INFIERNO GRANDE
La mañana helada rompe el silencio con las campanas
que repican llamando a misa de seis. Ya los comerciantes preparan las vendimias
y se apresuran a tener todo listo para cuando la gente salga de misa. Apenas
acaban de acomodar sus viandas, cuando ya la gente se arremolina
comprando sus mercancías. Todos están absortos en sus cosas cuando una a una
las personas paran de hacer sus compras para ver algo que les llama la
atención. En el pueblo de San Felipe Torres mochas Guanajuato, las gentes
ven a María José Ixtlizochitl, mujer joven, y de facciones
indígenas. Noble de corazón, pero de carácter recio, que igual ofrece su mano
para ayudar a quien lo precise, y que con la misma mano es capaz de aplastar a
quien se atraviese en su camino. Todo San Felipe Torres mochas le tiene
respeto, pero a la vez es la comidilla del pueblo al haberse convertido en la amante
de Aristeo Moya, hijo del doctor del pueblo, y un tipo venido a menos,
sin oficio ni beneficio que se enredó con la María José, sin tomar en
cuenta antes, que con esta hembra brava no se juega. Las gentes del
pueblo la miran caminar presurosa, y notan que su cara enmarca un rictus de
dolor y horror. Camina volteando angustiada como sabiéndose perseguida.
Todos se sorprenden al ver que va escurriendo un hilillo de
sangre del bolso que lleva abrazado contra su pecho. Entonces, comienzan
las habladurías de las gentes.
-¡No! Si bien decía doña Chole, la María
José va a terminar muy mal. Esos celos que siempre trae por el Aristeo, la van
a mandar a la cárcel, o a la tumba. Decían unos. -No es bueno que la mujer se
meta en asuntos de hombre. La mujer se debe a su casa y a su prole, no a
cuidarle los gustos a su hombre. Respondían otros.
María José llega a las puertas de la iglesia, y
duda si entrar o no. Ella abraza fuerte el bolso como queriendo
fundirse en él. Por fin entra a la iglesia y se dirige a los altares donde se
inca. Pone con cuidado el bolso en el piso y lo abre despacio, saca de el
una daga ensangrentada, la pone bajo el pulpito y se desploma convulsionando en
llanto. Tras ella, llega una comitiva de hombres, es la gendarmería que le
gritan a voz en pecho que se levante.
-¡Ponte de pie María José!, si no quieres que te
peguemos de tiros. Tras de ellos, medio pueblo se arremolina queriendo saber
qué es lo que pasa.
- ¡Obedece María José! ¡Te habla la ley!
María José no obedece a los gendarmes, esta taciturna mirando las
sagradas imágenes. Se agacha y abre de nuevo el bolso, cuidadosamente
saca un pequeño bulto manchado de sangre. Los gendarmes y la plebe se
estremecen al reconocer lo que la María José trae en las manos.
- ¡Jesús, María y José! ¿Ese no es él bebe de
María José y Aristeo? ¡Dios mío! ¡Lo mato! Grita doña Chole arrancándose los
pelos de la cabeza, en señal de histeria.
-¡No! si bien decía la gente. Cuando se entere
la María José, que el Aristeo se ha fugado con Toña la de la
cantina, no iba a acabar nada bien. Y pues los platos rotos los pago la
criatura indefensa. Dice la plebe.
El sacerdote se le acerca con cuidado a María
José y le quita al niño inerte de los brazos. Ya no había nada que hacer, la
María José lo había apuñalado varias veces cuando se enteró que el amor
de su vida se había fugado con la cantinera. La historia del amorío
entre el Aristeo y la Toña, era ya bien conocida en todo San Felipe Torres
mochas. Como también conocidos eran los celos enfermizos que la
María José tenia por el Aristeo. Pero lo que nadie se imaginó, era que la María
José se vengaría de él con el hijo que el Aristeo le había dado. Los
gendarmes toman a la María José y se la llevan a la cárcel. La gente del pueblo
se conmueve y comienzan a rezarle al chiquillo que yace sobre el pulpito.
Llantos y quejidos se escuchan por todos lados, que poco a poco se convierten
en blasfemias de odio hacia la asesina.
-¡Esto no se puede quedar así no más! ¡Vamos todos!
tenemos que linchar a esa maldita bruja.
-¡Si! ¡Vamos a quemarla viva! lo que le
hizo a ese angelito es del puritito diablo.
-¡No! Si bien decía la gente, esa tal por cual
de la María José, siempre fue mujer de mala leche. Pues si ella bien que sabía
que el Aristeo era de ojo alegre. ¡Y hay esta¡ dale y dale tras el hombre, pos
si, ¿a quién le dan pan que llore? El pobre Aristeo ni modo que le dijera que
no, ¡pos si es hombre! y como hombre, él tiene para todas. Dicen los hombres
furiosos. La parvada de gente comienza a juntar antorchas y sogas, ya todos
preparan palos y piedras para exigirle a la gendarmería que se la entreguen, la
van hacer pagar por la afrenta.
-¡Vamos por ella! Ahora va saber lo que es el
castigo de Dios. Mira que matar a la criatura nomas porque el hombre anda
haciendo lo suyo. No, si esta vieja va a pedir a gritos que acabemos pronto,
y lo que va a sufrir no se le desea ni al peor de los mortales.
Dicen las mujeres furiosas.
Y es así como el pueblo de San Felipe Torres mochas se
une para tomar la justicia por sus propias manos. Tal como lo ordenan los usos
y costumbres de la zona. María José va a pagar el crimen de haber matado a su
hijo para castigar al hombre infiel. Y va a pagar caro el haber amado
hasta la locura en este pueblo chico, pero infierno grande.
6 comentarios:
Excelente!
una historia muy creativa que sucede en los pueblos aun felicidades
CONMOVEDORA HISTORIA, NO CABE DUDA QUE LOS CELOS ES UNA DE LAS COSAS QUE MAS SE ACERCAN AL INFIERNO, MUY BUENA HISTORIA Y CON UNA MANERA DE RELATAR QUE ATRAPA. FELICIDADES!
Interesante historia, este relato aún en estas épocas resulta muy actual en ciertos lugares, Felicidades!
Muy bueno,¡felicidades!
Me gusto.
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