MUERTE EN LA COLONIA
Con
gran alboroto los niños subían a los buses que los trasladarían a su lugar de
vacaciones. Las auxiliares acomodaban en sus asientos a los cincuenta escolares,
asegurándose que las puertas quedaran bien cerradas y cuidar que no se asomaran
por las ventanillas para despedirse de sus padres y parientes que habían
concurrido a despedirlos. Durante el camino cantaron y rieron hasta llegar
a San Alfonso, lugar donde permanecerían
durante quince días. Lucrecia era la profesional a cargo de los pequeños y del
personal que debería cuidarlos. En el lugar los esperaba el Padre Archeste,
Director General de todas las colonias. Al llegar les dio la bienvenida y
entregó a Lucrecia, la directora, las llaves del recinto, comunicándoles que
ella representaba la dirección general de esas vacaciones. Una vez distribuidos
los dormitorios, se nombró cabeza de grupo a las auxiliares, todas ellas
estudiantes de pedagogía, trabajando para obtener algún dinero a fin de costear
sus estudios universitarios.
Después
que los niños se retiraron a los dormitorios, reunió a las auxiliares y
distribuyó los grupos de acuerdo a las edades, que fluctuaban entre los seis y
los doce años, correspondiendo a cada una de las auxiliares diez pequeños. Organizó
los programas y fijó las recomendaciones diarias para analizar el
comportamiento de los chicos y los intereses de cada grupo. Además, los
acompañaban un auxiliar de enfermería y dos empleados de servicio, incluyendo
una cocinera. Por su parte Lucy, como la llamaban sus íntimos, llevaba con ella
a su hija y su esposo profesor, quien se hospedaba en una pensión cercana al
lugar. Durante el día, él las visitaba y llevaba a veces de paseo a su hija.
Todo
transcurría normalmente. Las auxiliares eran muy amigas entre sí, a excepción
de Dolly. En cambio, María Inés, una joven muy agraciada, comenzó a pedir
asesoría al esposo de Lucy, y ésto se transformó en un sospechoso acercamiento,
el cual causó un schoc en la pequeña al descubrirlos en actitudes casi
románticas, que motivaron su estado. Lucy, reprochó la actitud irresponsable de
su esposo y le pidió regresara a casa prohibiéndole el ingreso a la colonia.
Por su parte, la muchacha, se mostró molesta, negándose a reconocer su
comportamiento inadecuado. Sus compañeras y ahora amigas, hicieron causa común
con ella. Un ambiente de intranquilidad se había desatado. Clara y Adriana, eran
las más apegadas a María Inés, y por ello, comenzaron a comportarse en forma
irresponsable con sus diarias obligaciones, obligando a Dolly y Vivian a
realizar esfuerzos, más allá de sus capacidades, para cubrir todos los
quehaceres.
La
situación hizo crisis cuando un menor, por falta de preocupación de su líder,
estuvo a punto de lesionarse. Se fue solo a mirar un campeonato de tiro de
flechas que se realizaba en la plaza del pueblo, y una se desvió hacia él,
felizmente sin trágicas consecuencias, solamente rozó la cabeza del niño. Lucy
reunió esa noche a las auxiliares y les hablo claramente advirtiéndoles que si
las jóvenes no enmendaban rumbos, avisaría a la Dirección General ,
para finalizar antes de tiempo las vacaciones, por cuanto no podía exponer a
los menores, por la falta de cuidados. Guardaron silencio, menos Dolly, quien
les reprochó a sus compañeras su actitud, en consideración a su futuro como
profesionales. A la mañana siguiente, como de costumbre, María Inés no se
presentó a la hora del desayuno. Con malestar, Lucy envió a una de sus
compañeras a buscarla, al regresar, dijo que aún dormía. Nuevamente indicó, la
fueran a despertar. Adriana, fue en su busca. Regresó, a los pocos segundos, lívida
y muy asustada, le pareció que su compañera estaba muerta. Al oír esto, todas
corrieron hacia el dormitorio. La muchacha, estaba en su lecho, con pánico
observaron que no respiraba. Ya era manifiesto su deceso. Lucy envió por un
empleado de servicio para que avisara a la policía, recomendando a todos no
tocar nada. Solicitó a Dolly, se hiciera cargo de los niños que lideraba la
muerta y los repartiera entre los cuatro grupos restantes, recomendándoles
actuaran en forma normal, para no asustar a los menores. Ella se quedó junto al
cuerpo, observándolo con detenimiento, sobre la almohada, había un largo
cabello rubio, diferente al de la muerta, oscuro y crespo.
Al
llegar la policía, confirmó el deceso y prohibió a todos los que habían pasado
la noche en el lugar, hicieran abandono de él, como así también nadie podría
ingresar a la Colonia
sin una autorización policial. Comenzaron los interrogatorios y todas coincidieron
que la última vez que la habían visto en la noche fue después de la cena y se
retiró a su dormitorio. Todas tenían testigos que avalaron sus declaraciones.
Adriana y Helena, dormían en la misma habitación. Vivian se había ido a dormir
a su pieza, no quería molestar a María Inés, sabiéndola con un serio problema. La
vigilancia nocturna del dormitorio de los niños, la realizaba el empleado de
servicio, en compensación por entrar a su turno por la tarde. La auxiliar de
enfermería tenía su habitación, al lado de la Directora. En la Colonia , nada se pudo
esclarecer. El cadáver fue remitido al Instituto Médico Legal. Mientras tanto
el padre Archeste, enterado de lo sucedido, no aceptó dar término al período de
vacaciones de los menores, por tal motivo el grupo debería continuar hasta el
último día planeado.
Los
días siguientes fueron interminables. Lucy, deseaba que el tiempo pasara rápido
para regresar a su hogar. Pensaba en lo ocurrido y no acertaba a comprender qué
había causado la muerte de la muchacha. No aceptaba el diagnóstico que en
primera instancia dio la policía, muerte por asfixia al ingerir su propia
saliva. La autopsia posterior, no dio mayores índices al respecto y el caso fue
cerrado. Lucy, no podía dejar de pensar sobre el largo cabello que había
divisado sobre la almohada de la difunta, ¿sería coincidencia?, ¿al hacer las
camas, al instalarse? Nunca lo podría saber, lo que sí estaba cierta era que
dentro de la colonia, había alguien que tenía ese caballo encontrado en la
almohada. Sus sospechas no tenían un asidero concreto, por ello guardó
silencio.
Pasaron
muchos años, en los cuales Lucy, convocó a muchas personas y lugares en su
calidad de Asistente Social. Sin embargo, en su mente quedó fijo el recuerdo de
este caso, para ella, pendiente de un esclarecimiento lógico. Involucrada en un
caso social que debió resolver, conoció
accidentalmente a una pariente cercana a María Inés, quien le refirió acerca de
la desordenada vida sentimental de la muchacha y de los conflictos que había
causado en su hogar, al tratar de conquistar a su esposo en sus propias narices.
Posterior a su muerte, ella se había enterado de la tragedia que había ocurrido
en la vida de la joven. Vivía con su madre y su pareja, un hombre mucho más
joven que ella. Apreciando el bello
florecimiento de la muchacha, el hombre la enamoró a escondidas de su madre y
pronto la embarazó. Temiendo perder el apoyo de ambas mujeres, la llevó
rápidamente donde una partera, quien la esterilizó de por vida en un aborto
sanguinario.
Al
fin, Lucy pudo desentrañar el misterio, la venganza de María Inés, contra
cualquier núcleo familiar, fue manifiesto. El cabello encontrado era el de Dolly,
quería incriminarla. Sin duda el caso de ella fue un suicidio. Recordó en ese
momento una conversación escuchada en las tertulias nocturnas, donde María Inés
se explayó sobre sus conocimientos acerca de remedios y tóxicos. En las
pericias de la investigación, nunca se le hizo un examen gástrico, solamente su
posición determinó la ingesta de saliva. Y en cuanto a su familia, en el momento
de su fallecimiento, ella vivía en forma independiente, como para agregar
mayores antecedentes al caso.
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