VIVA EL FOBAL
Es todavía temprano, un
grupo de hinchas llega con una bandera enorme cantando al unísono: ¡¡¡¡levamos
a ganar…. levamos a ganar!!! Imperceptiblemente se transforma en ¡¡¡ lovamo a
reventar…lovamo a reventar!!! Son casi
todos hombres, la mayoría de zapatillas y ropa como la vendida en la feria de
la Salada. Una joven de pelo largo, desprolijo y desteñido grita con entusiasmo, le faltan un par de
dientes y los que tiene están algo marrones. Nadie, razonablemente cuerdo,
pensaría en su pubis.
Un viejo camión lleno hasta
el tope se bambolea por los saltos de los hinchas. El bombo, los tambores y el
cornetín adelantan una ruidosa y apasionada participación. La policía ya ocupó los alrededores dispuestos a controlar la
muchedumbre. Dos morochos montados en
caballos zainos parecen osos con uniforme. Uno tiene una cicatriz en la cara, algo
oculta por su peludo y largo bigote, que le llega hasta la oreja y no puede
disimularla. Los cascos azules contienen cabezas grandes, grandes pero vacías o
llenas de bronca. No hay relación entre esos caballos estilizados e inteligentes
y quienes los montan. Nada es perfecto, el equilibrio se lograría si montaran
sobre burros pero tal composición no permitiría reprimir con solvencia.
Un caballo levanta la cola y
el olor a bosta se dispersa por los alrededores. Los hinchas se amontonan
frente a las ventanillas y los zainos se ponen nerviosos. Los osos que los
montan están tranquilos, desde allí arriba y con semejantes sables cualquiera
se sentiría seguro. Además a pocos metros está el hidratante de apoyo y tres
camiones de asalto con veinte canas en cada uno. Otros azules andan con perros
entrenados para joder a la gente.
El Rata se acerca al Ruso
quien cerca de la puerta relojea a los
que entran al estadio.
- ¿Qué haces, Ruso, como andás?
- De diez. El presi prometió que si llegamos al mundial nos pagará
el pasaje y la estadía en Alemania a los pesados de la barra. Bueno lo que se
dice pagar no, entregará a cada uno dos
cupones de entradas para ver a la Argentina, usamos uno y el otro lo revendemos
por tres o cuatro veces su valor. Si no alcanza habrá que rebuscársela.
- ¿Che Ruso, podré
enganchar?
- Seguro, yo te recomiendo
Rata. Me debe algunos favores el presi. Ayer
nomás apreté al pendejo que juega en la tercera. No quería firmar el contrato
el pelotudo. Juega bien, pero no se trata sólo de eso, le comuniqué que si no
firmaba ningún club lo va a contratar, además lo agarré del hombro y mientras
lo zarandeaba le dije que podía tener un
accidente. El tiernito aceptó y creo que ayer mismo fue a firmar.
- Yo también me juego por el
club. Recordale al presi que el año pasado tuve enyesado el brazo treinta días
por la trifulca en la Bombonera.
- Quedate tranquilo Rata que si yo te
recomiendo sos número puesto.
-Mi problema para salir del
ispa son los antecedentes.
-El pasaporte y la visa te
los consigo. Ahora rajate que tengo un compromiso. Nos vemos en la tribuna.
Un rubión grandote con
campera abrigada, borceguíes negros y
andar cansino se acerca al Ruso.
- El jueves te espero en el
bar –le dice mientras le entrega un sobre sin dejar de caminar-
- Nos vemos sargento
–responde el Ruso guardando el sobre en el bolso-
Una parte del contenido es
para los muchachos, como dice el Ruso: sin la merca encima no se animan a
realizar la faena.
El domingo pasado el Regadera
le metió el cortaplumas hasta el mango al barra brava de Chacarita, es bastante
cagón el hombre pero la blanca produce milagros.
El Ruso ingresa al estadio
con paso acelerado, los guardias de seguridad lo saludan con especial dedicación.
Se desplaza con rapidez. A medida que
avanza los hinchas le van dejando paso, los muchachos saben que es de cuidado.
Va al encuentro del Rata que lo espera en la tribuna baja, cerca de la platea.
Se encuentran en la baranda
pintada de verde como acostumbran.
-Tomá Rata, mandate por los
costados y dale un papelito a cada uno de los nuestros.
-Pero Ruso, esto no alcanza.
-¿Qué te pasa, me querés
cagar? Si falta que se jodan. Decile a los muchachos que entusiasmo si pero
quilombo no, es la orden.
Faltan veinte minutos para
el inicio del partido, las tribunas de ambos equipos desbordan, gritos, saltos,
cantos. Es una fiesta. El sol realza el azul y amarillo oro de la tribuna
visitante.
El Ruso baja entre policías
que le permiten el ingreso a la zona administrativa del club. Entra sin golpear
a la oficina del Presidente. Sentado en el escritorio un hombre de traje gris,
camisa blanca, corbata de seda azul y pelo recortado lo mira atentamente.
–Hola Doctor, dice el Ruso.
-Te dije Ruso que no vengas
a verme los días de partido.
-Resulta que la entrega de
hoy fue poca y no alcanzará para los jugadores y los clientes.
-Llamame el martes, te diré
donde y con quién encontrarte. Al sargento le pasas la mitad de lo recaudado,
el resto lo depositás en la cuenta de siempre. Mientras habla se desabrocha la
camisa y se pone perfume importado en el pecho.
-¿Vino a firmar el pibe,
Jefe?
-Todo arreglado. Estoy
saliendo Ruso, dice abriendo el cajón, saca un revolver y lo guarda en el
portafolios.
- Cundo nos vemos Doctor.
- Venite mañana, tenemos que
armar un plan para las próximas elecciones.
-Usté es número puesto jefe.
-Las
nacionales, pelotudo
1 comentario:
Buenísimo tu cuento Enrique, un cuento con cierto realismo.
Gracias Enrique por compartir tu texto en Literarte.
beso Josefina
Publicar un comentario