izquierdo, virándolo. En ese momento creyó estar soñando,
estaba frente a una figura conocida, era Gonzalo, integrante del equipo que
iría junto con él a las Olimpiadas, representando a Chile en la disciplina de
Artes Marciales.
-¡Vamos al portón, para que
salgas!- fue la orden perentoria de Gonzalo. Agregando- Ya tendremos
tiempo de conversar sobre este asunto. - José intentó una justificación,
pero su compañero de equipo no se lo permitió, diciéndole que ya carabineros
estaban en camino hacia la casa.
Para los maleantes la sorpresa fue
grande al ver aparecer a José, junto a un joven que al despedirse le advertía. -Cuídate
con quién te relacionas.- José le tendió la mano agradeciéndole la advertencia.
Dirigiéndose a sus compañeros dijo:
-¡Apretemos cachete, cabros, vienen los pacos!
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